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Estadunidenses apoyan a migrantes y rechazan a Trump

México ocupa el primer lugar como país de origen de la mayor parte de la población indocumentada de EU, representa el 52 por ciento

Escrito en ESPECIALES LSR el

SAN DIEGO.- Parado bajo la tenue sombra de un eucalipto, en el fondo del estacionamiento de un Home Depot, Felipe Mago ve pasar las camionetas cargadas con madera, ladrillos, costales de cemento. Pero no se inmuta, sigue tranquilo escuchando música grupera en su teléfono celular.

De pronto fija la mirada sobre una pick up doble cabina con una caja de herramientas empotrada en la caja. Se quita los audífonos; levanta la mano derecha y con la izquierda se aprieta los labios para lanzar un silbido que opaca el ruido del motor V8 de la camioneta.

No sabe quién viaja en su interior. Tal vez sea un contratista o un jefe de obra. Tal vez sea un agente encubierto de Inmigración en busca de trabajadores indocumentados.

Sin tiempo para desconfiar, camina decidido hacia el vehículo, pero su compañero Ernesto –un michoacano bajito pero fornido– le gana el cliente. En cuestión de segundos negocia el pago con el conductor y se sube apresurado a la camioneta.

Felipe y otros dos albañiles regresan pacientemente a sus lugares. “Así es esto, no sabemos cómo nos va a ir”, dice un hombre de cabello blanco y mirada cansada, con marcado acento norteño.

Pero su tranquilidad es solamente exterior, pues el miedo a la deportación, a los abusos de empleadores, y a los problemas de salud derivados del trabajo en la construcción, los mantienen en un estado de constante incertidumbre.

Por si eso no fuera suficiente, un nuevo temor les roba la calma: los ataques racistas y xenofóbicos que se han desatado desde el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales.

“Aquí hay áreas donde te discriminan. Vas pasando y hasta cosas te tiran desde los carros”, denuncia Felipe, un albañil de 45 años originario de Acapulco, que ha vivido y trabajado más de dos décadas en Estados Unidos sin documentos migratorios.

Durante los últimos 17 años Felipe ha trabajado en una empresa de pavimentación. De lunes a viernes se encarga de esparcir asfalto ardiente sobre calles y caminos de San Diego, California. Los fines de semana busca trabajo por su cuenta entre clientes del almacén de construcción.

Durante los últimos tres años su vida diaria ha sido una constante lucha contra el dolor de huesos y músculos, un malestar que atribuye al calor del asfalto que traspasa sus gruesas botas de constructor.

“Yo me quisiera curar, ¿pero cómo lo voy a pagar?” exclama el Migrante acapulqueño. “Tan solo las radiografías me cuestan 1,500 dólares. Es muchísimo dinero, mejor me aguanto el dolor”.

Felipe asegura que su situación migratoria no le permite tener acceso a servicios de salud. También cree que por ser indocumentado él y su familia se encuentran indefensos ante las redadas de inmigración. Pero se equivoca.

No están solos

Es el primer sábado del mes y Osvaldo Ruíz, voluntario de la organización Ángeles de la Frontera, llega al estacionamiento de Home Depot. Abre la cajuela de su auto y saca una caja con botellas de agua, otra con galletas, y un sobre con panfletos informativos que contienen los derechos fundamentales de los migrantes indocumentados.

En el centro del estacionamiento lo espera una docena de personas con víveres, ropa y artículos de higiene personal, empaquetados en pequeñas bolsas de plástico.

Good morning, Buenos días” saluda al grupo de voluntarios, antes de explicar –en inglés– objetivo de la jornada de apoyo y de acercamiento con la comunidad migrante trabajadora.

“En estos tiempos que vivimos es muy importante que la gente conozca sus derechos y estamos aquí para compartirles esa información”, indica el joven activista.

El objetivo principal es distribuir las tarjetas informativas Conoce tus Derechos. La comida y las donaciones son un apoyo adicional que ayuda a suavizan el acercamiento inicial.

“Hay que tener en cuenta que es muy intimidante para ellos estar aquí esperando trabajo”, explica Osvaldo. Por ese motivo pide que solo se aproxime un grupo pequeño. “Tenemos que hacerles saber que no están solos”.

También pide que tengan precaución con los clientes del almacén y otras personas que puedan acercarse. “En muy triste, pero estamos viviendo en tiempos de odio y hay gente que se opone a los que hacemos”, advierte.

Osvaldo nació en California hace 26 años, en una familia de padres mexicanos. Por las mañanas estudia ingeniería y por las tardes trabaja en un café para pagar sus estudios. El trabajo voluntario de fin de semana lo considera “una obligación”, como hijo de inmigrantes y como ser humano.

Con la llegada de Donald Trump a la presidencia y el creciente sentimiento antiinmigrante en la sociedad estadounidense, Osvaldo considera que el apoyo a los trabajadores indocumentados es más importante que nunca.

“Ellos son más vulnerables a la falta de información o a la propagación de rumores infundados porque no tienen mucho acceso a la televisión ni al internet”, explica, mientras se aproxima cautelosamente a Felipe Mago y sus compañeros constructores.

Lo acompaña Kevin Flyn, un voluntario nativo de San Diego y ávido opositor a las políticas migratorias “inmorales” de la administración de Donald Trump.

“Desde las elecciones yo me la pasaba enojado gritando a la televisión, pero muy pronto me di cuenta de que eso no ayudaba en nada, así que dejé mi sofá y me puse en contacto con esta organización que hace un gran trabajo. Ahora puedo hacer algo al respecto”.

El grupo de voluntarios aborda a los constructores con botellas de agua en mano, las cuales son recibidas con una sonrisa de agradecimiento. Después vienen los panfletos y una breve explicación de qué pueden hacer si son detenidos por agentes de inmigración si están en la casa, si están trabajando, en la calle o en el carro

“Es importante que tengan un plan si llegan a ser detenidos”, explica Osvaldo. “Aquí tienen información sobre abogados, pero también dice a donde pueden ir a recibir servicios de salud por si se lastimaron en el trabajo o se enferman. En ninguno de estos servicios se les cuestionará su estatus legal”.

Combatiendo el odio con información

Cada jornada de ayuda la caravana de activistas visita dos o tres almacenes de construcción en los que se reúnen trabajadores migrantes. Linda Feldman, una estudiante de derecho mexicoamericana, acompaña a los voluntarios y se acerca a los trabajadores para advertirles sobre las implicaciones que pueden traer los cambios en las políticas de inmigración.

La Joven activista señala que el Gobierno Federal ha aumentado las facultades de los agentes migratorios, al mismo tiempo que han reclutado muchos más elementos. La falta de experiencia y nuevas atribuciones de los agentes podría resultar en abusos de autoridad y violaciones a sus derechos.

Para Linda estos cambios tienen un claro trasfondo político, ya que desde las campañas los migrantes están siendo utilizados como un enemigo externo, para quitar la atención de problemas domésticos como la economía o la violencia.

“Eso empezó el sentimiento antiinmigrante y la tensión que ahora tenemos con los refugiados y los inmigrantes”.

Roberto, un migrante de Tierra Caliente, Guerrero, con más de treinta años de residencia indocumentada en California, escucha con atención a la Estudiante de leyes y recibe uno de los panfletos que distribuye Osvaldo.

“Se siente la influencia de las palabras de Donald Trump sobre la actitud de las personas” asegura Roberto. “No nos quieren”.

“Yo me siento intimidado y triste, porque en realidad somos gente de lucha, gente de trabajo”, lamenta el Migrante mexicano.

Su estado de ánimo cambia después de platicar con los voluntarios y recibir fruta y un emparedado. “Nosotros no tenemos apoyo, no conocemos a personas que extiendan la mano para ayudarnos. Para nosotros esto que hacen es un privilegio”, dice conmovido.

“Muchísimas gracias, de verdad muchachos, gracias”, los despide afectuoso.