Main logo

"Cuando esté en EU compraré hamburguesas y Coca Cola, ahora solo pido un raid"

Migrantes haitianos caminan por calles de Ciudad Victoria con destino a Monterrey o Reynosa, con el propósito de ingresar a EU; piden apoyo a ciudadanos

Escrito en ESTADOS el

CD. VICTORIA.- Familias, en grupos o en forma individual, migrantes haitianos caminan por calles de Ciudad Victoria con destino a Monterrey o Reynosa, con el propósito de ingresar a Estados Unidos.

A la mitad del camino entre Tampico y Monterrey, está Ciudad Victoria, donde en las últimas semanas deambulan ciudadanos de Haití, se les mira en la Central de Autobuses, en las calles o en las carreteras.

Manuel, acompañado por su esposa e hija de ocho años y su suegro, llegaron a la capital de Tamaulipas, luego de haber caminado cinco días habiendo salido de Tampico.

“En Tampico hay aún muchos amigos haitianos que esperan conseguir un boleto de transporte para viajar a Monterrey o Reynosa, pero las empresas no quieren vendernos debido a que no tenemos documentos, un permiso”.

Y añadió: “Nosotros nos desesperamos. Estamos cansados  de esperar quien nos ayuda y mejor preferimos salir a caminar”.

En su caminata de cinco días desde Tampico padecieron la lluvia, hubo quien en camioneta les dio un “raid” para llegar hasta Ciudad Victoria.

“Otra gente se paraba y nos daba agua, comida o algunos pesos para comprar algo”, dijo y añadió: “Si venimos cansados a mi hija y a mi esposa les duelen los pies para continuar a Reynosa”.

Foto Cuartoscuro. 

Manuel de cabello con rastras y gorra roja hace una petición casi una súplica: “Lo único que pedimos que nos ayuden a seguir a continuar para cruzar a Estados Unidos. No venimos a quedarnos en México, ni hacer males aquí, muchas personas nos han ayudado y estamos agredidos. Muchas gracias”.

E insiste: “Que nos concedan un permiso para estar en México, para que nos vendan un boleto de autobús”.

Empiezan a caminar con dirección al norte, hacia la frontera y un auto se coloca a su lado. El conductor es un profesor jubilado desciende y les reparte refrescos y sándwich, y la menor un par de barras de chocolate. Ella sonríe se llama Lucy.

Mariela, la esposa y madre, con esa costumbre que tienen los haitianos de cargar cosas sobre la cabeza lleva una mochila sobre esta y otra más en la espalda.

Ella, cuenta: “Yo allá me ganaba mi dinero cortando el pelo, peinando. Pero ahora para sacar dinero cada quien se lo corta como pueda como quiere o se hace rastras. Era difícil poder trabajar junto a un basurero, no tenía agua. Trabaje en buenos salones de belleza desde haciendo la limpieza. Es demasiado el trabajo y poca la paga así que le dije a mi esposo que buscáramos irnos a Estados Unidos”.

Abre su mochila  y muestra un cepillo, un espejo, y tijeras, además unas pequeñas ligas de colores para poner en las rastras.

“A mi también se me acabo el trabajo era mecánico  de automóviles. Primero la gente si quería arreglar su coche lo cuidaba. Pero ahora no hay refacciones, nadie tiene dinero para arreglar su auto, se quedan tirados en las calles, abandonados y sirven de dormitorio para quienes no tienen casa” dice Manuel.

Y añade: “Sabemos que en Estados Unidos la vida también es dura, pero no creo que tanto como en Haití, al menos hay trabajo y paga. Además, eso del trabajo no nos asusta tuvimos que trabajar mucho para ahorrar, para juntar dinero y venirnos, primero llegar a Brasil y desde allá empezamos el camino”.

En algunas ciudades han debido de parar porque se les acaba el dinero, por el cansancio.

“Si busco un taller mecánico y les pido trabajo les explicó la situación que somos migrantes, me dan arreglar  algunos autos, trabajo dos o tres días y le seguimos”.

“Yo me voy a las plazas y a las jóvenes que traen el pelo largo les digo que si les hago rastras, trenzas me dan lo quieran”.

Lucy confía en que cuando este en Estados Unidos estudiará y será doctora. “Me comprare hamburguesas, coca cola y chocolates”.

“Regresarnos  a Haití a la pobreza ¿a qué? Allá solo hay pobreza y violencia”.

Se van caminando por la carretera Victoria-Matamoros, tienen por delante 360 kilómetros para llegar a la orilla del rio Bravo.

esc