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Chignahuapan, el pueblo pionero de las esferas navideñas

Cuentan en el pueblo, que el primer esferero de Chignahuapan fue don Rafael, quien en los años setenta del siglo pasado abrió “Casa Méndez”, el primer taller de vidrio soplado. Hoy recibe más de 600 mil personas de todo el país acudan a comprar sus esferas

Escrito en ESTADOS el

Todo comienza cuando el artesano toma un tubo de vidrio neutro y lo acerca a un soplete para dar forma, valiéndose de sus manos y su boca; una tradición católica y el sentido de la vista y el gusto y exigencia de los compradores completan el círculo de compra-venta de esferas que lo mismo tienen desde formas tradicionales hasta las de unicornios y futbolistas, pasando por las de Minions, la Mujer Maravilla y hasta de Hello Kitty.

Existen en México dos municipios que se dedican a la producción de esferas: uno de ellos, Chignahuapan, está en Puebla, y el otro, Tlalpujahua, en Michoacán. Ambos, Pueblos Mágicos.

Cuentan en el pueblo que el primer esferero de Chignahuapan fue don Rafael Méndez Muñoz, quien en los años setenta del siglo pasado abrió “Casa Méndez”, el primer taller de vidrio soplado, con apenas unos cuantos empleados. Hoy día existen más de 200 talleres en los que al menos 20 por ciento de los más de 50 mil habitantes que mueven, según diversos cálculos, hasta 500 millones de pesos. El municipio, ubicado en la sierra norte del estado de Puebla, está a una hora y 30 minutos de la ciudad de Pachuca, Hidalgo; a dos horas y diez minutos de la ciudad de Puebla, y a 2 horas y 30 minutos de la Ciudad de México.

Cada noviembre, los esfereros exhiben la producción de todo un año en la Feria de la Esfera: las calles del pueblo se llenan de ellas en todos los tamaños, colores y figuras imaginables; fachadas y calles principales están dedicadas a la venta de este producto cuya elaboración es 100 por ciento artesanal e inicia con el soplado de vidrio que ayuda a dar forma; siguen el metalizado o plateado, el pintado o matizado, para luego decorar, cortar, encasquillar y, finalmente, empacar cada pieza. En un día, un pequeño taller familiar puede fabricar hasta mil esferas. Lo que diferencia el trabajo es la creatividad de los decoradores que practican hasta cinco una semana para obtener una esfera casi perfecta pintada a mano.

Si son rojas, las esferas responden a peticiones; las plateadas, significan agradecimiento; las doradas, alabanza, y las azules, arrepentimiento. La esfera, afirman los católicos, representan los rezos que se hacen durante el Adviento.

Este 2019 los prestadores de servicio de Chignahuapan estimaron que unas 600 mil personas llegaron a comprar esferas; los hoteleros reportaron la ocupación al 100 por ciento de las 950 habitaciones sólo durante el Buen Fin y el puente con motivo de la Revolución Mexicana. El alcalde Francisco Javier Tirado Saavedra explicó que “en 2017 la Secretaría de Turismo tenía estimados 321 mil turistas, hoy día hoteleros, restauranteros y productores esperan unos 600 mil turistas”.

Que 600 mil personas de todo el país acudan a comprar esferas hasta este municipio enclavado en la entrada de la Sierra Madre Oriental, de casonas con recios muros y techos de madera y teja y con kiosco de estilo mudéjar, se entiende porque el árbol de Navidad debe tener de 24 a 28 esferas, dependiendo de los días del Adviento; y la tradición dicta que se deben ir colgando desde el 8 de diciembre hasta la Nochebuena, cada una se acompaña de una oración o un propósito.

La técnica del vidrio soplado que adoptó en Puebla don Rafael Méndez Muñoz nació en Goetzenbruck, un poblado de Francia, cerca de la frontera con Alemania. Ahí a inicios del siglo XVIII se instaló una fábrica de vidrio que se especializaba en las caras curvas de los relojes: fundían el vidrio a altas temperaturas hasta formar una burbuja mediante la inyección de aire con un largo tubo metálico. Lo cierto es que a partir del éxito de Casa Méndez nació en 1992 El Castillo de la Esfera, que tiene sucursales en la Ciudad de México y en Los Ángeles, Estados Unidos y al menos en Chignahuapan ofrece recorridos en los que muestra el proceso de pintado y encapsulado de cada esfera; Esferas Campanita, y cientos de talleres más por toda la ciudad. Quienes hasta acá viajan, pueden subir al Cerro Colorado, desde donde se puede admirar el valle y las casitas de colores y techos de teja de esta ciudad cuyo nombre proviene de las palabras en náhuatl chicnahui, que significa “nueve”; atl, que significa “agua”; y el sufijo pan, que significa “sobre”, “en”: “sobre las nueve aguas”.