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Carlitos vendía chicharrones, pero fue asesinado por sus “mamis” en Chiapas

Sus dos “tías” o “mamis”, como él mismo las llamaba, lo asesinaron a golpes; desde el pasado jueves fueron detenidas por la Fiscalía de Chiapas

Escrito en ESTADOS el

TUXTLA GUTIÉRREZ.- Lo recordamos como un niño tranquilo, que salía a vender sus chicharrines. Siempre vestía de playera o camisita manga larga, gorra y su cubreboca; todo tapado. A veces tenía rojos los ojos y decía que se había caído. Todos los días salía a vender, pero lo mandaban a la calle a “la mera hora del sol…”.

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De esta forma sus vecinos, desde infantes, adolescentes y adultos, recuerdan a Carlitos, un menor de 11 años de edad que salía a las calles de la colonia Montebello, en la Heroica Ciudad de Chiapa de Corzo, a ofrecer sus productos.

Sin embargo, la silueta del pequeñito, al parecer originario de Tapachula (pues no solo su atuendo sino su misma vida era una incógnita para los lugareños), dejó de ser vista en esa zona: sus dos “tías” o “mamis”, como él mismo las llamaba, lo asesinaron a golpes; desde el pasado jueves fueron detenidas por la Fiscalía General del Estado (FGE) de Chiapas.

Casi a la entrada de Montebello, en un quiosco, los colonos montaron, desde el viernes pasado, un altar con flores, veladores y un crucifijo en honor a él. Incluso, le organizaron un rezo, e invitaron a otras personas a que acudieran para, de paso, exigir justicia.

SED DE JUSTICIA

En los cientos de familias que habitan ese lugar hay indignación, y por eso se organizaron para, este mismo lunes, hacer una marcha con dirección a la Fiscalía de Distrito zona Centro, en la misma ciudad chiapacorceña, para demandar que las presuntas asesinas, Sandíval “N” y Elena “N” paguen por lo que hicieron.

Hasta el fondo del fraccionamiento, en la calle Tigre sobresale el color morado de la fachada de una de las decenas de departamentos de un edificio de tres pisos. A las afuera de éste, hay veladoras, flores y una fotografía de Carlitos, quien apenas sonríe, impresa en una hoja blanca tamaño carta. Aparece vestido con una toga y birrete.

Además, en la puerta de ese hogar donde vivió, marcada con el número 101, está colocada una cadena y candados y, además, tres sellos con la leyenda: “Fiscalía General del Estado; Fiscalía de Distrito Centro; Carpeta de Investigación 0449-027-0401-2021; Bien inmueble asegurado”. Asimismo, tres policías, entre municipales y del estado, custodian el lugar.

“Estamos seguros de que Carlitos era violentado; hay muchos testigos, incluso yo noté en una ocasión que su ojo tenía como sangre, y también que era seguido por Elena, una de sus ‘mamás’, como para que no conversara con la gente y no dijera nada”, advierte Sandra Luz Montes, una de las colonas que, de hecho, también está dispuesta a atestiguar para que se le haga justicia; “no sabemos si esas señoras implicadas era sus tías, o si lo adoptaron”, agrega.

HABÍA DENUNCIAS ANTE EL DIF

Carlitos, cuentan otros pobladores, estudiaba el primer grado en la Secundaria “José Emilio Grajales” de Chiapa de Corzo, y llegó a Montebello hace tres años; lo que se les hace raro, es por qué fue dejado con Sandíval y Elena (al parecer ambas jubiladas como maestra y empleada del IMSS, respectivamente), pero lo más bizarro es que, el pasado viernes, una señora de estatura baja y tez morena claro se presentó en el fraccionamiento, con identificaciones en mano, para llevarse, según ella, el cuerpo de su hijo, lo que logró.

Pero en esta colonia el murmullo de la gente en torno a este crimen es constante. “Precioso niño, mi chulo, creo que fue mejor que se fuera, porque sufría mucho”, advierte una comerciante de la zona, quien además confiesa que, en reiteradas veces, se hicieron denuncias ante el DIF por el maltrato en contra del niño, pero nunca prosperaron.

PRUEBAS CONTUNDENTES

De nueva cuenta, Sandra, quien acaba de acomodar unas flores en el altar de Carlitos, asegura que muchas vecinas tienen pruebas de la violencia que sufría, pero no las puede revelar porque las presentarán ante las autoridades.

Queremos que estos testimonios sirvan de mucho para que esas mujeres no salgan de la cárcel; ellas lo tenían sometido, estamos seguras, y también estamos convencidas de que ellas vivían bien, que a ese niño no le faltaba nada, pero no entendemos por qué lo ponían a trabajar en esas condiciones, con el ‘solazo’ y todo cubierto

Lo que también recuerda con puntualidad, dice, es que el infante le advertía que se tenía que ir rápido a su casa “porque decía que lo iban a matar”.

Otra joven que está sentada cerca del quiosco de Montebello confiesa que Carlitos tenía que vender todas las bolsas de “chicharrín” porque, de lo contrario, le iría mal.

“Te rogaba que le compraras la última bolsita”, rememora, para luego evidenciar que otra vecina vio cómo en una ocasión tenía vendada una mano, y cuando se la destapó, sus dedos estaban morados y le dolían mucho.

En la actualidad, el temor de los colonos es que Sandíval y Elena obtengan su libertad, por eso insistirán en exigir justicia “hasta el cansancio”.

De hecho, los mismos lugareños había reunido dinero suficiente para darle cristiana sepultura, pues se temía que el cuerpo de Carlitos fuera a parar a una fosa común. Sin embargo, sus restos ya “descansan” en Tapachula.

“Pedimos justicia, solo eso”, remata doña Sandra.

 

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