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Dos científicos paisanos demuestran su talento

Lluvia seca y vehículos autopilotados, su innovación, ambas con reconocimiento internacional

Escrito en ESPECIALES LSR el

CIUDAD DE MÉXICO (La Silla Rota).- Si hubiera que encontrar una fórmula matemática para el éxito seguramente dos de los factores sería la constancia y la necedad, en esto coinciden dos científicos mexicanos que, uno dentro y otro fuera de México, han trabajado para destacar en la comunidad científica.

Sergio Rico Velasco es el químico creador de la lluvia seca –que ha comprobado ser un remedio efectivo para reavivar el campo mexicano y combatir el hambre– lleva más de 10 años intentando hacerse escuchar. Lo ha logrado en otros países como Los Emiratos Árabes, Rusia y la India.

Por su parte, Raúl Rojas González, experto en robótica e inteligencia artificial, salió del país en 1982 para iniciar un camino que lo llevó, en 2015, a ser nombrado el mejor académico de Alemania. Su más reciente trabajo, el automóvil autónomo, promete revolucionar la industria automotriz.

Originarios de un país en el que sólo se invierte .56 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en Ciencia, Tecnología e Innovación –en contraste con el 3.6 por ciento que en promedio países como Japón, Israel, Corea y Estados Unidos destinan a dicho rubro– este par de científicos ha encontrado la fórmula para el éxito en medio de las adversidades. Aquí sus historias.

 

NO SIEMPRE DIOS ESCUCHA

 

 

Incipientes plantas de un vivo color verde brotan en una hectárea de suelo semidesértico de San Luis Potosí. Los campesinos están sorprendidos porque, aseguran, hacía años que la sequía había hecho que de estas tierras sólo crecieran penurias.

Pero todo indica que este año es diferente y que a finales de abril aquí se cosechará avena.

Hasta diciembre de 2014 los campesinos tenían que salir a pasear al santo del pueblo y echar cohetes al aire para invocar la lluvia… eso era antes de que supieran que la lluvia ya se puede sembrar y que la técnica para hacerlo es un invento de Sergio Rico Velasco, un químico mexicano.

En 2002 cuando Sergio recorría el país demostrando a los empresarios una máquina para tratar el agua residual de las fábricas y luego utilizarla en el campo llegó a una feria de Ciudad Guzmán, Jalisco para hacer una demostración.

“En esa exposición no había agua porque se montó en un terreno baldío.  Pero empezó a llover y aproveché el agua que escurría del techo del stand consiguiendo vasos desechables, latitas de sardina y cuanto encontré para lo que ahora llamo ‘cosechar la lluvia’”, recuerda Sergio.

El polímero con el que separaba los contaminantes de las aguas residuales comenzó a absorber el agua de lluvia y a convertirse en una especie de gel con el que Sergio hizo pequeñas montañas.

Se trata de un producto derivado del petróleo, son átomos de carbón que se forman por la unión eléctrica de los iones. Cuando el producto entra en contacto con el agua esos iones se liberan y hacen la acción de un imán, jalan o adhieren las moléculas del agua. Se convierte en un gel con alto contenido de agua.

“Cuando llegó la gente me preguntaron ¿eso qué es? Y yo les dije: esto es lluvia sólida, fue una ocurrencia. Terminó la feria, regresé a México y comencé a pensar qué se iba a hacer con eso, cuáles podrían ser sus aplicaciones”, detalla.

Una cosa llevó a la otra en la mente de este ingeniero químico egresado en 1966 del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Primero pensó que ya solidificada, el agua podía llevarse a cualquier lugar en costales; luego recordó que 80 por ciento de las aguas nacionales se desperdician en el riego de los campos de cultivo y sólo 20 por ciento  se utiliza para las ciudades, la industria y el comercio.

“Otra ocurrencia fue que se podía sembrar la lluvia, ya no esperaremos a que nos caiga de las nubes. ¿Para qué son los sistemas de riego? Siempre se hace con agua en líquido. ¿Cuál es el objetivo? Mantener humedad en la raíz. ¿Qué podemos lograr con la lluvia en sólido? Generar la humedad en forma continua, sin infiltración como el agua líquida, ni evaporación. Siempre va a estar ahí un agua granulada como si fuese hielo picado”… su idea funcionó.

Pero tenía que probar su técnica antes de llevarla a los campos de cultivo. Tomó una tapa rosca de una botella de refresco, la mezcló con un litro de agua y luego con tierra suficiente para una planta de ornato. El resultado fue sorprendente.

¿Cuántas veces a la semana se riega una planta en casa? Sergio descubrió que con su técnica esa planta sólo necesitaría ser regada una vez cada 162 días. Dos veces al año.

 “Con esta técnica una maceta consume 10 litros de agua por año. Sin la técnica esa misma maceta consumiría 420 litros por año y se tendría que regar 52 veces en el mismo lapso de tiempo”, cuenta.

Después de 13 años, esa planta aún vive, la tiene a su lado durante la entrevista, es su primer experimento con la lluvia sólida que lo ha llevado a ser galardonado en diversas ocasiones.

“La fundación Miguel Alemán en 2002 me otorgó el premio en Ecología y Medio Ambiente por el desarrollo tecnológico para manejar la lluvia en forma sólida;  Discovery Channel y la revista Quo también me reconocieron en 2012, como la Mente Ciencia del año”, recuerda orgulloso y no es para menos, la técnica ha resultado ser efectiva en los Emiratos Árabes –donde sembró con éxito semillas de pepino en el desierto–, en Rusia y en la India.

“En la India, con su sistema de riego, a las palmeras de coco les suministran un promedio de 100 litros de agua cada semana. Las palmeras que dejamos con lluvia sólida se les suministran sólo 50 litros cada tres meses”, relata.

En especial recuerda un caso en la ladera del Lago de Chapala, en Jalisco.

“Hay un ejido donde las plantas de maíz empezaron a marchitarse porque dejó de llover. Con la lluvia sólida llevamos a cabo una medida de emergencia: solidificamos agua del lago, la subimos en cubetas y la sembramos entre las plantas. El resultado fue que se levantaron 22 toneladas y media de maíz, históricamente en ese logar lo más que se lograba eran de dos a tres toneladas”, asegura con un tono de satisfacción.

A pesar de los resultados positivos en 13 años las puertas no se abrieron para probar esta técnica de forma masiva en el campo mexicano. Fue a mediados de 2014 cuando José Antonio Rojo, de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados ayudó a que Sergio tuviera una oportunidad.

“Logramos que la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) diera recursos a 57 productores del área de Matehuala para que pudieran sembrar una hectárea de avena con la lluvia sólida”, detalla el científico y agrega:

“Imagínate: en el desierto de Matehuala pero con lluvia sólida y los resultados son extraordinarios. Calculamos que entre el 20 o 25 de abril se va a levantar la cosecha”.

La fórmula para lograr lo que Sergio Rico ha logrado es muy sencilla:

“Necedad, si crees en algo defiéndelo, sé muy necio. Una vez me dijo el sacerdote del pueblo cuando los campesinos dejaron de pasear al santo y de echarle cohetes al aire: ¡ya me viniste a quitar la chamba! Pero no siempre Dios escucha”, y sonríe.

 

EL MEJOR DE ALEMANIA

 

 

En 2020 las empresas del ramo automotriz de Alemania ofrecerán al mundo dos innovaciones: una es la comunicación entre automóviles para estar en contacto con el resto de los vehículos e incluso con los semáforos. Es decir que los autos se podrán comunicar entre ellos con lo que se espera una reducción drástica en el índice de los accidentes.

La segunda innovación es será la tecnología del auto-piloto para carreteras que permitirá que el coche se mantenga en un solo carril, que el conductor quite las manos del volante y las vuelva a poner al entrar a la ciudad o zonas urbanas.

Esta segunda innovación es producto de la curiosidad y el trabajo de Raúl Rojas González, profesor de Inteligencia Artificial de la Universidad Libre de Berlín. Un mexicano que ha sido nombrado el mejor académico de ese país.

De acuerdo con el Banco Mundial, mientras en México hay 389 investigadores por cada millón de habitantes, en Alemania la relación es de cuatro mil 139 por cada millón. Y Raúl Rojas es el mejor de todos. 

“Llegué a Alemania en 1982 para estudiar el doctorado. En aquella época también estuve trabajando en la Universidad Clínica de Berlín como investigador en inteligencia artificial”, recuerda el académico en entrevista vía Skype y va un poco más atrás.

“En 1972 Estudié en el IPN la licenciatura en matemáticas en la Escuela Superior de Física y Matemáticas y también la maestría en física. Luego, en la UNAM, estudié una maestría en economía donde conocí a un profesor de la Universidad de Berlín que me invitó a irme con él a hacer el doctorado”.

El mexicano llegó al Berlín de la Guerra Fría donde se involucró en proyectos que tenían que ver con redes neuronales, así como el desarrollo de computadoras de quinta generación.

“Poco a poco me fui metiendo también en el área de robótica, que empecé a desarrollar en 1999”.

– ¿Cómo es que se dio cuenta que no quería volver a México y optó por desarrollarse fuera de su país?, se le pregunta.  

“No se puede decir que se cautive uno de otro país para no regresar a México. Lo que sucede es que estudia uno el doctorado y después empieza a haber ofertas, una plaza por aquí y otra por allá. Yo tuve una oferta para ir a la Universidad de Berlín, donde me ofrecieron un contrato de cinco años”.

La antigüedad laboral, los contactos, las amistades y las conexiones le abrieron un horizonte de posibilidades distintas a Raúl Rojas, oportunidades que México no le podía brindar.

“Voy muy seguido a México, hasta cinco o seis veces al año. Me invitan a dar una plática, una conferencia o un seminario. Sí me han ofrecido regresar a México  tener algún trabajo en alguna de las universidades del país y sí lo he considerado. De hecho he tenido estancias cortas de investigación en la Universidad de Guadalajara”, afirma.

Pero México aún está muy lejos de ser un país atractivo para atrapar a sus propios científicos:

  • Destina sólo el .56 por ciento del PIB en Ciencia, Tecnología e Innovación, cuando el promedio en países como Japón, Israel, Corea y Estados Unidos es de 3.6 por ciento
  • Los investigadores están envejeciendo, la mayoría de la población del Sistema Nacional de Investigadores tiene entre 40 y 60 años.
  • Al menos 5 por ciento de los becarios del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) consiguen plazas de investigación en otro país.
  • Otra señal del desinterés del gobierno hacia la Ciencia y la Tecnología es que durante el sexenio de Felipe Calderón, el jefe de Ejecutivo dejó de entregar el Premio de Investigación de la Academia Mexicana de la Ciencia.

Sin embargo, Raúl Rojas González es positivo.

“En México la investigación ha progresado mucho desde los años 80 o 90, sobre todo por la introducción del Sistema Nacional de Investigadores que ha hecho que se de mucho valor a las publicaciones y ha provocado que los investigadores en México están más activos”, celebra.

Para el mejor académico de Alemania, el principal déficit de la ciencia en México no está en las universidades sino en la industria.

“Las compañías que producen automóviles, partes de aviones o computadoras no tienen investigación en el país, tienen investigación en la casa matriz en Estados Unidos o Europa. Nunca se les ha exigido que parte de la investigación para producir se realice en México. Sería bueno que se pudieran relacionarse con las universidades para estimular la investigación”, recomienda.

Sin embargo no es suficiente y ve otro paso que es aún más arriesgado. 

“Otra forma de avanzar sería la de darle más peso al Conacyt, no tenerlo como una especie de parte de la Secretaría de Educación, sino convertirla en una secretaría de investigación, una secretaría de Estado”, asegura.

Raúl Rojas también tiene su fórmula para luchar contra las adversidades:

“La curiosidad para resolver problemas, de ahí deriva la pasión y luego el trabajo. Esos son los tres factores importantes para tener éxito en cualquier proyecto”, destaca Raúl Rojas.

 Actualmente, el mexicano con nacionalidad Alemana trabaja en su proyecto de robótica móvil para desarrollar el auto-piloto que busca revolucionar el transporte particular en 2020 y que si bien su aplicación inicial se vislumbra para las carreteras, también podría servir como un taxi donde el taxista es una computadora.

“La ventaja que podría tener este proyecto es recoger a otras personas a lo largo del trayecto para así incrementar el número de viajeros por automóvil. Podríamos reducir drásticamente el número de autos en la ciudad”, afirma. 

Otro proyecto es el de desarrollar sillas de ruedas automáticas, robots futbolistas y todas las ideas donde la curiosidad tenga cabida.

asm