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‘¿Cómo voy a confiar en las autoridades, si ellas se los llevaron?’

Madre busca a su hijo y esposo en fosas halladas en Minatitlán; en este municipio, entre enero y noviembre de 2016, se denunciaron 35 homicidios y 15 secuestros

Escrito en ESPECIALES LSR el

MINATITLÁN (La Silla Rota). “Hace tiempo que Minatitlán dejó de ser segura. Los secuestros siguen y las ejecuciones. Yo estaba tranquila durmiendo en mi casa cuando llegaron unos diez hombres uniformados y se llevaron a mi esposo y a mi hijo. Los sacaron en bóxer y descalzos. 

 

Hoy no me queda de otra que buscarlos, aunque sea para darles su cristiana sepultura”.

 

Son las palabras de Sara, quien será llamada así a lo largo del texto a petición suya. Una mujer que poco sonríe, que poco come. Este martes 7 de marzo, por tercer día consecutivo se careará con oficiales de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) en la entrada de un predio en el municipio de Minatitlán, al sur de la entidad, que fue utilizado para inhumar cadáveres de manera clandestina y que fue descubierto el lunes pasado.

 

Minatitlán es un municipio al sur de la entidad veracruzana que como muchos otros se ha visto asolado por los hechos de violencia. Según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre enero y noviembre de 2016 — 11 meses — fueron interpuestas 35 denuncias por homicidio doloso y 15 más por secuestro, lo que consolidó a la ciudad petrolera como una de las cinco más inseguras en el estado.

 

FOTOS: HISTORIA MINATITLÁN

 

La violencia que dominó durante 2016 se extiende hasta el presente.  Esta semana, en el centro del municipio, María del Carmen Cruz Hernández — madre de la regidora octava Karla Verónica González Cruz— fue plagiada por sujetos armados en la entrada de su domicilio, cuando el reloj apenas marcaba las siete horas. La mujer de 61 años cumple tres días desaparecida.  Y las autoridades no pueden ofrecer ninguna pista de su paradero.

 

De vuelta al cementerio clandestino en la zona limitrofe de Minatitlán y Cosoleacaque, que hoy es vigilado por aves de rapiña desde las alturas, Sara solicita a tres elementos de la SSP que le permitan el acceso al predio. “Quiero desengañarme que no hay más fosas, que la Fiscalía realizó bien su trabajo”, emite mientras se frota las manos con la esperanza de recibir noticias sobre alguno de sus familiares desaparecidos.

 

 

El día que perdió a “los hombres de su familia”

Sin embargo, los oficiales frustran sus intenciones, le piden paciencia, pero sobre todo que tenga confianza en las autoridades. “¿Cómo voy a confiar en ellos?, si cuando se llevaron a mi esposo y a mi hijo, el Fiscal regional me dijo que si los secuestradores eran gente pesada mejor él se abría. Y así fue, renunció a su puesto”, fustiga la madre, también integrante del colectivo Familiares en Búsqueda Coatzacoalcos. 

 

Ante la negativa para caminar por el área excavada, Sara decide descansar unos minutos bajo un árbol de guayabas. Ahí la mujer toma aire y decide transportarse a la madrugada del 30 de abril de 2014, cuando todos dormían en casa y los casquillos de 20 botas golpearon su puerta y luego desaparecieron “a los hombres de la familia”.

 

A Sara se le pregunta si existen indicios sobre la doble desaparición; ella enclava su mirada en la arena y responde que sí. “Entregamos números de teléfono de los secuestradores, señalamos a un soldado de la Marina como sospechoso, pero nada les importó, no investigaron. De eso ya pasaron tres años”, se lamenta la mujer a 40 metros de la escena del crimen.

 

“Grité que no se los llevaran; me patearon la cara para que no hiciera ruido”

 

 

“Fue de madrugada, como a las dos de la mañana, los niños estaban durmiendo cuando escuchamos que patearon la puerta de la casa. Yo y mi esposo nos levantamos corriendo a ver quién era. Pregunté qué querían. Contestaron que eran policías judiciales y que llevaban una orden de cateo”, describe Sara el génesis de su doble pérdida.

 

La madrugada del 30 de abril de 2014 fue la última vez que se vio con vida a José Eduardo Velázquez Cortazar y Jorge Villaseca Reynaldo; de 20 y 37 años respectivamente. Un tercer familiar también fue privado de su libertad y devuelto a las 24 horas. 

 

“Ese día yo abro la puerta y veo a todos esos hombres encapuchados, uno de ellos con una camiseta de la Policía Estatal; a mi esposo y a mí nos dicen que nos acostemos en el piso, boca abajo, y a mis cuatro hijos los encierran en una recámara. Decían que si volteábamos nos iba a llevar la madre”, recuerda la entrevistada quien no deja de tallar las palmas de sus manos.

 

“Yo gritaba que se llevaran todo lo que había en la casa, pero que a ellos no, quise levantarme a perseguirlos, pero ahí en el suelo me dieron dos patadas en la boca, que hasta me dejaron inconsciente. Cuando reaccioné ya estaban lejos. A los tres los repartieron en camionetas tipo Van, los sacaron en bóxer y descalzos”, refiere Sara, quien ahoga el llanto al hablar.

 

 

Con base en la Carpeta de Investigación 190/ 2014, aquella noche el grupo de encapuchados irrumpió en el domicilio en busca de armamento, oro y en especial un vehículo marca Jetta color azul metálico, propiedad de un elemento de la Secretaría de Marina.

 

“No sé si a mi hijo lo chamaquearon, pero tuvo un amigo que es Marino que le dio a guardar ese carro en nuestra casa. Le dijo que se tenía que trasladar a otro lugar; ese carro estuvo casi un mes en la casa, hasta que a mi hijo le pidieron que lo devolviera en Coatzacoalcos — a unos 20 kilómetros de distancia —. Eduardo entregó el carro y al otro día pasó lo de la desaparición”, comparte Sara mientras muestra la última fotografía de su hijo, donde se le ve sonriente abordo del vehículo azul metálico que, de acuerdo con investigaciones ministeriales, fue moneda de cambio en un secuestro cometido en la zona sur de la entidad.

 

La familia agraviada interpuso una denuncia en el ministerio público de Cosoleacaque, pidieron que se investigara a esta persona pues los plagiarios preguntaron por el vehículo que señaló como de su propiedad.  Sin embargo, la respuesta del fiscal en turno enmudeció a los familiares.

 

“Dijeron que si sospechábamos de él que que lo pusiéramos y ya ellos iban por él, pero que eran capaces de ir a interrogarlo a su casa. Nunca hicieron nada. Finalmente, el Fiscal pidió su cambio”, abunda Sara. 

 

El mismo día del plagio, una persona del sexo masculino contactó a la familia, el trueque era 300 mil pesos a cambio de los tres familiares secuestrados. “Ese mismo día a mi familiar lo abandonaron en una carretera, tenía un golpe en la cabeza que le dieron con la pistola. Fue que entregamos tres vehículos y 75 mil pesos que juntamos entre toda la familia”.

 

Pese a la denuncia interpuesta, la familia entregó el dinero y las propiedades sin compañía de la Unidad Especializada en Combate al Secuestro (UECS), entregaron el dinero oculto en la guantera de uno de los automóviles, frente a una iglesia de la ciudad.

 

El jueves durante la entrega de los vehículos y 50 mil pesos, dijeron que los iban a dejar junto a una iglesia, nosotros fuimos, pero nunca los llevaron. Los números de los presuntos secuestradores, el de mi esposo y el de mi hijo estuvieron activos por un tiempo. Ahí los dos hombres debieron ser entregados. Nunca sucedió.

 

“El hombre el teléfono de alguna forma me veía, porque me decía lo que estaba haciendo, cómo iba vestida. Yo todavía le dije cuando entregué el dinero que Dios lo bendijera y que gracias por regresarme a mis familiares, luego me colgó y jamás lo volví a escuchar”, lamenta Sara con el maquillaje de sus ojos arruinado por el llanto.

 

La última diligencia de la familia fue acudir al 29 Batallón de Infantería de la Secretaría de la Defensa Nacional, base militar que colinda con el predio de la colonia Diana Laura Riojas de Colosio, donde hace unos días fueron inhumadas tres mujeres sin que las autoridades fueran conocedores del crimen.

 

“Así de pequeño es el mundo, y así nuestras autoridades por acá. Nosotros creímos que los soldados nos iban a ayudar, entregamos los números de teléfono de los secuestradores, las señas particulares marino. Pero tampoco les interesó nuestro caso”, lamenta Sara,

 

 

“Encontré a mi hijo y la Fiscalía no me lo quiere entregar”

Con el paso del tiempo, Sara encontró refugio, como cientos de madres en Veracruz, en un colectivo de desaparecidos. Fue durante una diligencia en diciembre de 2016, cuando su agrupación buscó en carpetas de personas inhumadas en la fosa común de Palo Verde, en Xalapa, características similares los suyos. 

 

“Yo no pude ir por falta de dinero, pero mandé la foto de los míos. Entre la búsqueda reconocen un cuerpo que se parecía a mi hijo Eduardo. Yo pedí que mandaran esas fotos a la Fiscalía de Coatzacoalcos. Hoy le puedo decir que sí es mi hijo. ¿Por qué lo sé?, porque su cuerpo fue encontrado completo, estaba un poco más flaco y con la cara hinchada, solo tenía cuatro impactos de bala en la cabeza, pero es él, su estatura, su cabello chino… ”, solloza la madre.

 

De acuerdo con los reportes periciales, el cadáver del joven fue hallado el 04 de enero de 2015, en la comunidad de Rinconada, perteneciente al municipio de Emiliano Zapata. El cuerpo fue abandonado a orilla de carretera junto a otras cinco personas ejecutadas.

 

“Yo ya quiero darle cristiana sepultura y que él descanse y que yo descanse también. Que tenga un lugar a dónde pueda ir a llorarle todos los días. Desde diciembre vengo pidiendo que me realicen las pruebas de ADN pero la respuesta es que no hay dinero para comprar reactivos químicos, que debo de esperarme”, lamenta la madre.

 

Es la historia de Sara, la única que tiene documentada el colectivo Familiares en Búsqueda Coatzacoalcos en sus 20 casos de desaparición. Belem González Medrano, vocera de la agrupación reconoce en su compañera de Minatitlán su valentía, pues es el único caso que ha salido a la luz pública, “la única que perdió el miedo"

 

“Yo no trabajaba, era ama de casa, en mi casa solíamos dormir con las puertas abiertas cuando hacía calor, pero ahora no me siento segura en ningún lado. Ahora si que se llevaron mis dos brazos, a mis hombres de la familia”, concluye la madre mientras cabizbaja se marcha del sitio blindado por policías.

 

“Los voy a encontrar”, promete la mujer y se persigna frente al cementerio clandestino de Minatitlán, Veracruz.

 

Hasta el momento, sólo han sido identificadas dos personas de las tres víctimas halladas en las fosas clandestinas localizadas este lunes en un predio en Minatitlán; se trata de dos mujeres, una estudiante del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Coatzacoalcos (Itesco) y una trabajadora de Petróleos Mexicanos. Aún se desconoce la identidad de la tercera.