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Se volvieron rescatistas, se hacen llamar Los Tlacoaches

El sismo del pasado 19 de septiembre hizo emerger su valentía; el riesgo no los detuvo. Su motor fue la solidaridad y el deseo de salvar vidas

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Escrito en ESPECIALES LSR el

Oswaldo, Andrea, Ricardo y Saúl se conocieron durante las labores de rescate en el multifamiliar del ISSSTE Tlalpan. Fueron brigadistas civiles, rescataron a varios sobrevivientes de entre los escombros. Antes del sismo sus vidas no se cruzaron. La tragedia los unió. Ahora forman parte del grupo Tlacoache y quieren profesionalizarse para apoyar en cualquier emergencia. 

Sigue aquí toda la información de del sismo de 7.1 grados 

No tenían experiencia en rescates. El sismo del pasado 19 de septiembre hizo emerger su valentía. El riesgo no los detuvo. Su motor fue la solidaridad y el deseo de salvar vidas. Dicen que los días después del temblor fue apenas el comienzo. Su ayuda continúa, no se ha apagado. 

Oswaldo Alanís García es maquilero de traje sastre de dama. El día del sismo estaba en Ecatepec, Estado de México. Al enterarse de los colapsos se trasladó como pudo al Colegio Rébsamen, llegó antes de las 19:00 horas. Por su corpulencia, pesa 64 kilos y mide 1.71 metros, se postuló para meterse de cabeza entre los recovecos de los escombros. Ayudó a rescatar a varios niños. 

Oswaldo y Andrea, los fundadores de los Tlacoaches

En el Rébsamen conoció a Andrea Estévez Rodríguez, una mujer que fue sobrecargo en Mexicana de aviación, habla varios idiomas y es dueña de una estética.  Pesa 67 kilos y mide 1.73. También fue voluntaria entre los recovecos del colegio y multifamiliar. Su complexión le permitió meterse en los túneles. Además de rescatista fue traductora de los brigadistas internacionales. 

“Nos volvimos locos y quisimos ayudar de alguna manera. Yo y Andrea, por nuestra corpulencia fue fácil meternos en ciertos lugares de cabeza y pecho tierra. Siempre entré por delante entre los escombros y ella, atrás de mí, es una guerrera. Estuvimos adentro, yo la cuidaba y ella a mí, para poder llegar y escuchar ruidos”, cuenta Oswaldo.  

Ellos hicieron mancuerna. Primero estuvieron en el Colegio Rébsamen y después en el multifamiliar Tlalpan. Son los fundadores de los Tlacoaches. Eran los que hacían la primera señal desde debajo de los escombros cada vez que tenían indicio de vida para la gente que estuviera afuera, guardara silencio y poder percibir si alguien rasguñaba, o daba tres golpes o pateaba. Había micrófonos de alta definición y cámaras infrarojas. Necesitaban silencio total. 

“El más mínimo ruido que hicieran, nos detectaba calor y si nos detectaba más de 23 grados, pues había muchas posibilidades de que hubiera vida. Cuando era menos de esa medida, eran personas que estaban muertas por asfixia o hipotermia. Después de detectar algo, la Marina se encargaba de sacar a la persona”.

Para Oswaldo fue “bonito” el apoyar en rescatar vidas. El poder estar en ciertos momentos. En el multifamiliar, en Álvaro Obregón, y Colegio Rébsamen. “El decir aquí podemos sacar a alguien con vida. El meternos en lugares muy pequeños. Había veces que teníamos miedo, pero con valentía y tenacidad sabíamos que rescataríamos a alguien con vida y en muchas ocasiones no lo logramos”. 

La labor que realizó Oswaldo le dio la oportunidad de vivir experiencias que nunca pensó que atravesaría. 

“El poder valorar mi vida propia y la de los demás. Eso me deja un gran sabor de boca. En estas tragedias me gustaría seguir apoyando. Hacemos hincapié, yo y mi equipo, a que el gobierno nos brinde la oportunidad de poder actualizarnos. Si no lo sabíamos, ahora lo sabemos y eso es nuestro motor”. 

Señala que a partir de la conformación del grupo Tlacoache se han acercado otros civiles para brindarles capacitación. En cambio, el gobierno los ha ignorado. No han recibido apoyo ni reconocimiento. 

“De la gente civil hemos recibido todo el apoyo necesario. Salíamos de los túneles y la gente nos aplaudía, para mí fue algo maravilloso. Las enfermeras nos ponían suero, nos curaban los golpes o vendaban. No importa que las autoridades no nos ayuden. Vamos a seguir apoyando”.  

El grupo de rescatistas Tlacoache está integrado por alrededor de 17 personas. Apenas la semana pasada los invitaron a participar en un taller para continuar en el aprendizaje.

El chofer de Uber que ayudó a coordinar las labores

Ricardo Zarco tampoco pertenecía a ningún grupo de rescatistas. Fue la circunstancia. Después del sismo escuchó en la radio que se había caído una escuela en Villa Coapa. Es chofer de Uber y luego de verificar que su hijo estuviera a salvo, fue al Colegio Rébsamen a apoyar a la remoción de escombros o lo que se necesitara. 

El 20 de septiembre llegó al multifamiliar. Ahí conoció a Andrea y Oswaldo, quienes también habían estado en Rébsamen.  

“Estuve prestando el apoyo y las personas que nos estuvimos viendo con los días formamos el grupo de los Tlacoaches. Alguien se le ocurrió el nombre, pudo haber sido cualquiera”. 

Ricardo estuvo de carpintero, de rescatista, de topo, coordinó a las personas para que no se hiciera caos, liberó áreas de escombro. Hizo de todo. 

“Aunque los últimos días sí fueron netamente de topo. Ante la circunstancia lo pude hacer. Teníamos todos los recursos, había herramienta, equipo para protegerse. Había mucho riesgo. En ese momento no importaba. La prioridad era salvar vidas o ayudar a rescatar a alguien. Era una emergencia”. 

Comenta que esto no ha terminado. “Es algo que se sigue procesando en mi mente. Hay personas que siguen teniendo esa necesidad de apoyo. Esto solo es el principio. Las labores de rescate fue la parte más trágica, el saber que había personas con vida atrapadas. Y esa era la premura en ese momento, hacer todo lo que podía para sacarlas”. 

La experiencia de solidaridad y apoyo sigue latente. “Esto no es problema de los que perdieron a sus seres queridos. Esto lo tomo como un problema de todos. Hay que darle seguimiento para ver que a los damnificados les lleguen los recursos, que no estén viviendo en la calle, en los albergues. Es algo muy triste también. Que la gente tiene que vivir a un lado de su edificio para nadie se meta para robarles sus cosas. Esa es la parte fea”. 

El politécnico que se convirtió en Tlacoache

Saúl Zárate Reuters es ingeniero civil del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Apoyó en el multifamiliar de Tlalpan a partir del miércoles 20. 

“En todo lo que se podía, en cargar polines, apuntalar, apoyar en todas las brigadas que necesitaban como desalojar escombros, colocar las escaleras, bajar o subir herramientas”. 

Él llegó a Ciudad Universitaria y de ahí se movió para el multifamiliar. También tiene conocimiento en montañismo, en hacer nudos, arneses. Técnicas de rescate. Primero se anexó a la brigada del comandante Cienfuegos y luego se sumó a los Tlacuaches. 

“Vi cosas muy tristes, fue impactante ver el edificio colapsado y trabajar, primero a oscuras. Aunque el trabajo fue muy óptimo, laborar con personas que no conocíamos. Nos entendimos perfectamente”.

El vecino del multifamiliar rescatista 

Alejandro Rafael Mavarack Flores desde hace 12 años vivía en el multifamiliar Tlalpan en el edificio 2B. A diferencia de los demás voluntarios, él era vecino y rescatista profesional. No forma parte de los Tlacuaches.

Una noche antes del sismo del 19S, llegó de Oaxaca luego de haber estado varios días para apoyar por el temblor del 7 de septiembre. En el momento que se movió la tierra salía de su edificio y vio cómo se cayó el 1C. Desde ese momento comenzó a ayudar con tan solo sus manos. Su equipo no lo tenía cerca.

“Cuando temblaba vi como los edificios bailaban, escuché el estruendor del 1C y en cuanto terminó el sismo, me subí a las losas derrumbadas. Trepé a un árbol y salté a los escombros, con un tubo de agua comencé a romper los muros”. 

Una vecina de nombre Alma fue la primera en salir de los escombros. Ella vivía en el cuarto piso y fue con la que tuvo contacto al colapsarse la torre. 

“Cuando me subí a la losa, comencé a gritar si alguien me escuchaba y con un tubo de agua rompí el cemento. La saqué en 20 minutos. Y por su departamento me metí, había espacios vitales y fue desde donde pude operar. Me metí desde el martes cinco minutos después del sismo y salí hasta el domingo a las 4 de la madrugada. Estuve cinco días dentro de la estructura”.  

Señala que es complicado ver a sus vecinos sin casa en campamentos afuera de los edificios, conocer las historias de las personas fallecidas de primera mano. 

“Me duele mucho, vivo aquí y no me he movido en todo el mes. Es bastante fuerte y delicado. Es como un duelo. También la pérdida de su patrimonio se sufre porque es el esfuerzo de toda una vida”. 

Es rescatista desde hace 12 años. Tomó cursos en Estados Unidos. Ha trabajado sólo en México.  Antes del sismo era independiente. Después, voluntarios que ayudaron en la emergencia del multifamiliar se acercaron a él y le dijeron que querían aprender. Ahora arma un grupo con ellos para formar un equipo más consolidado. Todavía no tiene nombre.