Este 2 de octubre se cumplen 51 años de la matanza de Tlatelolco, donde cientos de jóvenes fueron golpeados, asesinados y desaparecidos por el gobierno opresor de Gustavo Díaz Ordaz. Pero, un año antes, en Sonora se había reprimido a estudiantes y el Ejército había ingresado a la universidad.
De acuerdo con el cronista de Hermosillo, Ignacio Lagarda Lagarda, consultado por La Silla Rota, los jóvenes sonorenses también formaron parte del movimiento estudiantil de aquella época y el despertar para defender sus derechos.
Todo comenzó durante el proceso electoral de 1967 donde se elegiría gobernador del estado. Durante un mitin, entre los simpatizantes de los precandidatos del Partido Revolucionario Institucional ocurrió una trifulca y policías acudieron al lugar.
En esta persecución, algunos se refugiaron dentro de la Universidad de Sonora, por lo que los policías ingresaron al campus para arrestarlos.
“En ese momento, al entrar la policía se violaba la autonomía universitaria, en ese tiempo se defendía la autonomía como sagrada, la policía no podía entrar a la universidad. Y al ver esto, los estudiantes de la universidad le reclamaron al gobierno que se hubiera entrado y violado la soberanía”, declaró a La Silla Rota.
Los universitarios protestaron contra estos actos y comenzaron una huelga de hambre en la Plaza Zaragoza, ubicada frente a Palacio de Gobierno. Por ello, el entonces gobernador, Luis Encinas Johnson envío policías para retirarlos del lugar. Fueron brutalmente golpeados y otros encarcelados.
“Hicieron una huelga, se organizaron, en la plaza Zaragoza y lo que hizo el gobierno fue reprimirlos. Se encendió la ira de los estudiantes”, contó el historiador.
Después de esto, los jóvenes ampliaron sus demandas, no sólo exigían el cese de los altos mandos policíacos, sino que se unieron al descontento de algunos sectores de la sociedad contra el candidato oficial a la gubernatura, Faustino Félix Serna, bajo el lema “¡Faustino No!”.
Los maestros y sus sindicatos se unieron, hubo huelgas en las primarias, secundarias, preparatorias y por supuesto, en la Universidad de Sonora.
Las autoridades estatales formaron un cuerpo paramilitar, de “guardias blancas”, llamada Ola Verde, con el fin de romper huelgas y mítines.
“El gobierno de Luis Encinas, en lugar de atender las demandas reprimió a los estudiantes, formó un cuerpo de guardias blancas, la Ola Verde para romper las huelgas, reprimir protestas, hombres traídos de Sinaloa”, explicó Ignacio Lagarda.
Llega el general Hernández Toledo a Sonora
Durante un mitin del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz en la ciudad de Mexicali, en Baja California, los universitarios aprovecharon para contarle lo ocurrido en Sonora y la represión que vivían. Sin embargo, les resultó contra producente: les envió al Ejército.
Así, militares ingresaron a la Universidad de Sonora, golpearon estudiantes, maestros y encarcelaron a manifestantes y miembros de los movimientos estudiantiles.
“El presidente, que era un déspota y un opresor no los atendió y los maltrató, y mando al ejército y el ejército entró a la Universidad de Sonora, y se violó flagrantemente la autonomía universitaria”, sentenció.
El personaje al frente de esta represión por parte del Ejército era el mismísimo José Hernández Toledo, el hombre que comandó el batallón de fusileros paracaidistas la trágica noche del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en la Ciudad de México.
Fue encomendado por Gustavo Díaz Ordaz para sofocar las huelgas estudiantiles en Sonora, pero también en la universidad pública de Morelia, en Michoacán.
“Curiosamente, al frente de ese batallón que entró y sacó a los estudiantes venía el general Hernández Toledo. Detuvieron a algunos, otros salieron huyendo del estado, brutalmente reprimidos”, detalló el cronista de Hermosillo.
El exilio de los universitarios
Después de este hecho que se registró en el mes de septiembre de 1967, muchos estudiantes que formaron parte del movimiento huyeron de Sonora.
Algunos se escondieron en las zonas serranas del estado, otros se fueron a la Ciudad de México, donde apoyaron a los compañeros de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional, y otros más se exiliaron en Estados Unidos.
Así terminó este capítulo en Sonora, pero la historia apenas comenzaba. Un año más tarde, el general Hernández Toledo también sería una pieza clave en la matanza de cientos de jóvenes en Tlatelolco, comandado una vez más por el presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz.
“El preludio de lo ocurrido el 2 de octubre de 1968 fue esta gran represión aquí en Sonora, el antecedente de la matanza fue en Sonora, de un gobierno brutalmente represor, una generación de políticos y gobernantes que no entendieron que los jóvenes reclamaban sus derechos y sus libertades”.