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Alexander, el jalador de balsas en el río Suchiate

A sus 16 años, Alexander trabaja en acompañar a los balseros a sus viajes y antes de tocar tierra se sumerge al río para jalar la balsa hasta la orilla

Escrito en ESTADOS el

En el río que divide a México de Guatemala, se cuentan miles de historias de migrantes que buscan ingresar al país para después llegar hasta Estados Unidos. Pero esto solo es posible gracias al duro trabajo que realiza Alexander, el jalador de balsas para cruzar al otro lado del río Suchiate.

Alexander, originario de Nicaragua, tiene sólo 16 años, aunque tiene más experiencia que su edad biológica. Fue abandonado por sus padres desde que nació.

“Apenas nací en Nicaragua y mis papás se fueron y no me sacaron mis papeles, mi abuela y mi tía quisieron arreglarlos y pues le dijeron que no, que sólo los papas podían hacerlo”, comentó para Notimex.

A los 14 años dejó su casa para venir a México. Quiere regresar pero primero, dice, debe juntar dinero para volver con su abuelita.

Alexander jala las balsas una vez que llegan a la orilla del río Suchiate. Se lanza al agua al menos 15 veces al día. Gran parte de la noche y de la mañana.

(Cuartoscuro)

Su trabajo consiste en acompañar a los balseros a sus viajes por los pasos El Palenque y El Limón, a un costado del Puente Fronterizo “Rodolfo Robles”.

Una vez acercándose a territorio mexicano, a 15 metros de la orilla, él debe aventarse a la afluente y comenzar a jalar la “cámara” o balsa, apoyado de una cuerda, hasta llevarla a tierra segura para que la gente pueda descender del precario transporte. El adolescente arrastra el transporte con facilidad y destreza.

 “Mi infancia ha sido trabajar desde los seis años cuando cortaba maíz y pues, para poder sobrevivir tengo que pedir dinero, pero no robo ni nada”, comentó el joven, quien agregó que antes de laborar como “jalador” estuvo casi dos años de ayudante de un comerciante.

“Estoy bien aquí, nunca me ha entrado la curiosidad de irme a Estados Unidos porque sé que no es fácil llegar y no es como andar en Guatemala donde no te piden papeles ni nada, allá es más peligroso te pueden matar o secuestrar por eso no quiero irme”, mencionó.

(Cuartoscuro)

Alexander labora descalzo, dice que así le es más fácil moverse en el lecho del Suchiate. Al final del día, cuando va a dormir en una casa en la orilla guatemalteca, se soba un poco los pies, pone un cartón de huevos como colchón y cubre su cuerpo aún húmedo con una bolsa de plástico.

“A veces me pongo a llorar, pero así no voy a solucionar nada. Me gustaría ser ingeniero pero no sé si pueda hacerlo porque ya estoy grande”, sostiene.

“Cocho” como también le llaman sus compañeros, es el primero en pisar tierra firme para amarrar la cuerda a una piedra y que los pasajeros puedan descender de la balsa. “Una ayuda señor, señora” se le escucha decir a cada viajero. Algunos le dan monedas, otros simplemente lo ignoran.

"Si no robas no andas con el miedo de que un día te vayan a hacer algo, por eso prefiero pedir que robar; en un buen día gano entre 60 quetzales (148 pesos mexicanos) pero hay días en que no gano nada y pues no como”, afirma.

(Cuartoscuro)

Al desocuparse la balsa, Julio Alexander cuenta las monedas que recibió sentado en la orilla del río. El tiempo es oro para el adolescente y sólo dedica cinco minutos en platicar con un menor de su edad que le hace compañía.

Comenta que a veces juega fútbol con otros niños que también son “jaladores” pero que él, a diferencia de ellos, se toma en serio su trabajo. Apenas termina de decir esto, Julio Alexander emprende la carrera, pues otra balsa del lado mexicano está a punto de emprender el viaje al país vecino del sur.