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Cuando los beat hallaron en México la inspiración

Un grupo de escritores decidió hablar de temas que horrorizaban a la sociedad

Escrito en NACIÓN el

Después de la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos emergió un grupo de escritores que decidió romper las reglas de la literatura y hablar de temas que horrorizaban a la sociedad, como las drogas y la libertad sexual: la Generación Beat.

Con estas ideas como estandarte, los Beat desarrollaron un estilo literario extrovertido, directo y sin censuras, al grado de que sus libros llegaron a ser prohibidos en tierras estadunidenses.

Obras literarias como Aullido, de Allen Ginsberg (1956); En el camino, de Jack Kerouac (1957); y El almuerzo desnudo, de William S. Burroughs (1959) marcó el inicio de la contracultura.

Este nicho de escritores revolucionarios vio en México un refugio, donde se terminó de forjar su ideología que a la larga derivó en movimientos de protesta de varias minorías como mujeres, personas de color y homosexuales.

El viaje comenzó en la Ciudad de México

La capital mexicana fue el principal laboratorio de creación para los poetas beat que visitaron México.

El primero en llegar fue William S. Burroughs, quien arribó a la capital del país en 1947, junto con su pareja Joan Vollmer. Ambos decidieron hospedarse en la Cerrada de Medellín No. 37, en la colonia Roma, debido a problemas con la ley estadunidense.

Ese joven escritor, hijo de una familia adinerada y estudiante de Harvard, se convertiría con su novela El Almuerzo Desnudo de 1959, en uno de los artistas más innovadores del siglo XX.

Burroughs se mantuvo una buena temporada en la Ciudad de México, acudía a cantinas y se sentaba a fumar en las bancas en forma de tronco de la colonia Condesa.

Tres años después de la llegada de Burroughs, en otoño de 1950, llegaron a la capital del país dos representantes más de la generación Beat: Jack Kerouac y Neal Cassady.

Ambos se quedaron con William, lugar donde Kerouac escribiría su poema Cerrada de Medellín Blues, en honor a la calle donde se encontraba su nuevo hogar.

Tiempo después de la llegada de Jack y Neal, el grupo de Beat se trasladaron a la calle Orizaba, número 210, en la misma colonia del centro de la ciudad. Dicho lugar se convirtió en el área de reunión más grande de los Beat fuera de Estados Unidos.

Este apartamento fue la morada artística de los escritores anteriormente mencionados, más Gregory Corso, Allen Ginsberg y los hermanos Orlovsky, quienes llegaron al poco tiempo.

En sus andares por la Ciudad de México y el área metropolitana, Ginsberg, Corso y Kerouac visitaron las pirámides de Teotihuacán y la novedosa universidad que entonces presumía un alto rango de criterio filosófico, Ciudad Universitaria.

Fue en la Ciudad de México donde Kerouac se autodenomino “el poeta del jazz” y escribió Tristessa, Vanity of Duluoz y Mexico City Blues. Burroughs redactó su primera novela, Junky, y Corso concibió Gasoline.

La muerte de Cassady en Guanajuato

La inquietud de este grupo de poetas y escritores revolucionarios hizo que se movieran de la capital. Neal Cassady comenzó un viaje que lo llevó a San Miguel de Allende, en Guanajuato, donde concurría a un bar local llamado Berlín.

Posteriormente, Kerouac, Ginsberg,  Burroughs, Corso y los hermanos Orlovsky lo acompañaron por un tiempo.

Cuando Cassady dejó Guanajuato para convertirse en el personaje central de algunas de las obras más importantes de los Beats, como “En el camino” de Kerouac de 1957.

Sin embargo, pareciera que Neal nunca olvidó San Miguel de Allende, pues regresó en 1968 únicamente para morir, al quedarse dormido en las vías del tren.

El paso de los Beat por el norte

En las cartas que Jack Kerouac enviaba a William Burroughs, el poeta describía sus viajes al norte de México. “El poeta del jazz” encabezó los andares de los Beat en innumerables pasajes mexicanos, donde la esencia de su ideología se plasmaba en su estado puro y lo único que importaba era seguir escribiendo.   

“Centro del opio del Nuevo Mundo, comí tortillas con carne en la selva, en cabañas de palos a la africana, con cerdos frotándose contra mis piernas; bebí pulque puro de un cubo, recién traído del campo, de la planta, sin fermentar, la leche pura de pulque te hace reír, es la mejor bebida del mundo. Comí frutas desconocidas.

“En la parte trasera del autobús, mientras bebíamos mezcal, canté para los cantantes mexicanos que sentían curiosidad por saber cómo sonaba…”, escribió Kerouac a Burroughs, cuando pasó por Culiacán.

En On the road, uno de los textos emblemáticos de la generación Beat, escribe: “Tomamos la carretera de Monterrey. Las grandes montañas coronadas de nieve se alzaban delante de nosotros; avanzamos directamente hacia ellas. Una brecha fue abriéndose poco a poco y se convirtió en un puerto por el que cruzamos.

“En cuestión de minutos habíamos dejado atrás el desierto de mezquites y subíamos entre un fresco aire por una carretera con un pretil de piedra en la parte del precipicio y nombres de los presidentes escritos con pintura blanca en el farallón del otro lado: ¡ALEMÁN! No encontramos a nadie en esta carretera de montaña. Serpenteaba entre nubes y nos llevó a una gran meseta. En la lejanía, la gran ciudad industrial de Monterrey mandaba humo al cielo azul con las enormes nubes del golfo como vellones de lana”.

El relato fugaz de Jalisco

Antes de su llegada a la Ciudad de México, Allen Ginsberg, Gregory Corso y los hermanos Orlovsky hicieron una parada en Guadalajara para visitar a una poetisa amiga de Ginsberg.

El relato, aunque muy fugaz, se encuentra descrito en Desolation Angels de Jack Kerouac.

Lo ires y venires de este grupo de escritores y poetas por territorio mexicano influyeron en sus obras y estas a su vez marcaron a toda generación de la posguerra.

Los Beat, aquellos autores que influenciaron a Bob Dylan, Tom Waits, Jim Morrison, Ian Curtis, Arthur Lee, Janis Joplin, Patti Smith, Anatema Kakerlake, entre otro.

Mientras en México, con una década de desfaso, los Beat regresaron lo que tomaron del país al influir en la Literatura de la Onda, en la cual escritores jóvenes como José Agustín, Gustavo Sáinz y Parménides García Saldaña se lanzaban como los rebeldes de la letras.