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De Cd. Juárez a Playa del Carmen: un sobreviviente de tres balaceras

Marcos ha vivido tres balaceras en su vida. Una, la del Blue Parrot en Playa del Carmen. En el contexto nacional no es cuestión de suerte, sino de política

Escrito en ESPECIALES LSR el

CIUDAD DE MÉXICO (La Silla Rota)- Marcos Vázquez detiene un momento la plática en un ejercicio de memoria para contar, no sin esfuerzo, como se recuerdan las cosas que no son importantes, las veces que ha estado en una balacera.

 

-Una… Dos… Tres…

 

Si uno conociera a Marcos fuera del contexto nacional, podría etiquetarlo rápidamente como un tipo con mala suerte, en un país con datos oficiales crecientes de violencia.

 

Sin embargo, el hecho de que Marcos, a sus 29 años, cuente la experiencia de dos ataques armados en Ciudad Juárez, después de platicar cómo fue que acabó en medio del caos que ocasionó la balacera en el bar Blue Parrot, de Playa del Carmen, que dejó 6 muertos, poco tiene que ver con una cuestión de mala suerte.

 

Los ataques en la ciudad fronteriza al norte del país eran diferentes, cuenta. La madrugada del 9 de noviembre de 2009, un hombre entró en el bar Ghost, de una plaza comercial sobre la avenida Tomás Fernández, de Ciudad Juárez. Se dirigió a una mesa y disparó contra dos personas de un grupo en una mesa. Luego salió sin que alguien intentara detenerlo.

 

Las dos personas a las que disparó murieron. Un hombre y una mujer de 25 y 27 años, respectivamente, que eran primos y vivían en El Paso, Texas. Humberto Caballero Moreno y Rocío Casandra Heras, provenientes de una familia de destacados empresarios, fueron asesinados esa madrugada frente a Marcos.

 

Esa vez la violencia traspasó las clases sociales y no fue, como las cosas comunes de esa frontera, matar a una persona de una zona periférica y pobre, sino asesinar a dos ciudadanos estadounidenses, en una importante zona comercial, provenientes de una familia de empresarios dueños de varios restaurantes en la ciudad.

 

 

 

Sin embargo, Marcos no sintió pánico. El ataque era tan directo que no pensó que algo le podía pasar a él. Bajo esa lógica, Marcos separa de manera tajante las experiencias de Ciudad Juárez y Playa del Carmen. Allá, al otro lado del país, no entendía lo que estaba pasando. 

 

Tuvieron que pasar más de 6 años y otra balacera en Ciudad Juárez, a la que Marcos describe, dentro de la cotidianidad de la violencia en aquella ciudad fronteriza, “no tanto como una mala experiencia”, para que, en Playa del Carmen, luego de tirarse al suelo de un baño de mujeres sobre su novia y junto a cinco desconocidos, entendiera que vivía la escena más terrible de su vida. Sintió miedo y supo que nunca lo había experimentado en ese grado. Para intentar describirlo busca una palabra y la más acertada para él, es terror.

 

El momento angustiante de espacio cerrado por una puerta que no daba cabida a ver por debajo de ella, o por un lado, o por donde fuera; la falta de vista y la sobra de oído para sentirla retumbar tras cada golpe desesperado de puño cerrado, seguido de un grito inútil: “Abran”; y más gritos indescifrables; y no atender porque afuera quién sabe, todo es incierto y amenaza. Ese momento fue sólo el preludio de otro peor.

 

Se volvió incierto justo cuando Marcos se disponía a salir del bar La Vaquita, junto al Blue Parrot, con su novia, sólo para ver desde la entrada, de pronto, una estampida de gente desesperada que pasó para dejar, como estela, la imagen de un hombre tirado que desató al instante en Marcos la idea de resguardarse, de evitar ser un cuerpo abandonado e inmóvil a media calle. Por eso corrió junto a su novia hacia adentro para encerrarse en el baño.

 

“Entonces mi novia alcanza a ver toda la estampida, era un chorro de gente. Saqué la cámara por instinto y empiezo a grabar y ahí viene lo feo, el tipo que está tirado en la calle, y es cuando dije: ‘Esto ya son balazos’”, cuenta.

 

Marcos Vásquez nació en El Paso, Texas, frontera con México; pero creció en Ciudad Juárez, Chihuahua, la ciudad que se consideró la más violenta del mundo después que el presidente Felipe Calderón tomó una decisión política: declararle la guerra al narcotráfico. Tan sólo en aquella ciudad fronteriza, de un millón 300 mil habitantes, el saldo fue de alrededor de 10 mil asesinatos entre 2008 y 2011.

 

A pesar de haber presenciado balaceras, escenas del crimen, militarización, noticias de decapitados, colgados, quemados, torturados, cercenados, encobijados, encajuelados, a pesar de tener familia en el Valle de Juárez, comunidad que quedó en calidad de pueblo fantasma luego de amenazas, secuestros, incendios, asesinatos, en una zona clave para grupos criminales, no estaba preparado para entender qué pasaba en Playa del Carmen.

 

“Esta experiencia fue de no saber qué estaba pasando, de ver gente corriendo, ver gente tirada, ver gente balaceada y pensar que era un ataque terrorista, que no iban sobre un target, sobre un blanco en específico. Mi novia y yo no sabíamos qué estaba pasando. El terror, lo que te digo, ya lo entiendo. ‘Terrorismo’ es ‘terror’. Estás encerrado en un baño sin saber qué pasa. Muy diferente a lo de Juárez”.

 

Y uno podría pensar que efectivamente Marcos es un tipo con mala suerte, que esas cosas no pasan, que es una casualidad descabellada. Tres balaceras para un jefe de meseros de uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad de El Paso, Texas, considerada una de las más seguras de Estados Unidos. Un ciudadano estadounidense con un gusto especial por la música, con inicios instrumentales en una banda cristiana de rock.

 

Pero no es mala suerte.

 

Se trata de lugares que conjugan las variables que necesariamente terminarán en violencia y no saberlo. Es ir de Chihuahua a Quintana Roo y pasar por alto que ambos estados están dentro de los cuatro más endeudados del país. Es pasar por alto que de esos cuatro estados (Chihuahua, Quintana Roo, Veracruz y Nuevo León), tres están, además, entre los más violentos. Es ignorar que los cuatro ex gobernadores de esos estados son investigados por actos de corrupción. Que los cuatro son puntos clave en el tráfico de drogas en la ruta hacia Estados Unidos y además para el narcomenudeo. Que en los cuatro hubo un cambio de poder en las elecciones para gobernador. Que en Chihuahua y Quintana Roo, los destinos de Marcos, el mes de la transición del poder fue el más violento del año.

 

El 25 de septiembre de 2016 Carlos Joaquín González tomó posesión como gobernador de Quintana Roo. Y los cambios de poder político siempre traen cambios en las estructuras criminales porque, asegura el investigador de la Universidad Iberoamericana, especializado en narcotráfico, Erubiel Tirado, el crimen y el Estado se vuelven una misma cosa en cuanto que uno permite que el otro opere. “Es un Estado criminal”, dice.

 

 

Un cambio de administración incide en los índices de violencia. Un cambio de partido político en el poder, la desata, de acuerdo con el especialista y con las cifras de incidencia delictiva del Secretariado de Gobierno. En octubre, primer mes de la nueva administración en Quintana Roo, hubo 37 homicidios, 15 más que en septiembre aún bajo el mandato de Roberto Borge Angulo, a quien la Interpol puso bajo ficha roja para que sea buscado en todos los países en que opera la corporación internacional de seguridad, para que enfrente acusaciones de venta ilegal de terrenos y actos de corrupción.

 

En este contexto Marcos decidió ir esa noche, tres meses después del cambio de poder, con su novia a la Quinta Avenida de Playa del Carmen y entrar a un bar junto al Blue Parrot, donde se celebraba un festival de música electrónica. Las señales estaban ahí, antes y durante su recorrido por los bares de la zona.

 

La decisión de llegar a Playa del Carmen, a la Quinta Avenida, fue un tanto circunstancial, cuenta. La tomaron después de estar en Chichen-Itzá y no querer volver a Mérida, donde se habían quedado.

 

El primer bar al que entraron fue La Santanera. Marcos fue al menos cinco veces al baño y al menos cinco veces le ofrecieron droga: “dame 500 pesos por esto” y le mostraban cocaína.

 

En ese mismo lugar se topó con un conocido de Ciudad Juárez que le dijo: “Traigo un chingo de droga, ¿la quieres wey?, porque ya me voy para allá”.

 

Entonces Marcos empezó a darse cuenta del ambiente en el que estaba. Por eso la decisión de ir a otro lugar, por eso entró a La Vaquita. Ahí no le ofrecieron drogas, cuenta. Pero estaba junto al Blue Parrot.

 

“Yo soy de Juárez, he visto balaceras, pero esto no”

 

Luego de más golpes a la puerta del baño, de un tiempo incontable que intenta calcular. Entre 8 y 15 minutos, pero no es seguro, dice, la angustia estira las medidas convencionales y lo hicieron sentir que pasaban horas.

 

Marcos pensó que esta vez estaba en medio de un ataque terrorista.

 

Más golpes. “Abran, está todo bien, somos guardias, ya pasó”, escuchó y, todavía desconfiado y temeroso, abrió la puerta.

 

Salieron con la música electrónica de fondo que no se detuvo. Lo primero que vio Marcos afuera, entre gente aún corriendo, fueron sandalias abandonadas en el suelo. Después un taxi que se acercaba y al que detuvo enseguida. Para salir de ahí, por el sentido de la calle, era necesario pasar por el Blue Parrot.

 

Hay una imagen muy clara para Marcos. Un hombre a media calle pide ayuda. Tiene un impacto de bala en el hombro y otro en el estómago. El taxi avanza muy despacio entre la gente que corre. El desconcierto de Marcos es total y aún así hay una reacción ante el cuerpo balaceado y tambaleante. Marcos se baja del taxi y se acerca a aquel hombre, su novia le grita desde el auto, el chofer lo obliga a subir otra vez y acelera.

 

Algo alcanzó a decirle aquella persona a Marcos. Adentro había otro herido y era su amigo, quería ayuda para los dos.

 

Fue necesario que el chofer dijera en un retén que traía a dos pasajeros en shock para que los dejaran pasar y abandonaran, del todo, aquella escena.

 

Esa madrugada Marcos no descansó, por eso decidieron al otro día ir a Bacalar y no a Cancún, como pensaban. Por eso evitó, como en un juego de buscaminas, la balacera que se desató en la Fiscalía ese día en el que asesinaron a cuatro personas.  

 

El 4 de octubre tomó protesta como gobernador del estado, Javier Corral Jurado. El 5 de junio, Corral, abanderado del PAN, terminó con una serie consecutiva de administraciones priístas desde 1998. El gobernador saliente, César Duarte, terminó su gobierno entre escándalos por la deuda y el financiamiento de un banco, entre otros.

 

En Ciudad Juárez la presidencia municipal dejó de ser del PRI y pasó a ser de un candidato independiente, Armando Cabada.

 

Los cambios en las estructuras políticas incidieron de manera inmediata y directa en los índices de violencia en el estado. El mes de la transición fue el más violento del año. En octubre, con la recién administración se cometieron 234 homicidios. Apenas un mes antes fueron 165 los asesinatos registrados. Es decir, de un mes a otro los homicidios se incrementaron en un 29.5 por ciento, según datos del Secretariado de Gobierno.

 

Todavía bajo la administración de César Duarte, Marcos tuvo que pisar a fondo el acelerador de su camioneta mientras avanzaba por la avenida Tecnológico, una de las más transitadas de Ciudad Juárez, porque atrás de él, dos vehículos empezaron a balacearse. Hasta que logró desviarse con la seguridad de que no lo perseguían a él, para seguir con su día igual a los demás.

 

La mala suerte de Marcos es recorrer esos territorios en los que la corrupción política y el narcotráfico son la simiente de la violencia.

 

Apenas este martes 7 de febrero dos personas fueron balaceadas en Cancún; en Playa del Carmen acribillaron a 2 afuera de una tienda de conveniencia, uno murió y en Cozumel la Policía detuvo a 5, entre ellos dos mujeres, que se enfrentaron a balazos con las autoridades en una persecución que ocasionó un llamado a la población a no salir de sus casas.

 

A pesar de que se ha manejado de manera extraoficial la versión del enfrentamiento entre varios grupos delictivos por el control de la plaza para la venta de drogas en el estado, la PGR sólo identifica y reconoce la existencia de dos células operando el tráfico de droga en Quintana Roo: Los Pelones y Los Talibanes, y ambos operan para el Cártel del Golfo, según la Procuraduría General de la República.

 

El error de Marcos es el de cualquiera que decide desplazarse por el país en el que se registró una ejecución por cada hora, en promedio, desde enero de este año. Moverse en México y encontrar de frente una realidad violenta, no es cuestión de mala suerte.

mlr