Apatzingán, Michoacán.– El viacrucis en Tierra Caliente ya no será una procesión religiosa. Ahora, se ve a jornaleros, productores, familias enteras y autoridades caminar entre los campos, plagados de artefactos explosivos tipo mina, colocados por el Cártel Michoacán Nueva Generación (CMNG).
Pero caminar sobre estos terrenos minados no es lo único que enfrentan las víctimas. También deben soportar la indiferencia de los mandos del 30 Batallón de Infantería de la 43 Zona Militar, quienes las ignoran, minimizan y revictimizan, a pesar del yugo impuesto por el bloque criminal conformado por Los Viagras, los Blancos de Troya y el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Los ataques con poderosas armas, bombas lanzadas desde drones y explosivos enterrados en los caminos y campos agrícolas de las comunidades rurales de Apatzingán han transformado a localidades como Acatlán en pueblos fantasmas.
Te podría interesar
El éxodo de habitantes hacia otras comunidades o hacia la cabecera municipal pone en riesgo cada paso que dan en esta zona de la entidad.
Contexto: así huye la gente de sus poblados
Santiago y Marbella apenas lograron sacar algunas pertenencias y rescatar mercancía de la tienda de abarrotes que tenían en Acatlán.
Esta comunidad fue atacada –en presencia del Ejército– hace una semana por el bloque criminal formado por Los Viagras y el Cártel Jalisco Nueva Generación.
“Ese día iba yo saliendo de la casa cuando tiraron dos dronazos y los rafagazos que tiraron. Cuando todo eso se escuchó, llegó el Ejército al rancho y mismo ellos dijeron que (los criminales) habían bajado 17 muertos para el lado de Chila… ¿cómo los miraron? ¿por qué no intervinieron?... La base militar la tienen como a 500 metros de donde la tiene la gente armada y lo sabemos porque ellos mismos nos lo llegan a decir ahí y que hasta que nos los ataquen van a actuar”, revela el padre de familia.
Santiago y Marbella tomaron a sus tres hijos menores y los subieron a su camioneta, la cual convirtieron en una casa rodante porque no tienen a dónde ir.
“¿En qué vamos a cocinar? Y así tenemos varias noches durmiendo en la carretera, por la inseguridad y los dronazos. Esto fue lo único que pudimos sacar. Ahora tenemos que quedarnos dormidos en los asientos”, sostiene Santiago.
Con tristeza, el campesino observa a sus hijos y su camioneta estacionada frente a la escuela primaria de la comunidad de El Alcalde, hoy también un pueblo fantasma. Allí, autoridades de los tres niveles de gobierno realizaron una jornada de atención.
El plantel, baleado y con visibles daños estructurales por explosivos, ahora alberga a familias desplazadas de comunidades como Acatlán, La Salatera, Las Anonas, El Alcalde, Puerta de Alambre, El Capire, Holanda y Loma de los Hoyos, todas afectadas por la violencia.
“Necesitamos seguridad, no dispensas”, reclaman los pobladores
Madres y padres enfrentaron a la presidenta municipal, Fanny Arreola Pichardo:
“Necesitamos seguridad no dispensas, no necesitamos cortes de pelo, no necesitamos nada, necesitamos seguridad. Pensamos que venían a decir: señores, el problema ya se va a solucionar, pero no”, reclamaron los habitantes de pueblos minados por el crimen organizado.
Ese día, autoridades federales, estatales y municipales llegaron a El Alcalde para llevar a cabo una Brigada de Asistencia y Labor Social.
El trayecto fue riesgoso incluso para los militares, quienes localizaron un bote de plástico sospechoso de contener un artefacto explosivo, por lo que cerraron temporalmente la carretera.
Tras descartar la amenaza, los soldados continuaron hasta El Alcalde, donde los esperaba un grupo de menos de 100 personas, todas desplazadas por la violencia.
Las autoridades ofrecieron consultas médicas, despensas y cortes de cabello, pero los pobladores respondieron con exigencias claras: seguridad para regresar con tranquilidad a sus hogares.
“Apoco los soldados no escuchan esa dronacera, si vuela toda la tierra alrededor, apoco el gobierno no está viendo eso. El gobierno baja a Acatlán a la purificadora de agua, está cargando los garrafones y está la dronacera y no hacen nada, ya no hay gente para arriba, me gustaría vamos yo la acompaño para que den un recorrido, vamos para que vea… Se le agradece ok lo que usted habló lo de despensas, atención que corte de pelo, créanme que ahorita todos los hombres prefieren andar la melena hasta acá pero que nos tome atención”, expresó una madre víctima de la violencia.
Denuncian falta de acción de los militares
Frente a estos reclamos, el mando militar Samuel Ramón Cortés restó importancia a la situación, asegurando que los ataques no son dirigidos a la población, sino al Ejército.
“Cuando hay enfrentamientos con ustedes, discúlpeme que lo interrumpa, entonces sí repelan y pelean, pero cuando hay contra las rancherías no pueden hacer nada”, refutó una habitante, señalando los daños a decenas de viviendas por los ataques armados.
Otra madre lo contradijo mostrando los impactos en la techumbre de la escuela:
“Comandante con todo respeto esto es hacia la población. Esto es poco a como estaba allá. Es una escuela ¿y se imagina que hubiera pasado si hubiera habido niños?”, reclamó.
Molesto, el mando insistió en su versión, a pesar de que las casas y comercios destruidos lo desmentían.
“A mí me acabaron la casa, me la acabaron, la máquina tengo una máquina excavadora con la que me ganaba la vida pobremente pero como quiera. También me le tiraron balazos. -¿Cuántos drones le aventaron? - Unos 7, mi casa la acabaron, y todavía de pilón se metieron a robar lo que había adentro”, contó otro habitante.
Ante los señalamientos, Samuel Ramón Cortés se retiró visiblemente molesto, dejando claro que sus tropas sólo responderán si son atacadas directamente.
Alcaldesa reconoce lentitud de las autoridades
La alcaldesa Fanny Arreola Pichardo reconoció la lentitud en la atención a esta problemática:
“Desafortunadamente para la administración local, la capacidad de respuesta es lenta, que nosotros tenemos que hacer una serie de procesos burocráticos para poder atender algunas demandas y que tratamos de hacerlo de una manera más expedita, pronta posible. También me pongo en sus zapatos e imagino lo difícil que debe ser estar acostada en tu mesa escuchando detonaciones”, expuso.
Arreola agregó que Apatzingán enfrenta una realidad marcada por constantes enfrentamientos entre células del crimen organizado, una situación que se replica en todo el país.
“Creemos que en medio de ese escenario, nosotros debemos procurar hacer la vida lo más normal posible, desde luego reconociendo la dificultad que ello implica. Y hoy, como todos los días, intentamos desde nuestra trinchera cerrar filas en torno a la paz, la tranquilidad, la seguridad y los derechos que le asisten constitucionalmente a cada ciudadano”, indicó.
Se va la autoridad, pero el problema se queda
Después de unas horas, el convoy militar y el de la Guardia Nacional, compuesto por unos 30 vehículos, regresó a la cabecera municipal junto con las autoridades.
El riesgo se quedó en las comunidades rurales, mientras los habitantes esperan un milagro:
“Que alguien nos ayude, nos apoye y voltee a ver a nuestros hijos, a ver si así se compadecen de nosotros y de una vez por todas le dan solución a esta crucifixión a la que nos tienen sometidos los grupos criminales.”
Vivir entre minas explosivas
Hoy, muchas familias viven en vehículos estacionados en caminos y brechas, sin la certeza de sobrevivir. Tal fue el caso de Fredy Carranza Morales, cortador de limón, quien murió tras detonar accidentalmente un artefacto explosivo con su motocicleta.
Fredy salía de su casa en Puerta de Alambre rumbo a la huerta donde trabajaba cuando una de las llantas activó el explosivo.
La explosión lo lanzó entre 20 y 25 metros. Por las tardes, Fredy solía fumigar las huertas para ganar un ingreso extra y sostener a su familia.
ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP. EL PODER DE LA INFORMACIÓN EN LA PALMA DE TU MANO
SÍGUENOS EN EL SHOWCASE DE GOOGLE NEWS
Murió en el acto. Su cuerpo fue recuperado hasta las 4:00 de la tarde, ya que en la zona había más explosivos tipo mina que debieron ser desactivados.