Main logo

Vida de claroscuros

La importancia de Jacobo no radicó únicamente en la labor mediática.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Desde el momento en que me enteré del deceso de Jacobo Zabludovsky dos certezas me llenaron el pensamiento: Una parte de la historia del país nos había abandonado para transformarse en materia de letras, libros y análisis y, por otra parte, al periodista en cuestión no puedo comentarlo sin sentimientos encontrados.

 

Me explico.

 

No es raro que los medios de comunicación, los más importantes políticos y una gran parte de la población, hayan vivido o no el auge de Jacobo como figura mediática, nos encontremos sacudidos de una forma u otra por su muerte. Más de 70 años de periodismo se encontraban personificados en el conductor y comentarista de lentes que amaba los tangos tanto como el centro de nuestra ciudad. Casi tres cuartos de siglo de presencia mediática que evolucionaron y se modificaron a la par de nuestro país, a veces con luces a veces con penumbras.

 

La importancia de Jacobo no radicó únicamente en la labor mediática desplegada durante esas décadas, tampoco en el hecho de que se transformó en figura icónica de la pantalla chica informativa durante 30 años, ni siquiera la podemos ubicar en la responsabilidad  que tuvo en la creación y dirección de uno de los conceptos informativos más ambiciosos de su época, el canal de noticias en habla hispana ECO.

 

La importancia del periodista, y de ahí la explicación de la cobertura y las salutaciones, se encuentra en el hecho de que él encarnó el mayor posicionamiento posible que un periodista puede soñar en nuestro país. Revisando de forma rápida las redes sociales se confirma que muchísimas personas lo seguían y lo consideraba un periodista culto, serio, transparente y digno de ser considerado el modelo a seguir de la profesión, el entrevistador de personajes como el Che Guevara, María Félix, Hugo Sánchez, Carlos Fuentes, García Márquez, López Obrador y muchos más.

 

Negar la categoría de personaje histórico de Jacobo sería una necedad. Siete décadas en el periodismo, la cobertura del sismo del 85, su presencia en cumbres internacionales innumerables, incontables premios y reconocimientos, su credibilidad entre grandes sectores de la población  que continuó hasta su muerte, su disciplina y capacidad de aprendizaje y estudio mucho mayor que la de muchos de los que hoy se consideran periodistas y en realidad no son más que meros presentadores de boletines en  los noticieros de nuestra TV actual eran su aval.

 

Sin embargo…

 

Sería una hipocresía mayúscula de mi parte si no dejo testimonio de que, aparte del reconocimiento a su carrera y los logros de tantos años de Zabludovsky,  tengo profundos cuestionamientos sobre la calidad ética de mucho de su trabajo y del papel que jugó como parte del sistema autoritario que dominó nuestro país  durante gran parte del siglo XX.

 

Nadie que haya visto en vivo, y durante años, el emblemático noticiero nocturno 24 horas puede negar que muchas veces su conductor nos relataba lo que los pasillos del poder querían que supiéramos. Maestro de la matización y en lo que Alex Grijelmo denominó la información del silencio, Jacobo era mucho más que un simple obrero en la construcción de la realidad mediática en México, era arquitecto paisajista y capataz de la misma.

 

Esta actitud profesional generó que, en su momento, los periodistas y redactores de Univisión hicieran un frente común para que no se convirtiera en director de noticias de la cadena debido a que se le consideraba demasiado cercano y fiel a la línea oficial del gobierno mexicano e incapaz de ejercer un periodismo realmente crítico.

 

Dicha imagen permeó tanto que incluso la banda Molotov le dedicó una canción que resumía lo que muchos pensaban de su trabajo: Que no te haga bobo Jacobo.

 

Como periodista la vida de Jacobo, llamado así por propios y extraños como si fuera un amigo de toda la vida, estuvo repleta de claroscuros. Por eso estoy convencido de que dejó los medios de comunicación para ingresar en los libros de  historia. Mucho se discutirá su actuación, las consecuencias de ello y la influencia que tuvo en tantos periodistas de nuestro tiempo. Figura histórica que igual puede ser considerada santo que demonio.

 

Descanse en paz y que sus deudos encuentren consuelo ante su ausencia.

 

eduardohiguerabonfil@gmail.com @HigueraB