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Jalapeños, venganzas y ejecuciones: de esto acusan a "El Chapo" en EU

Fiscales de Estados Unidos tienen un listado de delitos e historias contadas por testigos sobre cómo eliminaba a sus rivales

Escrito en NACIÓN el

Eran las dos y media de la madrugada del 8 de noviembre de 1992. Un grupo de sicarios ingresó a una discoteca llena de personas en Puerto Vallarta, Jalisco, en busca de venganza. Tomaron sus armas, y de acuerdo con información difundida en ese entonces, dispararon contra las luces del lugar antes de rafaguear a los integrantes de un cártel rival, cuyas cabezas eran los hermanos Arellano Félix.

Seis personas fueron ejecutadas. Los que dan seguimiento a la guerra contra el narcotráfico en México le atribuyen ese ataque a Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, quien en ese entonces era un capo joven y buscaba vengarse de los hermanos Francisco Javier y Ramón Arellano Félix.

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Ese suceso es parte hoy de los argumentos presentados por fiscales federales de Estados Unidos en Brooklyn en el caso contra Guzmán Loera.

Los fiscales aseguran que el ataque se dio en medio del intento de “El Chapo” por consolidar las rutas del narcotráfico hacia Estados Unidos para el cártel de Sinaloa en un memorando de noventa páginas presentado el 10 de abril ante la corte. El juicio contra “El Chapo” fue pospuesto hasta septiembre, pero el memorando establece un listado de delitos que los fiscales le imputan a Guzmán Loera aunque no los hayan detallado en la imputación formal.

Entre los delitos que le atribuyen se encuentran asesinatos, actos de tortura, secuestros, fugas de prisión y un intento de contrabandear siete toneladas de coca en latas de chiles jalapeños.

En los quince meses desde que Guzmán Loera fue enviado desde México a Nueva York su caso ha quedado reducido a tecnicismos sobre la legalidad de esa extradición y argumentos sobre las condiciones que enfrenta en la prisión de alta seguridad de Manhattan en la que se encuentra. Este documento del gobierno estadounidense, en tanto, es la primera porción detallada de evidencia que los procuradores planean presentar al jurado.

En otro apartado del memorando, las autoridades en Nueva York recuentan cómo en 2001, cuando Guzmán Loera estaba enfrentado con los Cárteles del Golfo y de “Los Zetas”, “El Chapo” ordenó a sus pistoleros capturar y torturar a cualquier integrante de esos grupos rivales que pudieran encontrar. Algunos fueron llevados ante él “atados e indefensos”, según el memorando, para ser interrogados. “En al menos un caso”, dicen los procuradores, “fue el mismo acusado quien le disparó a los rivales a quemarropa y les ordenó a sus lacayos deshacerse de los cuerpos”.

Nueve años después, indica el memorando, el Cártel de Sinaloa disputaba territorio con los Beltrán Leyva y “El Chapo” recibió noticias de que uno de los principales lugartenientes de esa organización, Israel Rincón Martínez, había sido secuestrado —era acusado del asesinato del hijo de uno de los lugartenientes de Guzmán Loera—. De acuerdo con el documento de los procuradores, Rincón fue llevado a varias propiedades de Guzmán Loera donde fue torturado e interrogado por el primo de “El Chapo”, Juan Guzmán Rocha; aunque el capo de Sinaloa ordenó que no mataran a Rincón sino hasta que él llegara, el memorando dice que Rincón falleció antes de que eso sucediera.

Con anécdotas como estas el documento busca claramente presentar a Guzmán, de 58 años, como un hombre violento y calculador. Por ejemplo, el memorando destaca que en 2006 el Chapo aprovechó un descanso después de comer para mandar golpear a dos integrantes de “Los Zetas” a los que después mató con un tiro de gracia “disparado desde un arma larga”. El documento después añade que “les ordenó a sus trabajadores cavar un hoyo, lanzar ahí los cuerpos y prenderles fuego”.

Los procuradores también describieron a la corte que tienen imágenes satelitales de Guzmán Loera y su operación, libros de contabilidad del cártel que fueron confiscados, decenas de videos, miles de llamadas y correos interceptados y más de 300 mil páginas de diversos documentos. Puede que incluso tengan evidencia de pagos que hizo Guzmán Loera a sus abogados como “prueba de la riqueza inexplicable y los ingresos sustanciales del acusado”.

El artículo original en The New York Times