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'Ya no es negocio sembrar amapola': campesinos de Guerrero

Productores de este enervante en la Sierra de Guerrero piden ayuda para la reconversión de cultivos

Escrito en ESPECIALES LSR el

SIERRA, GUERRERO (La Silla Rota).- Desde el patio trasero de la casa de madera donde vive José con su esposa, se ve un lunar de matas de un verde más claro al del bosque. “Ahí ya debe haber flores”, dice  con la seguridad de quien lleva años cultivándolas sobre el sembradío de al lado. Estaba dispuesto a mostrar lo que queda de la última cosecha de su parcela, pero se sincera y advierte que a mediodía bajó y vio a los hombres armados vigilando que nadie más –que no sean ellos– se cuele a la región. "Yo les digo la verdad, no me vayan a quitar a uno de ustedes y qué hago", comentó.

 

De la bolsa de la camisa colgada en el horcón que sostiene una galera de la casa, saca un par de bolas verde claro que crecen entre las flores de las que hablaba. Tienen las cicatrices de apenas dos ralladas. Esta temporada de secas o de riego nunca es tan buena como la de lluvias que ya se acerca; ésas aguantan más restregadas.

 

Cultivar la flor, según José, ahora no es tan redituable, pero siempre hay quien compre la cosecha por encima del durazno y aguacate que también siembra. “No está a buen precio, ya tiene como unos 15 años o más que estaba mejor pagada. Ya nomás la siembra uno porque no hay otra forma de trabajo”, explica.

 

José, realmente no es José, y la flor que cultiva en la Sierra de Guerrero no es cualquier flor. Es amapola. Allá la gente siembra maíz, frijol, aguacate y durazno para comer;  y amapola para tener con qué comprar lo demás. 

 

 

El cultivador de 64 años narra sobre el mal necesario en la región bastarda del estado –el Congreso local se niega a darle nombre y apellido: octava región de Guerrero. El único gran proyecto contemplado es la siempre prometida y nunca cumplida carretera de Filo Mayor–, parado a espaldas de una hilera de cerros con abundantes árboles tan juntos como abejas en un panal. Entonces, el sol del martes 3 de mayo ya era tímido, y el aire comenzaba a enfriarse. 

 

Las temperaturas bajas de la Sierra dan la posibilidad de que se den las frutas crujientes y jugosas (manzana, pera, durazno y aguacate), y crezcan los encinos, fresnos, ailes y la amapola.

 

El borde boscoso que nace desde antes de Filo de Caballos (Leonardo Bravo) y termina hasta Vallecitos de Zaragoza (Zihuatanejo) es Filo Mayor: la Sierra de Guerrero. Oficialmente, es una extensión de unos 3 mil kilómetros cuadrados de la cordillera más alta de la Sierra Madre del Sur, donde se relacionan 14 municipios de cuatro de las siete regiones del estado. O dicho por el comisario municipal de Filo de Caballos, Arturo López Torres, es una región de mil 280 comunidades con 50 mil habitantes dedicados, principalmente, a sembrar amapola.

 

La parcela de José, que debe ser de poco más de 20 metros cuadrados, produjo 360 gramos de goma de opio. Nunca siembra más aunque tenga 24 hectáreas de terreno. La parcela "es un terrenito angosto, donde no te vea tanto el helicóptero, donde no se explaye uno", dice para compartir  su estrategia.

 

Sus flores casi no la libran esta vez de el boludo como llaman los lugareños al helicóptero del Ejército que destruye con herbicidas sus sembradíos de amapola y un poco más. "Si no, imagínese", dijo de la infortuna que viven otros. A la parcela le invierte regularmente 3 mil pesos porque hay que abonar las plantas hasta dos o tres veces durante los cuatro meses que tarda en madurar el opio. Y genera una ganancia menor de los 2 mil pesos: con 13 pesos por gramo que le ofrecieron reunió 4 mil 680 pesos.

 

''Que nos den proyectos''


El jueves 29 de abril gente de la región bloqueó por más de 10 horas la autopista del Sol en Chilpancingo pidiendo que el Ejército deje de fumigar sus plantíos. Servando de Jesús Salgado Guzmán, el líder de transportistas que se le ve desde el año pasado con la Unión de Pueblos de la Sierra, los coordinó esa vez. Se sabe que es uno de los siete desaparecidos de ese día, al menos eso sostienen los familiares.

 

Ese jueves, Salgado Guzmán aseguró  que sin ayuda de nadie “limpiaron” la Sierra de malhechores, porque el gobierno lo único que hizo es detenerlos en Puebla y Querétaro. En esos dos lugares coincidentemente cayeron dos líderes del cártel local de Los Rojos: a José Nava Romero lo mataron en un pueblo de San Andrés Cholula, Puebla, en junio de 2013, y un año después, aprehendieron a su hermana María de Carmen, en Santiago de Querétaro, entonces con el mando del grupo.

 

Entre los infortunados a causa de que el boludo se apareciera hace unos días están Mario y su tío –Mario tampoco es Mario, pero para hablar de la siembra el compromiso fue no citar sus nombres–, son de una loma más abajo que la de José, donde también florea tres veces al año la amapola, la color morado (o púrpura) más. Cada vez que recuerda su suerte se toca la cabeza porque le invirtió mil 500 pesos, al menos un mes de gastos de la casa:   

“Lo que estamos viendo es que ya no va a ser negocio lo de la amapola. Lo que quisiéramos es que el gobierno nos diera esa preferencia, pues, de que nos dé buenos proyectos, para que dejemos eso, porque en la Sierra dónde vamos a… porque, dónde ves gente que estén trabajando…si no es eso qué cosa, pues, ¿cómo vamos a mantener a nuestros hijos?”.

 

''Estudiar para no dedicarse a eso''

Mario tiene 32 años y es padre de cuatro hijos, el más pequeño tiene apenas un año, quien, dice, casi no nacía, porque su madre estuvo a punto de morir en la ambulancia que la trasladaban del hospital comunitario más cercano a Chilpancingo, porque no hubo médico que la atendiera. Los servicios de Salud y Educación es otra carencia que se suma a la lista.  

 

El mayor ya es un adolecente de 15 años que estudia el bachillerato que recién abrieron por la región, el único. “Yo sí quiero que estudien, pa’que no se dediquen a esto (se refiere a la siembra de la amapola)”, soltó. Él apenas y estudió la primaria.

 

Ya lo había dicho el comisario de Filo de Caballos: “para los jóvenes no hay opción en la Sierra”. O don José, que hablaba de la imposibilidad de llegar a ver en la región una compañía como la que lo empleó en el gabacho los años que estuvo allá y reconocía que su hijo de 23 años, uno de los más pequeños de los 10 que tuvo, plantaba cuando no encontraba trabajo de albañil. O el tío de Mario que se pregunta cómo en la Sierra, con la diversidad de madera no existe un aserradero en el que los empleen.

 

En la Sierra hay diferentes cultivadores de amapola: los huerteros y los peones. El huertero, tiene sus propias tierras ejidales y siembra además durazno y aguacate. El peón siembra en las tierras comunes del ejido su parcela de amapola y sus surcos de maíz y frijol. “Los huerteros son los que nos alivianan tantito, cuando nos alquilan pa’ cortar la fruta”, aclaró Mario.

 

Pero en la estructura del narcotráfico, el comisario de Filo de Caballos define al cultivador de amapola en la Sierra como el “peón de peones”, y necesaria mientras no haya otra fuente de ingreso.

 

La siembra de amapola en la Sierra es tan normalizada que hasta la señora del único comedor del pueblo donde vive José, al darse cuenta que un grupo de reporteros quieren saber de la siembra del enervante celebra con un ¡qué bueno!. “Para que sepan que aquí cuando no se siembra eso, no se vende ni un refresco”, dijo la también tendera.

 

Mario estuvo en el bloqueo de la autopista del Sol del jueves y acuña la versión del comisario que más bien parece el líder de la Sierra de que la protesta es porque se cansaron de esperar el fertilizante que les prometió gratis en campaña el gobernador Héctor Astudillo Flores. –La siguiente temporada de la siembra de la flor es en junio–. Pero dice que para ir hasta Chilpancingo le dieron, sin revelar quien, para “una comidita y un refresquito”.

 

Todos los cultivadores de la Sierra tienen cierta precaución de no llamarle a las cosas por su nombre. Don José, por ejemplo, deja hasta el final la identidad de los armados:

­–Oiga, ¿quiénes son, de Los Rojos?

–De los contrarios – ¿De los Guerreros Unidos?, pregunta uno de los reporteros.

–Ésos. 

 

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