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Una retórica para Trump: El daño está hecho

¿Dónde quedó la empatía de Marco Rubio, que hacía gala de sus raíces hispanas y de provenir de una familia que inmigró a los Estados Unidos?

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Escrito en OPINIÓN el

Donald Trump habrá sido una figura, cuyo análisis, no pueda esbozarse en unas cuantas líneas o quizá, artículos semanales. Durante varios meses hemos analizado con cierto detalle los alcances de todo lo que Donald Trump estuvo diciendo y vociferando, como si fuera el dueño absoluto de la verdad. Lo malo del asunto es que su discurso incendiario cayó en terreno fértil, primero, porque hay una gran cantidad de estadunidenses que concuerdan con su postura ultra radical respecto a temas como la migración, el empleo o el terrorismo, y peor aún, porque los acontecimientos recientes le han dado un nuevo empuje a las posiciones de Trump para seguir vociferando.

 

Es decir, el magnate inmobiliario habría armado un gran revuelo y se valió de eso para seguir vigente en la agenda pública. Huelga decir que tiene una personalidad carismática (entendiéndolo como un líder que provoca pasión en sus seguidores, aunque no nos guste mucho admitirlo) y ello le ha colocado como puntero en la carrera por la nominación del Partido Republicano de cara a las elecciones presidenciales del año entrante.

 

Pero más allá de la retórica “Trumpiana”, si se le puede llamar así, lo que tenemos que analizar son varias cosas. Vamos por partes. La primera de ellas que me llama la atención lo observé en el debate del martes pasado en Las Vegas de los pre-candidatos republicanos. ¿Qué se vio durante la transmisión? Que prácticamente todos los aspirantes están mimetizados con la retórica incendiaria de Trump. Y les cuesta muchísimo trabajo separarse para tener una postura propia; lo que es peor, asumen las posiciones radicales de Trump como si fuesen de ellos mismos y con esa bandera andan predicando por todos lados.

 

¿Dónde quedó la empatía de Marco Rubio, que siempre que puede hace gala de sus raíces hispanas y de provenir de una familia que inmigró a los Estados Unidos? Nada de eso queda. Lo que subyace son las ideas de construir un muro, de aumentar los elementos de la patrulla fronteriza, de implementar un sistema de rastreo de visas y personas, para que a nadie se le ocurra pasarse del tiempo establecido y permitido (como si las personas fuéramos paquetes de UPS o FedEx, diría Christie).

 

Y ni qué decir de Ted Cruz, cuya postura es idéntica a la de Trump, sólo que sin la estridencia del magnate y el histrionismo de escena. Y aquellos que podrían tener una postura menos radical –como Jeb Bush– no encuentran la hora de echar adelante su campaña. Lo mejor del debate del martes pasado al respecto fue la broma que le hicieron a Bush: lo descalificaron porque lo único que Bush sabe de la frontera es amor, haciendo referencia a su esposa mexicana. Así el nivel.

 

¿Qué nos deja en conclusión la retórica de Trump actualmente? Nos muestra que el daño está hecho. No hay forma de revertirlo y la postura en el tema de migración será radical. Todo esto provocará más división, más rencores y más problemas. ¿Qué clase de solución es esa que propuso Trump, de no dejar entrar a los Estados Unidos a ningún musulmán, porque quizá sean terroristas? Se le olvida que el ataque en San Bernardino no provino de fuera, sino de dentro. Los atacantes tenían estancia legal –una– y ciudadanía estadunidense –otro– y aún así no les importó y cometieron su fechoría.

 

¿De qué sirve entonces generalizar y condenar a toda una religión, grupo social, étnico o racial, pensando que esto corrige el problema? Inclusive dijeron en el debate: “Los muros sirven, pregúntenle a Israel”, refiriéndose al muro entre Estados Unidos y México. Solamente faltó que alguien dijera que los muros sirven y que le preguntáramos a Berlín. ¿En qué cabeza cabe? En aquella(s) afectadas por la retórica incendiaria de Trump.

 

En otras palabras, el daño ya está hecho y será complicadísimo revertirlo. La radicalización de la posición frente a todo aquello que es diferente ya es un hecho. Trump, los aspirantes republicanos y los votantes y simpatizantes que habrán de elegir al candidato y al Presidente, tienen una idea fija en la cabeza y no necesariamente es la mejor, la más conciliadora o la más benevolente; no, tienen una que provoca más división y más odio. Será entonces difícil avanzar.

 

¿Qué puede pasar? Entre otras cosas que los demócratas se den cuenta de esto y que utilicen el poder de las minorías –especialmente aquellas afectadas por este fenómeno– para tratar de ganar la Presidencia y refrendarse en el poder, al menos otros cuatro años.

 

Parece que será Hillary Clinton quien gane la nominación por parte del Partido Demócrata, así que tendrá una tarea compleja; aunque al mismo tiempo si logra encontrar una forma de arrinconar a los republicanos y hacer valer el peso de las minorías, entonces se abre una enorme ventana de oportunidad. A veces solamente se necesita una piedra pequeña para vencer al gigante Goliat. La historia lo dirá.

 

@fedeling