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El deterioro de salud de los padres de los 43

En tres años de lucha por encontrar a sus hijos, padres y madres han sufrido enfermedades que no tenían antes de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa

Escrito en ESPECIALES LSR el

Chilpancingo, Guerrero (La Silla Rota). "Mientras no me dé el sol, todo está bien", dice don Margarito Guerrero sobre la picazón que siente en el cuerpo desde hace un par de años. Él es padre de Jhosivani Guerrero de la Cruz, uno de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa desaparecidos entre el 26 y  27 de septiembre de 2014.

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Desde entonces es uno de los padres más activos en las protestas para reclamar la aparición  de su hijo y los otros 42 estudiantes. Pero su enfermedad, una alergia al exponerse demasiado al sol que le provoca comezón y malestar, amenaza su activismo. No ha podido atender su malestar estar de viaje para seguir en su lucha.

Él, como otros padres del movimiento, ha reflexionado sobre el tema de la salud, sobre todo tras la muerte  de Minerva Bello Guerrero el pasado 4 de febrero, quien murió víctima de cáncer sin saber qué ocurrió con su hijo Everardo Rodríguez Bello. Los padres relacionan el  deterioro en su salud con la espera y la angustia de no conocer el paradero de los muchachos.

Lo cierto es que los tres años y cuatro meses que tienen los padres y madres en busca de sus hijos causaron estragos en su salud, con nuevas enfermedades y otras que se han agravado. 

Don Bernardo Campos, padre de José Ángel Campos Cantor, también ha padecido estragos. Tiene 60 años de edad, y hace unos meses le cortaron dos dedos de su pie derecho a causa de la diabetes que se agravó.  

Uno de sus hijos notó ámpulas en los dedos del pie derecho que no sanaban. Luego, los médicos decidieron que por lo avanzado de su enfermedad, que no había podido atender como debería, lo mejor sería proceder a la amputación. 

Así lo cuenta Bernabé Abraham, amigo de Don Bernardo. Él lo visita asiduamente y comparten un tema en común: Bernabé también es padre de otro chico desaparecido de Ayotzinapa, Adán Abraham de la Cruz.

Hace tres días le comentó que ya se sentía mejor, pero que la herida de la cirugía todavía no sana. “No es tan fácil que se le cierra una herida como esa, por lo mismo de su enfermedad”, comenta Bernabé.  Desde entonces, o sea casi medio año atrás, Bernardo reposa en su casa para rehabilitarse. “Yo le digo que se cuide, que no ande en el sol”, agrega.


La diabetes y la hipertensión, son las enfermedades más comunes entre los padres;  atacaron a más de la mitad, según Felipe de la Cruz, uno de los voceros del movimiento, quien resumió el estado de muchos de ellos con que los años y las omisiones de las autoridades "les ha cobrado la factura".

“Todos los padres estamos enfermos, nos ha ido consumiendo la angustia”, dice Hilda Legideño, madre de Jorge Antonio Tizapa Legideño. La semana pasada al llegar a su casa en Tixtla, después de una actividad en la Ciudad de México, tuvo que atender de nuevo  una infección en la  garganta que se ha hecho crónica, dice, por ir  y venir de climas tan distintos.

En la plática sugiere casos de madres que para ella le resultan más graves que su padecimiento, como el de Genoveva Sánchez, madre de Israel Caballero Sánchez, a quien le inyectan con regularidad insulina para regular sus niveles de azúcar y  sobrellevar la diabetes.

Hilda recordó que las protestas recientes en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en la Ciudad de México, y en Ciudad Judicial, en Chilpancingo, Genoveva comentó que se sentía mal y pidió sentarse un rato. Sus malestares recurrentes, según su compañera, son mareos y dolor de cabeza, además del cansancio físico. “Luego a veces nosotros por estar tan metidos ni damos seguimiento a lo que le pasa a los demás”, dice la madre de Jorge Antonio Tizapa Legideño.

La sicóloga guerrerense Karina Saavedra basó algunos de sus grados académicos en la relación de enfermedades con el estado emocional de las personas, y encontró en algunos estudios médicos que uno de los factores para desarrollar los padecimientos crónicos degenerativos, como son los que presentan padres de los 43 estudiantes desaparecidos, es el impacto emocional.

Además, precisó que enfermedades como la de los padres de los 43 son multidimensionales son generadas por causas como mala alimentación, que estaría relacionada con su activismo y viajes constantes, al que no estaban acostumbrados y para el que no fueron preparados. 

Los padres que se mantienen en el movimiento dejaron de ver con regularidad en las protestas a Yolanda González, madre de Jonás Trujillo González;  su ausencia tiene que ver con que su esposo está enfermo de  hipertensión; la enfermedad poco a poco se ha ido agravando al grado de que tiene que cuidarlo todo el tiempo. 

Cuidados mutuos 

Epifanio Álvarez, el padre de Jorge Álvarez Nava, se siente fuerte y con energía para seguir en el movimiento en busca de su hijo, pero a quien no ve en esa misma condición es a su esposa Blanca Nava, diagnosticada recientemente con ciática, lo que genera dolor, entumecimiento u hormigueo en una pierna. El esposo de Blanca dice que ella se queja de dolores de huesos que no la dejan caminar con la facilidad de antes.

Blanca Nava tiene una relación muy cercana a Carmelita Cruz Mendoza, madre de Jorge Aníbal Cruz Mendoza, porque en el movimiento descubrieron que son parientes. Esta relación profunda que construyeron las mantiene unidas al grado de que una cuida de la otra en sus momentos de enfermedad. En 2015, a Carmelita le dio una parálisis facial, a causa, dijeron quienes la conocen, de la alteración de sus nervios.

Los padres, entre ellos Epifanio, supo que Carmelita, hay ratos en los que va o viene del movimiento según su salud.  “Entre las dos nos cuidamos las espaldas”, dijo Carmelita sobre la amistad con Blanca después de su recuperación de hace dos años.

El médico José Ángel Rebolledo coincidió en el que las emociones pueden ser uno de los factores, no el detonante, del desarrollo de las enfermedades que presentan los padres de los 43, pero sugirió no perder de vista, sobre todo, que si algunos ya las tenían desde antes que ocurriera la desaparición de sus hijos, el estrés puede incrementar su nivel de riesgo.

Aun con los padecimientos que enfrentan, lo que más lastima a los padres es no saber de sus hijos, tal como se lo dijo Minerva Bello Guerrero a su tía Ofelia, una semana antes de morir: "lo quiero ver",  le mencionó en cuanto la vio el día de su visita. Se refería a Everardo, su hijo.

Hilda Legideño, también piensa lo mismo: “realmente yo no me quisiera ir sin saber de mi hijo”.