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El arte de embalsamar, trabajo poco valorado detrás de la muerte

Todos los días en la funeraria donde trabaja al menos llega un cadáver para ser embalsamado

Escrito en VERACRUZ el

Diana Laura Rivera Palma, compara su trabajo como el de un médico o una enfermera, quizás no salva vidas, pero prolonga el estado de un cadáver, para que sus familiares puedan darle el último adiós y considera, es un trabajo importante que nadie nota.

“La finalidad de nuestro trabajo es darle al familiar una despedida digna de su ser querido, que se vayan con un buen recuerdo de la última imagen de su familiar”, dice Diana Laura.

Ella rompe con el estereotipo de lo que muchas personas piensan de cómo debería lucir un embalsamador; un hombre de aspecto rudo, sombrío, de semblante huraño y cara de pocos amigos. 

Diana, es todo lo contrario, la joven de 25 años con 1.54 metros de estatura, 55 kilos, cabello castaño, uñas color rosa y semblante amable, muestra que esta profesión también es para mujeres.   

Desde hace cinco años es embalsamadora y aunque no ha vivido el dolor de perder a un familiar, todos los días convive con la muerte y eso, de alguna forma la ayuda a comprender que es algo común.

Todos los días en la funeraria donde trabaja al menos llega un cadáver para ser embalsamado. Una cifra que se elevó después de la llegada de la covid-19 al estado de Veracruz.

El cual registró un aumento en la tasa de mortandad de 31.9 por ciento, que lo llevó a ocupar en el mes de septiembre de 2021, el quinto lugar entre los estados con más muertes por esta enfermedad con 11 mil 948 defunciones, según la Secretaría de Salud del Estado.

Aunque no lleva la cuenta de cuántos cadáveres ha embalsamado dice, “Hay cuerpos que te marcan más, la mayoría por accidente”.

Uno de los cadáveres que aún recuerda, fue el de una niña de 6 años, quien murió en un accidente automovilístico, las condiciones en las que llegó el cuerpo, hicieron que fuera imposible una reconstrucción.

Fue en época de carnaval, fecha donde se registran más muertes en el municipio, al igual que en vacaciones de verano, diciembre y días festivos. 

En la funeraria Olivares, donde ella trabaja, llegan todo tipo de cuerpos, personas que murieron en accidentes automovilísticos, con quemaduras, por alguna enfermedad o por causas naturales, todos ellos pasan al quirófano.

“Normalmente son cuerpos de una defunción patológica, de alguna enfermedad, que salen de hospital o se encuentran en su domicilio”, comenta Diana.

UN TRABAJO POCO RECONOCIDO

Ellos hacen el trabajo pesado, dice, procuran que el cuerpo no se deteriore, que permanezca como sus familiares lo recuerdan y si lo amerita hacen una reconstrucción.

Un oficio que demanda  estar las 24 horas disponibles y los 365 días del año. Un empleo que pasa desapercibido y que muchos desconocen del proceso. 

“Hay personas que solo creen que es maquillarlos y vestirlos, pero no, es un proceso largo. Está muy mal pagado y muy mal reconocido. Hay que revisar si vienen sucios, si vienen defecados, si hay que cambiarlos, bañarlos, antes de hacer el proceso del embalsamamiento. Básicamente revisar el estado del cuerpo”, dice.

Aunque dice que no cuenta con un sueldo fijo, ya que gana dependiendo de cuántos cuerpos lleguen para embalsamar, señala que este oficio en el estado es muy mal pagado. En México un técnico embalsamador gana en promedio 9  mil 187 pesos mensuales.

La mitad de su sueldo asegura, lo gasta en el equipo de protección que utiliza, el cual aumentó derivado de la pandemia de la covid.

Pese a que a inicios de la emergencia sanitaria el número de decesos aumentó, para los embalsamadores   la cifra se mantuvo, ya que la mayoría de los cuerpos eran cremados, además el poco conocimiento de la enfermedad, hizo que Diana dejara de trabajar durante dos meses.

“Fue muy difícil el atreverte a trabajar, porque al inicio no queríamos, no quisimos. La funeraria obviamente no tenía permitido, aquí también llevan un protocolo y al principio estábamos con ese miedo”, contó.

El aumento de trabajo que después de unos meses originó la pandemia, hizo que retomara sus actividades, aunque el miedo aún persistía el equipo de protección y los protocolos le dieron más seguridad.

A su informe de trabajo le agregó otros tres pares de guantes, una careta, un traje especial, doble cubrebocas, botas quirúrgicas y desinfecta el cuerpo antes de empezar el procedimiento de embalsamado.

Todo esto con tal de proteger su salud, pues sabe que el virus de la covid sigue presente y que en este año ha cobrado la vida de más de más de 702 niños, niñas y jóvenes en México, según los reportes de la Secretaría de Salud.

“A  inicios de la pandemia teníamos miedo, pero decíamos que solo estaban en riesgo las personas de la tercera edad. Pero hubo un punto en este año que entraban jóvenes. A mí me tocó una chica de 18 años, 20 llegaban jóvenes”, dice.  

VER A LA MUERTE COMO ALGO COMÚN

Diana Laura define su trabajo como un arte, algo que pocos pueden hacer y en el cual se debe de tener el temple y profesionalismo adecuado, para ella la muerte solo representa un ciclo más de la vida para una persona.

“Para mí la muerte es un proceso natural, algo normal que cada ser humano debe de pasar por esa etapa, un proceso de la vida”, dice.

En este trabajo ha aprendido a valorar la vida, no solo de ella, sino de su familia, aprendió a ser más precavida si sale de viaje, a carretera o a algún otro sito, pues entiende que en cualquier momento puede estar en el lugar de alguno de esos cuerpos que embalsama.

Considera que es importante que en la escuela les enseñen a los jóvenes a lidiar con la muerte, no solo del lado emocional, sino del financiero.

“Es un proceso súper doloroso, es un proceso legal, es un proceso donde son muchos trámites, es un proceso donde la familia ni siquiera tiene la cabeza para pensar en qué tienen que hacer”, señala. 

Pese a que existe mucho morbo alrededor de su trabajo, ella asegura que es como cualquier otro. Es escéptica ante las situaciones paranormales, asegura que nunca le ha pasado nada extraño y que siempre procura hacer su trabajo con toda la profesionalidad y respeto que los familiares y el finado merece.

Diana no tiene miedo a la muerte, sabe que algún día tendrá que pasar por esa etapa, cree en Dios y que existe otra vida más allá de esta.


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