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El olvido institucional: el otro cáncer de las desapariciones en Veracruz

“Hablamos dos veces de nuestro caso con Yunes, pero solo nos echó promesas”, lamentó la madre de Antonio de Jesús, paramédico desaparecido

Escrito en ESTADOS el

Veracruz (La Silla Rota).- María del Carmen Mora colecciona periódicos. A diario lee las secciones Policiaca y Oportunidades. En una rastrea pistas de su hijo que desapareció hace 14 meses; en la otra busca empleos temporales donde sus 60 años no sean un impedimento. Ella debe mantener a su nieto y además pagar una búsqueda que realiza solitaria por toda la zona centro de Veracruz.  

Con enojo, María recuerda las palabras del exalcalde del municipio Mariano Escobedo, Ramiro Páez Muñoz, a unos días del “levantón” de cuatro de sus empleados: tres policías y el paramédico Antonio de Jesús Martínez Mora: “¿Y ustedes qué quieren conmigo? no sé qué pasó con ellos y solo las puedo ayudar económicamente”.

El munícipe hurgó entre sus bolsillos y a las esposas de los oficiales y a María -madre del paramédico- les ofreció 15 mil pesos en efectivo a cada una. A cambio ellas acabarían con las protestas a pie del Palacio Municipal, y aceptarían que a sus familiares el Ayuntamiento no podía seguir pagando sus salarios.

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“Nos dieron el papel de la baja el 15 de mayo (de 2017). Pero yo le dije que mi hijo no quiso dejar el trabajo, que estaba desaparecido. Al poco tiempo también le quitaron el Seguro Médico a su esposa y a mi nieto. El dinero no lo acepté”, comenta María, mientras se transporta al día que su hijo decidió integrarse a las filas de Protección Civil.

En la entrada de la humilde vivienda que alquila María del Carmen se aprecia la zapatería “Army”, que atiende su esposo, un hombre entrecano que poco habla y que prefiere mantenerse lejos de la entrevista. El nombre del negocio, explica la madre, se rotuló en honor a Antonio de Jesús y su formación militar en Ameca, Jalisco.

“Él me decía que iba a ser un soldado. Cuando tenía 17 años me hizo firmar un papel para que lo dejara irse a Jalisco. Se regresó a los 23 años y ahí tengo guardada su cartilla liberada por el general Cienfuegos”, describe María.

A su regreso a Veracruz, Antonio de Jesús se valió de sus conocimientos militares para trabajar seis años en la empresa de seguridad privada Panamericana, en el puerto jarocho. Con esfuerzos compró una casa de Infonavit en Orizaba. Probó suerte, al igual que su padre, como zapatero remendón, pero el negocio no prosperó.

“Trabajó como mesero, estuvo tres meses en la policía de Orizaba pero un día me dijo que ya estaba cansado de las armas. En el periódico vio el trabajo de paramédico y se metió. Estaba bien contento… quién diría que ahí me lo iban a quitar”, se lamenta María.

Antonio presentó cursos de enfermería que realizó en el Ejército Mexicano y fue contratado por la administración de Ramiro Páez Muñoz como paramédico de Protección Civil. Su sueldo era 3 mil pesos quincenales, entregados en efectivo y en un sobre de color amarillo. No cotizaba en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMMSS), pero sí tenía cobertura en el Hospital Covadonga, en el municipio de Orizaba.

Antonio, también padre, de 32 años de edad, cumplía nueve meses en las filas municipales. Su historia, que hoy su madre replica en cartelones y mantas por marchas en el centro de la entidad, comenzó el 19 de enero de 2017, en la comunidad Loma Grande, Mariano Escobedo.

“Le dijeron que fuera a levantar a dos heridos, pero realmente era una emboscada”

A María del Carmen, su hijo le llamó por teléfono a las 10:30 horas. “¿Qué haces, Lolita?” preguntó el paramédico. “Lavando trastes, hijo. ¿Ya comiste?”, respondió la madre. Antonio respondió que no había tenido tiempo, que recién había atendido a un herido por fractura de brazo. La plática marchaba bien, pero se vio interrumpida por una orden de la operadora de Protección Civil. “Si, ya voy”, contestó Antonio.

La madre cuenta que escuchó que se trataba de un auxilio en la comunidad montañosa de Loma Grande. “Una mujer le decía que la persona estaba muy lastimada, al parecer por un accidente de carro. Mi hijo medio se despidió y me colgó el teléfono”, reprocha María mientras se lleva las manos al rostro.

Versiones de pobladores, refirieron a los familiares de los cuatro trabajadores, que el supuesto reporte de herido -que salió desde la secretaria del Ayuntamiento- en realidad se trataba de dos jóvenes que fueron abatidos por desconocidos mientras resguardaban gasolina robada.

Aquel día la unidad de ambulancia estaba descompuesta. Antonio y tres policías municipales acudieron al llamado de emergencia abordo de una patrulla. Según testigos, el vehículo oficial fue cercado por camionetas en la cima del monte. Personas desconocidas habrían agredido a los empleados municipales y asesinado a uno de ellos.

“La patrulla tenía un balazo y en el asiento del conductor había sangre. Había papeles donde mi hijo escribía sus reportes, llenos de sangre y ahí estaban unos trastes con comida batida que yo le había puesto para almorzar. Sus lentes que usaba estaban rotos y les faltaba un cristal”, recuerda María.

La desaparición de Antonio desencadenó el olvido institucional

Se cumplen 14 meses desde la desaparición de tres policías municipales y un paramédico y no hay una sola pista sobre los presuntos responsables, pero menos del paradero de las cuatro víctimas. María del Carmen del Carmen recrimina a la fecha, que el principal sospechoso, Aurelio Avendaño, Jefe de la policía municipal, alias “El Delta”, ni si quiera ha sido descartado por la Fiscalía General del Estado (FGE).

“El tal Delta reconoció que mi hijo pidió auxilio por el radio, pero él avisó hasta dos horas después. Se presentó a declarar en el ministerio público lastimado del ojo, con el ojo y con la boca rotos. La costilla también la llevaba lastimada”, recuerda la madre.

El jefe de la policía refirió que tenía una embolia y que a eso se debía sus lesiones. María rechaza tal versión y, valiéndose de cinco diplomados en enfermería y de “la intuición de madre”, advierte: “A él le dieron una tranquiza. No me quitan de la cabeza que a quien se querían llevar es a él y prefirió entregar al resto del equipo”.

María agrega que las autoridades de la Fiscalía de Orizaba le confirmaron que la actitud del ex director de la policía fue sospechosa y que cargaba en su historial antecedentes penales. Sin embargo no fue considerado en la línea de investigación.

Las esposas de los tres policías y la madre del paramédico continuaron cobrando sus sueldos hasta la primera quincena de mayo de 2017. El 15 de mayo, el propio Aurelio Avendaño “El Delta”, hizo que las cuatro mujeres firmaran la baja definitiva de sus familiares. “No pregunten por qué desaparecieron”, insistió el polizonte.

“Hablamos dos veces de nuestro caso con Yunes, pero solo nos echó promesas”

Con la baja definitiva, María del Carmen consiguió una audiencia en mayo de 2017 con el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares en el Palacio de Gobierno, en Xalapa. “Esa primera vez, el señor se mostró amable, escuchó mi caso y dijo que iba a mandar helicópteros para buscar a mi hijo. Nunca lo hizo”.

“Mire, señor, yo lo que pido es que aparezca mi hijo. Yo le suplico que me ayude a encontrarlo y que castigue al culpable”, solicitó María del Carmen.

En esa ocasión, el ejecutivo también fue enterado de que el hijo de Antonio de Jesús -quien tenía 11 meses de nacido- tenía temperatura y no así un lugar donde fuera atendido. “Me preguntó que cómo estaba el chiquillo. Quedó de apoyarnos pero a la fecha todo sigue igual”, recrimina la entrevistada.

En agosto de 2017, el día que Antonio de Jesús cumplió 33 años, María del Carmen volvió a reunirse con Yunes Linares. En esa ocasión el ejecutivo le advirtió que la baja definitiva que le entregaron no tenía validez y que era obligación del Ayuntamiento de Mariano Escobedo pagar los salarios hasta que su hijo apareciera. Que insistiera.

La administración municipal de Ramiro Páez Muñoz concluyó en 2017 y el Ayuntamiento no volvió a hacerse cargo del tema laboral de sus cuatro trabajadores desaparecidos. María del Carmen, tampoco ha conocido a algún funcionario de la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención Integral a Víctimas (CEEAIV).

Desde entonces, a diario hojea periódicos locales que ofrezcan trabajos temporales. Al día de hoy, por las mañanas cuida a una señora enferma, adulta mayor, y por las tardes limpia casas; labores por las que consigue unos 400 pesos, cada que recibe la oportunidad de ser contratada.

“Cuando veo que ya junté un poquito procuro comprarle zapatitos a mi nieto. Le cortamos el pelito y es igualito a mi niño; pero también cuando hay alguna marcha o alguna junta informativa recurro a mis ahorros”, refiera la mujer, quien viste una modesta blusa floreada y unos zapatos de piso con la suela gastada. Su prioridad, insiste, “es encontrar a mi hijo”.

ktf