Procrastinar es el hábito de posponer las actividades importantes para dedicar el tiempo a tareas más entretenidas pero menos relevantes, por lo que se estima que, entre la población adulta, al menos una de cada cinco personas practica la procrastinación de manera crónica.
Hasta no hace muchos años, procrastinación era una palabra que no conocía casi nadie por fuera del ámbito de la psicología y otras disciplinas dedicadas a estudiar el comportamiento humano, pero en los últimos años, sin embargo, se ha difundido a gran velocidad.
Según diversos estudios, el 20 % de los adultos se autoperciben como procrastinadores crónicos, un ejemplo es que hasta el 50 % de población estudiantil tiene el llamado "síndrome del estudiante”: tendencia a comenzar las tareas lo más tarde posible, tras desperdiciar mucho tiempo en el comienzo del plazo asignado, y llegar a la fecha límite sometido a elevados niveles de estrés.
Pero, la procrastinación ¿es un trastorno?
No, no está reconocido como tal. Es solo una tentación en la cual la mayoría de las personas caen en algún momento. Un especialista en esta cuestión, el psicólogo Joseph Ferrari, profesor en la Universidad DePaul en Chicago, Estados Unidos, explica que "todos procrastinamos, pero no todos somos procrastinadores".
Vínculos con el estrés y las emociones
Si bien no es un trastorno, los niveles elevados de procrastinación se asocian con problemas más importantes, como un aumento en el estrés y la ansiedad, bajo rendimiento escolar y laboral y el empeoramiento de algunas enfermedades.
MJP