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Villas de Salvárcar: así se criminalizó a las víctimas de la guerra contra el narco

Especialistas abordan la temática de violencia de Ciudad Juárez desde distintos aspectos; coinciden en que el Estado criminalizó a gran parte de las víctimas en un afán de dar resultados

Escrito en ESPECIALES LSR el

CIUDAD DE MÉXICO (La Silla Rota)- Afuera de la casa marcada con el número 1310 de la calle Villa del Portal hay una cruz de madera, y donde hay una cruz, regularmente, hay un recuerdo que duele. Bajo esa cruz hay quince piedras, cada una con un nombre pintado, quince nombres, quince recuerdos, quince dolores. Una ciudad, Juárez; una colonia, Villas de Salvárcar. Una masacre que a pesar de los años, de la impunidad, de las cifras extensas de asesinatos, es parte de la memoria colectiva de una ciudad violenta y violentada.

 

Cerca de la media noche del 31 de enero de 2010 un comando compuesto por al menos cuatro vehículos y veinte hombres se detuvo frente a la casa aún sin cruz, en la que alrededor de 50 adolescentes y jóvenes festejaban un cumpleaños, de los autos bajaron hombres armados que abrieron fuego contra los asistentes, de los que quince no se levantarían y cuyo nombre se grabaría en una piedra bajo una cruz, lo demás es posiblemente indescriptible, intentar captar el pánico, el asombro, la impotencia y la confusión; lo que siguió, el dolor, el llanto, la frustración, un relato imposible porque hay dolores para los que no se crearon palabras.

 

 

En una gira por Japón, al entonces presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, se le facilitó el don de la interpretación y en una declaración pública dijo que los jóvenes asesinados en Villas de Salvárcar, al otro lado del mundo para él en ese momento, eran pandilleros, así, el crimen quedaba justificado bajo la lógica de que “si los mataron es porque en algo andaban”.

 

El 11 de febrero de ese año, todavía en el novenario a los muertos, Felipe Calderón visitó aquella ciudad fronteriza. De todo lo que haya podido pasar en esa visita hay un momento que conmovió al mundo, lo conmovió y mandó un mensaje claro, de los miles de asesinatos registrados en Ciudad Juárez una capa de la sociedad cargaba a la mayor parte de los muertos y la impunidad era factor común, eso le reclamó Luz María Dávila, de frente, al presidente. Ella que perdió a sus dos únicos hijos en aquella casa de la cruz, dos estudiantes, uno del CBTIS 128 y el otro de la UACH, ambos que, para Calderón, eran pandilleros.

 

 

Luz María se levantó de su lugar para decirle a Calderón, entre políticos y periodistas y un guardia que intentó apartarla, “yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es. Nadie lo es. Porque aquí ya son más de dos años que se están cometiendo asesinatos, se están cometiendo muchas cosas y nadie hace nada. Y yo quiero que se haga justicia, no nada más para mis dos niños, sino para todos los demás niños. Yo no puedo darle la mano y decirle bienvenido porque para mí no es bienvenido. Aquí Juárez está en luto. Quiero que usted se retracte de lo que dijo, que eran pandilleros.

 

Le apuesto que si a usted le hubieran matado a un hijo, usted debajo de las piedras buscaba al asesino, siendo que como yo no tengo los recursos, no los puedo buscar… en mi casa están tendidos ahorita, ahorita estamos en el novenario”.

 

Póngase en mi lugar a ver que siento yo. Quiero que se ponga en mi lugar ahorita que estoy sintiendo”, esa tarde Luz María se retiró, seguramente al novenario de sus hijos, entre aplausos del auditorio, el presidente que sólo asintió a todo mientras ella habló, también aplaudió a su salida, Margarita Zavala, entonces primera dama, golpeó una vez las palmas ante la confusión.

 

Menos de nueve meses más tarde, el viernes 22 de octubre de ese 2010, a las 10: 45 de la noche el Sistema de Emergencias recibió una llamada. En dos domicilios en la colonia Horizontes del Sur, de manera simultánea, grupos armados abrieron fuego contra asistentes a una fiesta. El saldo fue de 13 asesinados y 15 heridos.

 

 

Entre 2008 y 2015 hubo 14 masacres: 121 muertos desarmados que, generalmente, festejaban algo, Juárez fue la ciudad que pasó del festejo al velorio intempestivamente, una y otra vez. Y las víctimas, para la versión oficial, casi siempre eran criminales, según Teresa Almada, directora del Centro de Asesoría y Promoción Juvenil.

 

“En general nuestros jóvenes fueron duramente criminalizados en esos años y esto pues es sólo una muestra de una situación que se vivió y bueno, de alguna manera ser joven y pobre era señal de poder ser detenido, tenemos varios casos de jóvenes que fueron detenidos injustamente, convertidos en chivos expiatorios, torturados, frente a una administración que buscaba entre comillas dar resultados rápidos, entonces, pues es como parte de una etapa muy dolorosa en Ciudad Juárez cuyas huellas han sido muy profundas”, dijo Almada.

 

Tanto Horizontes del Sur como Villas de Salvárcar son zonas periféricas de la ciudad. Ambas nacieron luego que se decidió expandir la ciudad hacia las orillas, hasta donde se empezaron a instalar parques industriales poblados de maquiladoras que llegaron, como el caso de Electrolux, en 2005, para emplear a miles de obreros. Los fraccionamientos se construyeron sin las condiciones necesarias, calles sin pavimento, transporte deficiente y en puntos inexistente, pocas escuelas y espacios públicos. Luego de la recesión económica y de violencia de 2009, alrededor de 230 mil personas abandonaron la ciudad, según reportes periodísticos. En un contexto precario y violento crecieron miles de jóvenes que fueron vistos como amenaza por una parte de la sociedad.

 

Por ejemplo, el entonces secretario de Seguridad Pública de Ciudad Juárez, Julián Leyzaola, declaró el 26 de marzo de 2012: “Es necesario procesar a los criminales, tratarlos como lo que son, hablar su lenguaje”, y siguió diciendo “esta escoria utiliza diferentes métodos, pero el más común es dejar un papelito con un número de teléfono y la solicitud de que el dueño del negocio llame ese número. Es ahí cuando inician la extorsión”. En el Tribunal para Menores en 2013 había una sección de mujeres, ahí había alrededor de 8 menores de edad, unas estaban por secuestro y otras por extorsión, la combinación de factores en casi todos los casos fue pobreza, marginación, falta de oportunidades de educación, desarrollo en un entorno sumamente violento. Ellas son las que merecen el adjetivo “escoria” que usó aquella vez Leyzaola.

 

 

“En parte es el desarrollo urbano, pero también el abandono y la pobreza y la violencia y todas las condiciones en las que han crecido muchos de los adolescentes y jóvenes en los barrios y también como los gobiernos pues han criminalizado históricamente a muchos de estos grupos”, mencionó Teresa Almada.

 

En cuanto a la criminalización de las víctimas la especialista dijo que: “Culpar a las víctimas es un recurso fácil de la autoridad, culpo a las víctimas y así ya no tengo nada que investigar, ya doy por hecho que las víctimas pues se lo buscaron no, y es una justificación frente a una responsabilidad del Estado de garantizar la seguridad de todos sus ciudadanos, independientemente de que sean delincuentes o no”.

 

Uno de los ejes principales de la campaña hacia la gubernatura en Chihuahua de César Duarte, fue la promesa de dar cadena perpetua a secuestradores y extorsionadores, crímenes que iban al alza en ese 2010 y que afectaban, principalmente, a empresarios y en general personas de una clase económica alta. Ganó las elecciones y a dos semanas de tomar posesión y un día después de la masacre de Horizontes del Sur, en una rueda de prensa sobre la reciente matanza, el sábado 23 de octubre dijo sobre la entrada en vigor al siguiente día de la prisión vitalicia: “No tengo duda que al momento que tengamos la agilidad de imponerle cadena perpetua a un secuestrador en Chihuahua, se limitarán mucho aquellos que han estado explorando como una actividad ilícita la incorporación de muchos que no tienen alguna alternativa de empleo o de oportunidad”, y dejó claro el castigo, no la solución al problema de la falta de empleo y oportunidad.

 

La guerra contra el narco que inició el presidente Felipe Calderón Hinojosa y que llegó a Chihuahua bajo el nombre de Operativo Conjunto Chihuahua en marzo de 2008, llevó a Juárez a entrar en la triste liste de las ciudades más violentas del mundo y a registrar alrededor de 10 mil homicidios en cuatro años.

 

 

Ese día, uno después de la masacre de Horizontes del Sur enmarcada en el año más violento de la historia reciente de Ciudad Juárez, el gobernador dijo convencido “Chihuahua Vive”.

 

Para el sociólogo investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Salvador Salazar hay un grupo aún más marginado dentro de los jóvenes pobres, los que cumplieron una sentencia: “Tienes a estos chavos que están saliendo de los tutelares enfrentándose a una situación muy creciente de una fuerte criminalización donde ser joven es ya de entrada ser sospechoso de que estés vinculado a algo y sobre todo jóvenes pobres de zonas marginadas, vulnerables y segundo, con una fuerte estigma de alguien que pasó por el cumplimiento de una sentencia. Y el problema del sistema es que donde carga la culpa es en el individuo, el chavo es el que dice ‘no pues yo la cagué, y no la hago’, no pues ya valió madre, simplemente no se puede y eso es lo perverso del sistema como tal, porque realmente no hay las condiciones ni de estructura, ni institucionales, ni de las políticas pues para que cuando salgan enfrenten efectivamente o ubiquen o permitan colocarse frente a un proyecto de vida que a mediano y a largo plazo les dé estabilidad”.

 

En un estudio del Colegio de la Frontera Norte realizado por el investigador Salvador Cruz y titulado Homicidio Masculino en Ciudad Juárez. Costos de las masculinidades subordinadas, se advierte otro aspecto a tomar en cuenta para entender la violencia desatada en la ciudad, la corrupción y el contubernio de las autoridades y los grupos criminales.

 

“Se advierte una tradición histórica de corrupción de autoridades y empresarios, de subversión de la ley en este territorio, de percepción social de ausencia de ley, lo que la convierte en un espacio propicio y favorable a la delincuencia”.

 

Además la precariedad aparece para este investigador como una base de la criminalidad, entonces el modelo económico y la mala distribución de la riqueza entra como eje fundamental de la conducta violenta. “Un factor estructural de la violencia social lo constituye la política económica que implementó modelos de desarrollo que generaron mayor precariedad de los indicadores de bienestar social como la educación, la vivienda, la infraestructura urbana, la salud y el trabajo”.

 

Sin ver todos los aspectos que generaron la violencia y los homicidios que en su mayoría se registraron en zonas pobres de la ciudad, en hombres y en un rango de edad de entre 15 y 29 años, sin registrar eso, entonces sería fácil decir “en algo andaba”.

mlr