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Defender derechos humanos y la convivencia familiar

Convivir en familia en la contingencia ha sido un reto, pues una de las cosas que más disfruto de vivir de manera independiente, es la soledad | Diana Avilés

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Escrito en HIDALGO el

En estos días de contingencia he tenido la oportunidad de estar mucho tiempo con mi familia y debo aceptar que lo disfruto, no sé si el universo me permitirá volver a compartir tanto con aquellas personas a las que amo profundamente y ahora, estoy aprovechándolo.

Les cuento que soy hija de un matrimonio que tiene cinco hijos y dos hijas; de siete, tres ya tienen hijas e hijos, y aunque ahora no estamos todas y todos concentrados en la casa familiar, diariamente convivimos al menos 16 personas. Esto definitivamente ha sido un reto, pues una de las cosas que más disfruto de vivir de manera independiente, es la soledad.

En la convivencia con mi familia, pero sobre todo con mis sobrinas y sobrinos, me he dado el tiempo de reflexionar sobre las prácticas adultocéntricas que aún tenemos, pienso en lo complejo de erradicar el castigo corporal para disciplinar o en lo difícil que es entender que el miedo hacía las personas adultas, jamás se asemejará al diálogo, al respeto y al amor. Sin duda es un reto y creo firmemente que una forma de hacer el cambio, es también, desde los espacios inmediatos y con las personas más cercanas.

También, logro identificar muchos cambios en nosotras y nosotros como familia, otras posibilidades de diálogo, de confianza y de compartir los espacios donde intentamos construir, estos últimos libres de violencia, a través de analizar nuestros discursos cargados de violencia, reflexionar antes de iniciar una discusión, evidenciar las cosas que no se hablan, visibilizar las heridas abiertas que es necesario ir sanando, invitar a todas y todos a mejorar nuestra comunicación y hacerla más asertiva, señalar lo que nos hiere o molesta; sin duda no es una tarea nada fácil, pero ante tan complejo tiempo, la esperanza es la colectividad y el amor.

Analizarlo, debo confesar, me pone triste, pues seguramente muchas niñas, niños y adolescentes están sufriendo las violencias de manera brutal, al mismo tiempo, me compromete con quienes están cerca de mí en este momento, pero también y sobre todo con aquellas y aquellos que están sufriendo en soledad, sin alguien que les escuche, acompañe y/o auxilie.

La labor de las personas defensoras de derechos humanos cobra más sentido para mí y reconozco lo importante y necesario que es el seguir impulsando acciones e iniciativas que busquen la mejora para todas y todos, principalmente para niñas, niños, adolescentes y mujeres.