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Las historias detrás del abatimiento de ''El Ojos''

Previo al operativo,personas "resentidas" por su violencia participaron dispuestas a hacer lo que hasta entonces nadie se había atrevido: delatarlo, exponerlo, señalarlo

Escrito en METRÓPOLI el

-Hermano, la gente está hablando para reportar gente encapuchada y vestida de civil. A PGR.

-Tranquilo, somos nosotros-, contesta “El Tuzo” vía WhatsApp, a las 13:13 horas del 20 de julio de 2017.

-OK ¿sí tuvieron suerte?

El emoji de una mano con el pulgar arriba aparece en la pantalla.

 -¿A Panfilo, hermano? 

Otro pulgar arriba le responde su pregunta.

-Excelente.

-Checa en redes sociales, hermano-, pide “El Tuzo”.

-Ok, ¿sí está confirmado? Con cuidado, toda esa gente de ese perro está dando vueltas por la zona.

-Gracias, carnal, ya tenemos todo bajo control.

La conversación fue entre “Tuzo” y “Leo 50”. El primero es un oficial de la Marina y el segundo un informante que, después de algunos mandos federales y el entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, fue una de las primeras personas en enterarse del abatimiento de “Pánfilo”, nombre clave que la Inteligencia naval le otorgó a uno de los narcotraficantes más peligrosos de la capital mexicana: Felipe de Jesús Pérez Luna “El Ojos”.

Los hermanos Felipe (izq.) y Miguel Carmona (informante)


Desde finales de 2010, el grupo delictivo de “El Ojos” azotó Tláhuac y hasta antes de su muerte fue el primero en autorproclamarse cártel; las cerca de 40 muertes y desapariciones que se le atribuyen en esta alcaldía al oriente de la ciudad y limítrofe con el Estado de México son hoy parte de su oscuro historial, ampliamente difundido en los medios.

Sin embargo, poco o casi anda se sabe sobre cómo la Marina dio con “El Ojos” y la repercusión que tuvo en la vida de cuatro informantes clave, uno de los cuales es agente de la Policía de Investigación local.

El cártel de Tláhuac consumó actos inéditos en la capital, como los narcobloqueos de ese 20 de julio de 2017, en reacción al operativo de la Marina, lo mismo que la marea de gente que acompañó el féretro del capo entre porras, corridos y balazos al aire, hasta el panteón de San Lorenzo, en Iztapalapa, muy al estilo de los narcos sinaloenses.

“¡Se ve, se siente, Felipe está presente!”, clamaban en coro los todavía fieles al hombre de 49 años de edad y de ojos avellanados que le hicieron ganar su apodo tan en boca de todos menos en los habitantes de Tláhuac.

La Silla Rota tuvo acceso al expediente de investigación e inteligencia para lo que fue la localización y abatimiento de “El Ojos”, en la que participaron personas "resentidas" por su violencia, y  dispuestas a hacer lo que hasta entonces nadie se había atrevido: delatarlo, exponerlo, señalarlo, no sin sufrir las consecuencias que fueron la cárcel, el exilio o la muerte.

El enemigo número 1 de "El Ojos"

Miguel y su hermano Felipe Carmona eran uña y mugre. Podrían encajar en el cliché del policía judicial; el primero en Ciudad de México y el otro en el Edomex.

Bravos, afectos a colgarse alhajas y desenvolverse como duros y veteranos policías, los hermanos Carmona tenían otro más que les seguía los pasos, oriundos todos de la colonia Vicente Guerrero, en Iztapalapa.

“Blancas palomitas nunca fuimos", admite Miguel, pues su hermano Felipe estuvo preso por extorsión en 2014, acusación que acabado el proceso judicial lo absolvió y lo puso de vuelta al ruedo; lo mismo le pasó a Miguel, quien estuvo un año y medio en el Reclusorio Oriente por un delito que, asegura, no cometió; dice que fue encarcelado por ser el enemigo número uno de “El Ojos”.

El 24 de febrero de 2016 un ataque a balazos separó a los hermanos Carmona para siempre. Cuando Felipe se dirigía a su casa, en la Vicente Guerrero, Iztapalapa, fue asesinado por pistoleros del cártel de Tláhuac; le habían amenazado por proteger a unos prestamistas colombianos cansados de ser extorsionados.

Consta en el expediente IZP-5/T2/104/16-02 que, en efecto, Felipe conoció a los colombianos en la cárcel y como el primero, al ser liberado, montó un despacho jurídico, sus primeros asuntos fueron las defensas de los prestamistas, principalmente de su reclutadora, una mujer que vivía justo al lado de una de las casas de “El Ojos”.

Ver constantemente a Felipe, el cual manejaba una Hummer y llevaba una pistola fajada, levantó las sospechas de los de Tláhuac, los cuales lo tildaron de “contra” y lo acribillaron a bordo de la camioneta.

Habían sido poco más de cinco años de relativa tranquilidad para “El Ojos”, por quien ni si quiera había una orden de aprehensión, pero Miguel, hermano de la víctima, juró atrapar a todos y cada uno de los asesinos de su hermano. 

En cuestión de meses reunió información que plasmó en casi 100 páginas a manera de informe -el cual La Silla Rota tiene copia- donde se detallan las actividades y se revelan los presuntos miembros del autodenominado cártel, incluidos los sicarios que abrieron fuego contra su hermano.

“Informe para el Comandante Orozco”, lo tituló. Fueron cayendo algunos integrantes del grupo criminal, como uno de los más sanguinarios sicarios al servicio de “El Ojos”, José Filiberto “El Pelón de Tempiluli”, pero eso desató una seguidilla de amenazas.

La casa del agente de la Procuraduría local fue baleada, fueron dejadas coronas de flores, recados amenazantes, uno de los cuales incluía la foto de su pequeño hijo: “con amor para Miguel Carmona, de parte de ‘El Ojos’”, hasta llamadas telefónicas a mitad de la noche.

Una de ellas provino del mismo Pérez Luna, lo que implicó el único y más craso error del jefe criminal, pues olvidó deshacerse de ese teléfono, el cual no volvió a usar sino meses después, cuando la Marina comenzó a seguirle los pasos.

El 18 de mayo de 2017, su hijo, Miguel Ángel Pérez “El Micky”, fue detenido en Acapulco, a donde había acudido junto con sus amigos a participar en un festival de motos deportivas. Era la pieza que faltaba para resolver el homicidio del hermano de Miguel, pues era el único presunto homicida material que seguía libre.

Así, casi dos meses antes del abatimiento de “El Ojos”, su hijo pisó la cárcel y el principal denunciante en su contra era  justamente Miguel Carmona, policía que convirtió en algo personal la cacería contra el clan de Tláhuac, con lo cual la guerra se trasladó a los tribunales.  

“El Micky” presentó un documento que pretendía probar que el día del asesinato de Felipe Carmona él estaba en Guerrero, por lo que su libertad se veía cerca, pero los abogados de la víctima exigieron al juez que se le hicieran estudios para corroborar que fuera legítimo y al final resultó no serlo.

De esta manera, el hijo mayor de “El Ojos” no pudo eludir un proceso penal que amenaza con dejarlo 30 años tras las rejas, mientras su pleito con el agente Miguel Carmona escalaba hasta el punto de que, meses más tarde, por un giro en la historia, ambos se tuvieron frente a frente tras los muros del Reclusorio Oriente.

Los cuatro informantes

Como el agente de Investigación, Miguel Carmona, otras tres personas cargaban con una pugna particular contra Felipe de Jesús Pérez Luna “El Ojos”.

Uno es “David” que conoció en la primaria a Pérez Luna y sus dos hermanos, Víctor y Baltazar; eran vecinos en la colonia La Conchita y el primero vio a los Pérez trepar en el árbol criminal desde robar maquinaria pesada a camionetas blindadas que transportaban dinero.

Con el paso del tiempo “David” entabló negocios con “El Ojos”, a quien vendía terrenos o inmuebles a pesar de su fama delincuencial. “Un error haberlo hecho”, admite.

No obstante, la relación se rompió cuando pistoleros de Pérez Luna mataron a dos amigos de “David”, los hermanos Carreto, otros personajes de la delincuencia de Tláhuac que se enredaron en la telaraña del hombre que cada día crecía más en el escalafón del hampa.

Hubo desencuentros por dinero, terrenos no pagados y fue cuando “David” decidió colaborar con la Procuraduría capitalina para acabar con “El Ojos”, pero acabó en un cuarto, atado de pies y manos, torturado por dos pandilleros de la Maras Salvatrucha y el propio “Felipillo”, segundo hijo de “El Ojos”.

“A mí me perdonó la vida porque fuimos amigos de la infancia”, asegura “David”. Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero él quedó unido con Miguel Carmona y un familiar de los Carreto que también se convirtió en colaborador de las autoridades.

Se trata de “Abraham” o “Leo 50”, el informante que recibió la noticia, directamente de la Marina, de que “El Ojos” había sido eliminado; este hombre también sostuvo relaciones delictuosas con el capo que salieron mal: sus hermanos fueron asesinados porque uno de ellos al parecer tenia una relación con una ex novia de “El Felipillo”.

Tanto él como “Ramiro” hoy viven en el exilio, bajo amenaza de muerte y sin protección de las autoridades con las que decidieron colaborar, todo a pesar de haber facilitado información sobre los domicilios, negocios y vehículos en los que se movía el jefe del cártel de Tláhuac.

Miguel Carmona es el único que sigue en la capital; él mismo acordó que su nombre apareciera en el reportaje, pues tras ser absuelto del delito que lo mantuvo en prisión, fue reincorporado a su empleo como policía de Investigación y cuyo currículum incluye más de 100 arrestos considerados relevantes.

Empero, su vida fue un infierno, primero por perder a su hermano mayor, Felipe, por alejarse del menor, por quien existe una orden de aprehensión por el mismo caso que a él lo absolvieron, por pasar un año y medio en el reclusorio y por ser “congelado” por el entonces jefe general, Raúl Peralta Alvarado, oyendo radiocomunicaciones 12 horas al día.

El cuarto informante fue asesinado por “El Ojos”. Se trata de Julio César “El Guasón”, ex sicario del grupo criminal que inclusive se sentó con mandos de la Procuraduría para solicitar lo protegieran.

La Silla Rota obtuvo audios donde “El Guasón” ofrece información sensible sobre la organización de “El Ojos”, pero unos pocos meses antes de su caída fue acribillado cuando llegaba a su casa en Ixtapaluca, Estado de México.

“David” lo conoció, todos aceptaron jugársela, pero los motivos de “El Guasón” se esfumaron con él, no así los problemas de salud, estrés, dificultad para conciliar el sueño y la separación de sus seres queridos que hoy sufre “David”.

-¿Valió la pena hacer lo que hiciste?- se le pregunta.

-No. No valió la pena, porque todo sigue igual. Mataron a ‘El Ojos’ pero en Tláhuac todo sigue igual-, lamenta.

Por su parte, el agente Miguel Carmona continúa su batalla legal contra Miguel Ángel Pérez “El Micky”, hijo de “El Ojos”, con quien se topó en el Reclusorio Oriente, un encuentro tan peligroso como difícil de creer, pues las autoridades debieron consignar al servidor público a otro penal y no donde estaba el presunto asesino de su hermano.

“Estoy vivo porque así lo quiso Dios”, concluye.

Los días previos al abatimiento de Pánfilo 

Con información aportada por sus informantes y otra que procesaron su área de Inteligencia, la Marina vigilaba a Felipe de Jesús Pérez Luna “El Ojos”.

A distancia y con equipos especiales, los agentes observaban las actividades que realizaba el líder narco en Tláhuac, desde visitar a su abogado, comer en restaurantes y cambiar de estancia entre una y otra de la decena de casas que poseía.

Todo era fotografiado y videograbado por los elementos de la SEMAR, los cuales lo captaron generalmente con un hombre que resultó ser su brazo derecho, pero cuya identidad prácticamente se desconocía hasta entonces: “El Reno”, su secretario, robusto y de complexión morena, siempre con gorra y vigilante que nada perturbara a su jefe.

“El Ojos” no se movía en convoy como se creía, no tenía detrás de él decenas de pistoleros listos para enfrentar a la Policía, ya no; desde hace unos meses, “El Ojos” bajó su perfil, adelgazó, se le veía sereno, siempre con gorra, playera polo y una mochila que le cruzaba el hombro, donde llevaba una pistola abastecida.

Unos días antes de su muerte, el 20 de julio de 2017, “El Ojos” y “El Reno” fueron captados con un par de sicarios del cártel de Sinaloa, los cuales fueron traídos desde Culiacán para presuntamente entrenar a sus pistoleros en tácticas de ataque, guerrilla e insurgencia, similar a lo que ocurrió cuando el Ejército capturó a Ovidio Guzmán y que forzó su posterior liberación.

 

“El Ojos” aparentemente sentía que en cualquier momento podría ser detenido o alguno de sus hijos, pero ignoraba que La Marina ya orquestaba un plan para rodearlo, por lo cual el entrenamiento de su grupo de choque no fue impulsado con la celeridad necesaria.

El 16 de julio, el C2 Oriente captó, a las 19:28 horas, a un individuo parecido a “El Ojos”, quien igual usaba gorra y playera polo pero era un poco más robusto y salió de un restaurante para abordar una camioneta Windstar que usualmente manejaba “El Reno”, lo que hizo sospechar que el narco utilizaba a personas con rasgos físicos y forma de vestir similares a él para despistar a las autoridades.

 

Esa treta no funcionó con La Marina, que al otro día lo grabó por la tarde saliendo de uno de sus domicilios en la colonia La Turba; vestía playera polo azul, pantalón de mezclilla, tenis negros y gorra azul, al tiempo que abordaba una discreta camioneta Renault Duster, placas 089-ANM, conducida solamente por su chofer.

Las imágenes que obtuvieron eran tan nítidas que no cabía la menor duda de que se trataba de Felipe de Jesús Pérez Luna, cuyas casas de seguridad fueron ubicadas, así como las de sus principales colaboradores, resaltando una de entre todas; estaba en el 47 de la calle Simón Bolívar, colonia La Conchita.

Era un predio extenso que, por fuera, parecía ser dos o tres casas diferentes, pero en realidad estaban conectadas por dentro. Era una oficina del abogado de “El Ojos”, Adrián José Chavarría Castillo, consta en el expediente FED/SEIDF/UEIDCS/001717/2017.

Ya en días pasados, “El Reno” había sido detectado saliendo y entrando del lugar, pero horas antes del operativo, La Marina y el C2 Oriente confirmaron que, ahora en un Tiida blanco, con playera polo y gorra negra, el jefe narco había arribado allí junto con otras personas que entraron en la misma Windstar donde a veces iba el “doble” de El Ojos”.

 

No había duda de que en ese predio estaba el líder del autodenominado cártel de Tláhuac, por lo cual se dio luz verde a la incursión, que oficialmente se justificó como un enfrentamiento con individuos armados que agredieron al personal naval.

La realidad es que el operativo había sido maquinado con lujo de detalles. Los informantes de La Marina se reunieron con ellos y personal de la Procuraduría General de la República al menos dos veces en un restaurante al norte de la capital.

Tanto La Marina como la PGR tenían cientos de fotografías, videos y la geolocalización del teléfono celular de “El Ojos”, el cual encendió luego de seis meses de no usar, sin recordar que lo había usado para amenizar al agente Miguel Carmona.

La operación duró unos cuantos minutos: los marinos abatieron a “El Ojos” y siete personas más, incluyendo a “El Reno”, en la oficina del abogado Adrián José Chavarría Castillo, quien horas más tarde se presentó al lugar.

“Aquí vivo”, dijo, pero entró por otra puerta, recogió algunos documentos, al parecer escrituras de varios inmuebles y se retiró.

Dentro de la camioneta Windstar, en el asiento del copiloto, yacía el cuerpo de “El Ojos”, uno de los dos narco más buscados de Ciudad de México, ligado a secuestradores, al cártel de Sinaloa y cuya obsesión por expandirse a Iztapalapa y Valle de Chalco provocó un derramamiento de sangre entre 2015 y 2017.

Su rostro quedó desfigurado por los disparos que recibió, aunque resalta un detalle: en una foto filtrada a los medios el cuerpo del capo pareciera estar tendido en el piso, mientras en otra aparece dentro de una camioneta. ¿Los cuerpos fueron movidos para aparentar un tiroteo y no un operativo de exterminio?

“Abraham”, uno de los informantes que colaboró con La Marina, contó a los otros dos que los agentes de La Marina nunca ocultaron la poca voluntad que había para arrestar a “El Ojos”, quien podría haber seguido moviendo los hilos de la organización criminal desde prisión. 

Les confesó, incluso, que las dos palabras que usaron para confirmarle una vez más la caída del capo fueron así: “está frito”.

fmma