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“Me duele ver a mis compañeros del INER intubados”

Enfermera del INER denuncia que en el Instituto los están exponiendo a contagiarse de covid

Escrito en NACIÓN el

“Si tienes especialistas, si tienes a la mejor gente preparada ahí, por qué exponerla, por qué dejarlos a su suerte si hay recursos, si hay presupuesto, lo hay todo, nada más falta un poco de conciencia y de humanismo para que se repartan (los insumos) con lógica. No es que yo me oponga a los lineamientos, es que ahorita mi vida depende de un equipo de protección personal completo, impermeable y desechable, no hay nada que me garantice más mi seguridad que eso, me voy a morir si no me lo dan”, enfatizó Cecilia Grisel Martínez Díaz, enfermera del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias.

Esta enfermera que está en la primera línea de batalla contra el covid-19 denuncia que en el Instituto los están exponiendo a contagiarse de covid porque no les brindan una bata desechable a cada quien, sino que tienen usar la que está en cada cubículo de los pacientes con coronavirus y volver a dejarla ahí al salir para que la utilice alguien más.

Lo que quieren es que nosotros tomemos la bata que está dentro de la zona de covid y nos la pongamos antes de entrar a ver al paciente y nos la volvamos a quitar y cuando otra persona necesite entrar a ver al paciente, otra vez se ponga esa misma bata. O sea, nos está arriesgando a exposición tras exposición

“El problema es directamente en la repartición de la institución, porque el Insabi nos dotó de batas y dijo que a lo mejor no nos podía dar la cantidad brutal que pedíamos, pero sí nos iba a estar considerando cada semana”, explicó Cecilia.

Recordó que recientemente tuvieron dos reuniones en la Secretaria de Gobernación para hablar sobre los insumos que necesita el personal de salud. Ahí les indicaron que hay un retraso para abastecerles los 45 mil uniformes desechables que requieren al mes, porque no hay una proveedora que pueda hacer tantos.

Sin embargo, “llegamos al acuerdo que nos dieran batas. Nos surtieron las batas desechables, pero el problema es que dentro de nuestra institución tenemos al doctor (Edgar) Sevilla, quien es el jefe de Bioseguridad que tenemos y que resulta que está adaptando unas medidas de contención del virus en una forma que está ahorrando insumos, o sea qué padre que está ahorrando dinero, para que no se gaste el Instituto el dinero, el problema es que está exponiendo a los trabajadores. Quiere que nosotros entremos con la ropa de algodón, pero que las batas desechables se pongan en cada cubículo del paciente”, señala molesta.

El INER ha registrado problemas de insumos desde que inició la pandemia. LA SILLA ROTA documentó que el 17 de marzo fueron los primeros en alzar la voz para exigir el equipo de protección personal y el pasado 25 de mayo se manifestaron de nuevo para denunciar que los estaban obligando a reutilizar las mascarillas N95.

Esa misma tarde, el Instituto de Salud para el Bienestar envió mascarillas N95 para los trabajadores de la salud, quienes ahora acordaron cortarlas después de utilizarlas para evitar que las quieran reciclar. El problema ahora es con el uso de las batas desechables.

Cecilia explicó que en la zona covid del INER hay entre 15 y 20 camas, dependiendo del área, las cuales están selladas por una cortina y puerta de cristal que hacen que toda la nube del virus Sars-CoV2 se quede contenida al interior. El problema de reusar las batas durante 24 horas es que el personal entra y sale, por lo que el virus se queda en la prenda y al manipularla representa un peligro de contagio.

De hecho, 136 trabajadores del INER ya se han infectado de covid-19 mientras realizaban su labor. Esta situación se ha vuelto complicada para quienes están trabajando, porque han sufrido la experiencia de intubar y atender a sus compañeros con los que conviven diariamente. Asimismo, tres trabajadores han fallecido, pero ellos se contagiaron del virus fuera, ya que estaban en su casa por el decreto que emitió el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Para esta enfermera que lleva años trabajando en el INER, ver a sus compañeros que se han contagiado “me dio mucha tristeza, porque sabes lo que va a pasar, saber el pronóstico y tener que luchar para que su vida esté garantizada. Lo peor del caso es que tú como paciente sabes también qué va pasar y ves la angustia reflejada en los ojos de tus compañeros".

“A mí me genera un nudo en la garganta y la verdad es que yo sí los he abrazado, qué me importa, porque es bien feo que estén allá adentro, que estén solitos y que sepas que lo que tienes te puede matar. Es algo que te queda aquí en el pecho atorado y no sabes si rogarle a Dios porque estén bien”, enfatizó.

Quien no lo vive, no sabe el terror que causa el covid

Cecilia enfrentó también a la influenza AH1N1 en el INER, pero ahora con coronavirus, la situación ha sido más complicada porque luchan contra un virus para el que todavía no hay cura. Además, otra de las situaciones más difíciles que ha enfrentado es ver morir a los pacientes, a pesar de que hacen todo lo humanamente posible para salvarlos.

“La covidera (zona covid) adentro es la visión más triste, más agobiante, porque sabes que, si la riegas en un mal movimiento te puedes contagiar”, expresó.

La primera vez que entró, Cecilia sintió mucho miedo, pero no por ella, sino por el riesgo de llevarle el virus a su esposo, a su mamá e incluso a su perrita. Como su marido también es médico, ambos se han aislado y se han apoyado mutuamente, se dan ánimos para seguir adelante.

Es impresionante, yo creo que el nivel de estrés emocional que estamos viviendo es fuertísimo y a lo mejor eso es lo que no está viendo quien no está adentro de esta covidera. La verdad es que te dan ganas de llorar y los goggles se te empañan, son emociones bien terribles

“La verdad es que estar adentro se necesita mucha fuerza, mucho amor por tu profesión y estar bien decidido de que estás haciendo las cosas bien, porque quieres estar ahí. Porque a pesar de miedo y del terror de decir híjole si me da covid y me lo llevo a mi casa, ver a esos seres humanos que se infectaron y que se quedan solos, es bien triste”, dijo Cecilia sollozando.

La vida de esta enfermera tuvo un giro de 180 grados a causa del covid-19, ya que se ha tenido que alejar de su familia para no ponerlos en riesgo e incluso los fines de semana prácticamente duerme dentro del coche en el Instituto, ahí mismo se baña desayuna, come y cena.

Explicó que todo se ha vuelto muy impersonal, ya que incluso entre los compañeros a veces no saben quiénes son porque traen cubierta la cara con el cubrebocas y los goggles, los cuales además les causan lesiones en la nariz, en los pómulos y las cejas.

“Es un cambio radical en toda la rutina, nos bañamos un montón de veces, antes entrar te bañas, cuando sales del covid, te bañas, cuando te vas a salir del Instituto te bañas. Toda tu ropa tiene que ir en bolsa y cuando la lavas la tienes que meter con todo y la bolsa a la lavadora, es una rutina increíble, quien no lo vive, la verdad es que no sabe el terror que se vive”, destacó.

En Wuhan, China, donde inició la pandemia de covid-19, algunas enfermeras se raparon la cabeza para evitar contagios, ya que el virus se puede quedar en el cabello. Para no infectar a sus seres queridos, Cecilia decidió hacer lo mismo y se despidió de su larga melena que llevaba hasta la cadera.

Todo empezó porque cuando se hacía un chongo, se le levantaba el gorro del equipo de protección personal. Primero se cortó su trenza hasta la nuca, pero el cabello se le venía a la cara cuando se quitaba el equipo, así fue como decidió raparse. 

Mientras se le quiebra la voz, Cecilia relató: “Dije no, es mucho riesgo, para qué le estoy haciendo al loco, me rapé. El cabello crece. Mi esposo me dijo ''segura que te lo quieres cortar''. Le respondí ‘es que si no nos vamos a infectar y yo no te quiero infectar’. Ahora él me corta el pelo”.

Esta enfermera destaca que durante la pandemia se han enfrentado a muchas situaciones complejas. Ella tiene una cardiopatía y problema renal, pero a pesar del peligro, no quiso retirarse de la batalla porque su vocación pudo más, aunque estos meses también le han generado mucha frustración al ver que a pesar de sus esfuerzos la gente no se recupera.

“Estoy muy triste, porque yo estudié enfermería porque me gusta salvar vidas, porque no me gusta la enfermedad, siempre he luchado contra las enfermedades, de hecho, mi papá fue el causante de que yo sea enfermera. Sentirme tan impotente ante una enfermedad que no tiene cura y que no tiene un tratamiento específico me hace sentir totalmente inútil, porque, aunque yo haga muy bien mi trabajo y haga todo lo posible porque el paciente esté bien, no logramos erradicarla, cada vez está creciendo más porque la gente no se cuida”, señaló.

A esto se suman los problemas dentro del INER, ya que además de la falta de batas desechables, tampoco les están haciendo válidas todas las prestaciones, ya que, si se llega a contagiar, no se lo tomarían como riesgo de trabajo, mientras que al personal contratado recientemente sí. Esa es una de las razones por las que trabajadores del Instituto se unirán a la marcha del próximo 1 de julio que realizará la Unión de Trabajadores por la Salud de México.

En tanto, Cecilia expresó que el personal del INER no se niega a trabajar, al contrario, quieren seguir ayudando a los pacientes con covid-19, pero hizo un llamado a las autoridades del Instituto: “Que nos cuiden, porque nos vamos a infectar, nos vamos a morir o si vivimos vamos a quedar con una secuela para siempre y la vida no tiene precio. A veces pensamos que se puede comprar todo, ¿no? Pero la realidad es que no, lo más importante para todos es la salud”.

(María José Pardo)