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Así se vive la huelga de la UAM en Rectoría

Mínimo al día están cerca de 60 personas. Hay momentos que se juntan hasta los 100. En las noches se queda una comisión de entre 15 y 20 trabajadores

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Escrito en METRÓPOLI el

Desde hace dos meses el tránsito de vehículos y de peatones se disminuyó en la calle de Prolongación Canal de Miramontes en su cruce con Puente, en la alcaldía de Tlalpan, donde está enclavada la Rectoría de la Universidad Autónoma de México (UAM) y que este sábado cumple 65 días en huelga.

Al llegar a la puerta principal de la Rectoría de entre las rejas se asoman pancartas con mensajes de protesta como:

“El SITUAM reprueba el ultimátum del secretario de la UAM ¡¡¡La huelga va y va con todo!!!”, “Incremento salarial ¡ya! Respuesta ¡ya! a las demandas de los trabajadores. No más simulación”, “No a los acuerdos mañositos”.

 

La entrada luce abierta, aunque solo pueden acceder los trabajadores del Sindicato Independiente de la UAM (SITUAM) que vigilan las instalaciones. Afuera hay sillas de plástico y en ellas permanecen sentados algunos sindicalistas.”Aquí estamos checando que nadie ajeno al movimiento entre a la Rectoría”.

Del otro lado de la puerta está el campamento. Del lado izquierdo hay una lona que cubre unos sillones, un par de mesas y un equipo de cómputo. En seguida, está la cocina, donde hay una parrilla, cacerolas y trastes. En el pasto hay tres casas de campaña, donde los encargados de la guardia nocturna pasan la noche.

“Aquí nos acomedimos a todo. Los que quieren ayudar a cocinar, a traer agua a la Comercial, a quedarse en las noches o en el día, hacer limpieza. Este grupo que se quedó en Rectoría ha sido el responsable de cuidar estas instalaciones. De acuerdo con los horarios se organizan, hay quien viene en la mañana y si no ven nada para desayunar, la comisión de abasto compra lo necesario para preparar”, señala Marisela González Cruz, responsable de organización del Grupo Interno Coordinador de la Rectoría de la UAM.

Se tiene el compromiso que cada uno de los trabajadores tiene que lavar lo que ocupe: vaso, taza, plato y cuchara. Ya cuando se juntan los trastes grandes, hay quien se ofrece para fregarlos. Para la comida, principalmente son las mujeres quienes preparan. Una corta los ingredientes, mientras la otra prepara la comida.

Mínimo al día están cerca de 60 personas. Hay momentos que se juntan hasta los 100. En las noches se queda una comisión de entre 15 y 20 trabajadores. En ocasiones, ellos son los que preparan las pancartas o mantas que usarán en algún mitin.

“Como organización sindical a parte de tener un grupo interno coordinador tenemos un grupo de comisiones como higiene o concilación, para atender las situaciones cotidianas de la Rectoría general. Ahora que estamos en huelga cada uno de los comisionados debe hacer uno o dos días de guardia. Y ellos son los responsables de quedarse en la noche, y ya si quieren otros compañeros se pueden sumar”, señala.

Al inicio de la huelga, había más trabajadores que acudían a las guardias. Con el tiempo algunos han dejado de ir, otros van un rato o cada tercer día. Cuando llegan más es cuando hay asambleas, reuniones o marchas.

En el campamento hacen pocos gastos, principalmente para la comida y se solventa con dinero del Fondo de Resistencia, que es lo acumulado de las cuotas sindicales de los últimos años, comenta Marisela.

Jairo, “El uyuyuy de Rectoría”, pertenece a la camada vieja del sindicato y es uno de los trabajadores que hace guardia nocturna. También acude a las actividades de la huelga y el sindicato como este viernes que acompañó a los líderes del movimiento a una marcha a la Cámara de Diputados para apoyar a los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

“Estoy a punto de jubilarme, tengo 31 años de servicio. En el tiempo que llevo en el sindicato puedo decir que esta huelga es la más organizada y fortalecida. Ingresé al Cendi 2 en 1988 y a los 15 días hubo una huelga y en el 2008 hubo otra, esa duró 64 días, se reventó porque los trabajadores que tenían más tiempo aceptaron el aumento que en ese momento ofrecían. Pero en esta vamos más unidos y vamos aguantar”.

“El uyuyuy de Rectoría” ha estado en el edificio desde que inició la huelga. Duerme en el campamento tres veces a la semana. Cuando no va de noche, se da sus vueltas en el día para lo que se necesite.

La mayoría de las veces que Jairo se queda en la guardia nocturna ayuda con hacer cartelones, a las 2:00 horas a recopilar la información que llega del sindicato, elaboran los reportes de las asambleas o reuniones, o simplemente comparten experiencias.

“Con la huelga bajaron las ventas”

Cada día los trabajadores se acoplan a la vida de la huelga. Su rutina cambió de inmediato. Aunque no solo para ellos. El paro de labores de 64 días también ha impactado a los negocios de alrededor. Ha bajado el flujo de personas y con ellos, sus ventas.

Ricardo Santiago vende tacos y sopes sobre el camellón que está sobre Prolongación Canal de Miramontes. Su puesta está justo enfrente de la Rectoría de la UAM. “No ha afectado mucho porque ellos eran los que nos consumían. El 70 por ciento de la gente que venía eran de la UAM, pero como ahora no están está bien tranquilo”.

En ese camellón siempre había gente. Ya sea en los puestos de dulces o en la comida, comenta Carolina, vecina de la colonia. Ahora, agrega, está vacío. “Hasta no dan ánimos de caminar por ahí, está solo”.

Antes, los viernes en los puestos había clientes desde a medio día. Ya va a ser la hora de la comida y no hay nadie. César Salas vende tortas a un lado de la UAM, comenta que de por sí desde el sismo bajaron mucho las ventas porque del otro lado está el Tec de Monterrey, dejaron de ir los alumnos. Por eso, la huelga les afectó mucho, ya que los trabajadores eran los clientes que les quedaba.

En la calle de Puente, a un costado de la Rectoría, hay un sitio de taxis. “Si nos afectado (la huelga) un poco en el trabajo como no hay gente, tenemos poco pasaje. Antes todo el día había gente y más en la tarde cuando salían los trabajadores. No sabemos cuanto más tarde, esperemos que no mucho, porque sino, tendremos que pensar en cambiar de sitio”, indica Humberto Martínez, taxista. 

AJ