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“Chencho”, el anciano abandonado que vende productos orgánicos

Un grupo minúsculo de ancianos de la Casa Hogar instalan su mercado orgánico en la torre Bicentenario; 8 de 10 adultos mayores fueron abandonados

Escrito en ESTADOS el

CD. VICTORIA.- Unos arrastrando los pies, otros en silla de ruedas o apoyándose en bastón con sus canastos de huevo de patio, manojos de acelgas, espinacas, rábanos, lechuga, tomate; también llevan escobas y trapeadores, jabones y velas aromáticas, instalan su mercado orgánico.

Inocencio “Chencho” Castillo Castro, con más surcos en el rostro que la tierra que trabajó, asegura: “nuestras acelgas, tomates, lechugas, espinacas y lo demás que sembramos son orgánicos, no usamos ni insecticidas o fertilizantes, abonos, solo les ponemos cariño, amor al trabajo que hacemos y así se van dando solitas”.

Antes, en las siembras no se usaban tantos químicos y semillas tratadas, por eso se enferma tanto la gente, con tantas cosas raras que mezclan ahora, comentó.

“Nosotros, en nuestro huerto todo es natural, ni fertilizantes, plaguicidas o alguna otra cosa de esas. Solo le echamos trabajo y amor a lo que hacemos”.

“Chencho” Castillo, con sus 85 años de edad, es uno los 150 residentes de Casa Hogar, quien con otros adultos mayores trabajan un huerto y un gallinero para recordar aquellos días y años en que fueron jóvenes y trabajaban la tierra.

Son los ancianos de la Casa Hogar que instalan su mercado orgánico con productos frescos y precios bajos.

Según los estudios, un 80 por ciento de los ancianos atendidos en la Casa Hogar del DIF son víctimas del abandono.

Inocencio, “Chencho” como lo conocen y lo quieren, sigue con su plática: “no me siento abandonado estando cerca de la tierra, trabajando uno tiene amigos y hacemos como una familia que nos apreciamos más”.

Desde las cinco o seis de la mañana, tan pronto hay la luz del día, y después de rezar sus oraciones o escuchar misa, trabaja un pequeño cuadro tierra para no olvidar cuando el ejido “El nogalito”, municipio de Casas, con bueyes o mulas araba la tierra y sembraba maíz, frijol, calabaza, lo que querían.

Todo se nos daba, pero se vinieron las sequías, las plagas, las plantas se enfermaban, quién sabe qué pasó, de repente todo cambio. La tierra estaba seca, era polvo. Nos tuvimos que venir para la Ciudad

Y continúa: “Anduve de ayudante de albañil, trabajé en una carnicería. Pero me fui haciendo viejo, quedando solo y no recuerdo cómo llegué a la Casa Hogar. Cuando supe que tendríamos un huerto y un gallinero, yo me ofrecí para sembrar, regar, cuidar el huerto. Es eso lo que me gusta”.

“Trabajar con azadón, rastrillo, pala no es lo mismo como cuando andaba en el surco, con el arado detrás de las bestias”, dice.

Están instalados en el mercado orgánico, en el lobby del edificio de la torre Bicentenario que alberga a diversas dependencias del Gobierno de Tamaulipas, secretarias, empleados, funcionarios al ver a los ancianos se acercan a comprar.

Lo que obtienen los ancianos de la venta de sus productos es distribuido entre ellos para darse “algunos de gustos”.

Pero además de producir vegetales, elaboran sillas, escobas, trapeadores, veladoras aromáticas y jabones.

Ahí también, Sixto Cruz, quien tiene 100 años, y también Angela Jhonny Moscoso, que presume sus 80 años de edad, es una vendedora nata, sonriente, ofrece los productos desde su silla de ruegas. “Mire la lechuga que bonita está, fresca”, “las espinacas están muy buenas, tienen muchas vitaminas”. “Mire las acelgas, con carne quedan bien buenas”.

A mí lo que me gusta es vender, ofrecer. Hay que ofrecerle a la gente para que compre. Hay que hablar, moverse hay que ofrecer

Y añade: “A mí siempre me ha gustado el comercio, en Chiapas, con mi madre, tuvimos un restaurante que atendíamos, pero por el trabajo de mi padre venimos a parar hasta Tamaulipas”.

En una hora, los ancianos, los comerciantes del mercado, casi han vendido todos sus productos. Y se van, pues es hora de sus alimentos. Y “Chencho“, por la  tarde, va a tener que llegar a cuidar sus plantas.