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Ser mujer y madre en la cárcel

Más de 500 niños viven en la cárcel con sus madres, pero deben separarse de ellas al cumplir seis años

Escrito en ESPECIALES LSR el

OAXACA, Oaxaca (La Silla Rota).- Aleida, como ha pedido ser llamada, dice que fue encarcelada sólo porque quería conocer Oaxaca. La joven de apenas 19 años tiene una pequeña de 4 meses y está recluida desde hace más de medio año en el penal de Tanivet, Tlacolula, acusada del delito de cohecho (soborno a la autoridad), delitos contra la salud y robo.

 

Su sueño fue visitar Oaxaca, conocer y pasear. Cuando se le presentó la oportunidad, invitada por un  amigo, Aleida no lo pensó: tomó su maleta, salió de su casa en Monterrey, Nuevo León, en un intento de olvidar momentáneamente los problemas con su madre.

 

"Fuimos a Huatulco, conocimos Montealbán, pero cuando bajamos a la capital, una noche para cenar con mis amigos en una 'troca', en el municipio de Santa Lucía del Camino nos detuvieron policías estatales y ministeriales", recuerda y detalla su su detención, aquel 18 de mayo de 2016.

 

Con tres meses de embarazo, la joven y sus tres acompañantes fueron bajados del vehículo, sometidos y por poco maltratada. Un grito sobre su estado de salud detuvo a los uniformados.

 

“Nos tiraron boca abajo y pretendían (policías) que nos encorvaramos pero yo no podía porque estaba embarazada, fue cuando dos agentes se hicieron cargo de mí, una de ellas se portó prepotente y la otra la apoyó. Nos trataron de una fea manera, y aunque no somos de aquí no nos permitieron una llamada, ni tampoco nos asignaron un abogado".

 

La juventud le salta por los poros, su inexperiencia; su rostro alegre y sus rasgos delicados; sin embargo, dice estar desesperada porque enfrenta un proceso por cuatro delitos que -asegura- no cometió y no tiene la forma de demostrarlo, porque no cuenta con una buena defensa ni dinero para conseguir otro abogado.

 

 

Originalmente, la  mujer ingresó por el delito de cohecho, pero al paso de las semanas se le sumó el delito contra la salud por una "grapa" que supuestamente le sembraron, así como el de robo, en un hecho en el que asegura no participó. "Dicen que quería sobornar a la autoridad pero no hay pruebas, enseguida me cayeron otros procesos y las personas que me acusan son fantasmas, es la fecha que no se presentan a declarar".

 

Aleida forma parte de las 180 mujeres Personas Privadas de su Libertad (PPL) en el penal de Tanivet, Tlacolula, ubicado a casi 40 minutos de la capital oaxaqueña. Del total de ellas, 11 viven con sus hijos.

 

La madre de Aleida vive en Monterrey y visita a la joven  cada cuatro meses, si bien le va. "Yo me salí de mi casa porque tenía problemas, la pareja de mi mamá quería abusar de mí. Y cuando me invitaron a venir a Oaxaca, encontré la oportunidad que esperaba, no lo pensé, pero qué equivocada estaba".

 

Los otros tres jóvenes que acompañaban a Aleida también se encuentran privados de su libertad: una joven se encuentra en el Cereso de Tanivet y los dos hombres en el penal de Miahuatlán.

 

La joven menea una carriola donde descansa una pequeñita para evitar que se despierte con los ruidos que hacen el resto de los menores en la biblioteca del penal; menciona que su temor es que se le sigan sumando más delitos y no poder defenderse para demostrar su inocencia.

 

En la biblioteca, donde acuden habitualmente las madres con sus hijos, se escuchan llantos y gritos de otros pequeños. Aleida cuenta que su maternidad le ha dado las fuerzas suficientes para seguir adelante, "pero las autoridades son corruptas, tienen en las cárceles a personas inocentes y los verdaderos malos están afuera".

 

La joven niega que su visita a Oaxaca haya sido, efectivamente, para traficar drogas o prostituirse; del padre de la pequeña nada sabe y su destino -como el de muchas mujeres que enfrentan procesos penales- es incierto.

 

Para esta chica no hay Día de la Mujer que celebrar mientras no exista el respeto hacia sus derechos, sea o no culpable de los delitos que se les imputan. 

 

 

Mujeres presas en México

En el país hay 549 menores de seis años viviendo con sus madres en algunos de los centros penitenciarios del país, según el Censo Nacional de Gobierno, Seguridad Pública y Sistemas Penitenciarios Estatales 2015, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía Inegi).

 

El informe reporta que en seis entidades hubo más de 30 menores que acompañaron a sus mamás en prisión. La Ciudad de México concentra 19 de los casos, con 105 niños; le siguen Veracruz con 52, Guerrero con 51, Tamaulipas con 41, Estado de México con 32 y Chiapas con 31. Por el contrario, Sonora Zacatecas y Tlaxcala, reportan menos de cinco casos.

 

Respecto a la edad, 69.7%  tienen un año o menos y el resto 30.3% iba de los dos hasta los cinco años. A partir de  los seis años, los niños ya no pueden permanecer en la cárcel.

 

En el penal de Tanibet, Tlacolula, están recluidas 180 mujeres por diversos delitos, pero los más comunes: homicidio calificado, secuestro agravado y robo con violencia. De ellas 138 están privadas de su libertad por delitos del fuero común y 42 del fuero federal.

 

Del total, 11 mujeres habitan en el penal acompañadas por sus hijos, cuyas edades van de los 1 a 3 años de edad, que es hasta donde permite la ley que permanezcan con sus madres; solo hay un caso de un menor de seis años que aún continua en el penal debido a que padece parálisis cerebral y su condición exige la atención de su madre. El resto, al cumplir los tres años de edad serán canalizados al DIF estatal, quien hará contacto con sus familiares para hacerse cargo de ellos.

 

Los menores, también padecen las consecuencias de la situación que viven sus madres al interior del penal, puesto que de los 11de ellos padecen desnutrición moderada, uno más desnutrición leve y uno con parálisis cerebral, cuyo tratamiento recibe al interior de este centro, detalló el médico pediatra, Carlos López Allende.

 

De estas mujeres, también resaltan 21 mujeres indígenas hablantes de dialectos que a lo largo de los años ha podido aprender a comunicarse en español, pues muchas no entendías su situación.

 

Está en la cárcel por matar a su bebé, pero desea ayudar a su otra hija 

Daniela desvía la mirada con cada pregunta, responde serena y en su voz ninguna connotación de remordimiento, por lo menos uno luego de haber sido acusada, juzgada y sentenciada a 40 años de prisión, la pena máxima, por el asesinato en contra de su hijo de 5 años de edad.

 

Nueve años han pasado después de haber sido internada en el Centro de Readaptación Social de Tanivet, Tlacolula,  para ella una eternidad que acepta con resignación, pero espera salir algún día libre.

 

En 2008, Daniela N. fue detenida por elementos de la Policía Ministerial luego de una denuncia interpuesta en su contra por el asesinato de su hijo de 5 años. Después de varias declaraciones, la mujer, que en ese año contaba con 25 años de edad, confesó haber inyectado al menor con thiner, al no hacer efecto le dio a beber jugo con raticida y después lo volvió a inyectar con gasolina, finalmente  terminó por estrangular al pequeño y con ayuda de su pareja sentimental, un chófer de taxi, desaparecieron el cuerpo entre los montes de la Sierra Juárez.

 

La mujer menuda de estatura, de tez morena clara, cabello obscuro pero evidentemente maltratado denota por momentos tranquilidad como si no hubiera pasado nada, señala que su error fue por culpa de un "falso amor" que destruyó su vida.

 

"Yo fui  a buscar ayuda a la Procu y de ahí ya no salí, pero de hecho fue con la persona con la que yo vivía, con la que era mi pareja en ese momento", refiere sobre el asesinato de un pequeño inocente.

 

La mujer originaria de San Pedro Quiatoni, Tlacolula, abraza con cariño a una pequeña de dos años de edad: su hija, concebida en el mismo penal, pero omite ahondar al respecto. Sin embargo, de su presunto crimen no demuestra ninguna pizca de remordimiento e incluso asegura que quien lo cometió fue su entonces pareja sentimental.

 

Como la mayoría de las PPL internadas en el Cereso, Daniela enfrenta su pena sola, sin apoyo de ningún tipo, sus visitas son escasas, casi nulas, pues sus familiares radican en la Ciudad de México. Actualmente se mantiene con la elaboración de tejidos y por el apoyo que le brindan organismos para mantener con bien a su pequeña, la que asegura es el motor de su vida después de haber cometido un gran error.

 

 

El asesinato

A Daniela, quien en ese año se despeñaba como trabajadora administrativa de un colegio de paga, la detuvieron en marzo del 2008, luego de que su madre interpuso una denuncia en contra debido después de varias visitas hechas a su domicilio ubicado en la Colonia Álamos del municipio de Santa Lucía del Camino el niño no se encontraba.

 

Derivado de la denuncia Agentes Ministeriales acudieron al domicilio y tras interrogar a la mujer esta reconoció el supuesto crimen. En los separos, dijo haber terminado con la vida de su hijo porque supuestamente no tenía como mantenerlo, pero lo más escabroso fue cuando declaró que odiaba al pequeño porque quería más a su abuela materna que a ella.

 

Tomó una jeringa la llenó de thiner y la inyectó al pequeño, pero al ver que no reaccionaba le dio a beber jugo con raticida y después lo volvió a inyectar con gasolina; afectado por las sustancias tóxicas, el menor empezó a quejar y fue cuando supuestamente la mujer terminó por estrangularlo con un trapo.

 

Con ayuda de su pareja sentimental, envolvieron al menor en una bolsa negra y anocheciendo lo subieron a su vehículo para buscar un lujar donde arrojar el cuerpo. En la curva, a la altura del kilómetro 186+800; entre las comunidades de El Punto Ixtepeji y La Cumbre, Ixtlán de Juárez, donde dejaron el cuerpo a unos 50 metros de profundidad del barranco ubicado en la zona.

 

 

Busca ayuda para su pequeña

En un año más, la pequeña hija de Daniela tendrá que ser separada de ella, pues la ley señala que los niños no pueden vivir en un penal después de los tres años de edad, detalla la directora del Cereso de Tanivet, Elsa Gómez.

 

La mujer espera que el destino de su hija sea mucho mejor que el de ella, que sus familiares o autoridades puedan ofrecer a la pequeña un hogar y un mejor destino que el que decidió tomar por equivocación.

 

kach