Main logo

Una reflexión sobre Uber y la innovación

Lo importante es buscar que la regulación no implique ningún tipo de ventaja que distorsione la competencia entre las distintas opciones.

Por
Escrito en OPINIÓN el

El avance en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y el abaratamiento de los servicios de telecomunicaciones han generado un campo fértil para la innovación, donde surgen nuevos modelos de negocios que han transformado numerosos servicios tradicionales para llevarlos a la población de una forma más eficiente, oportuna y con atributos que antes eran inimaginables.

 

Uno de los primeros ejemplos de esta revolución fue Amazon, que después de lanzar un esquema de venta de libros por internet que al día de hoy es un referente para el mundo empresarial, impulsó la comercialización de los libros electrónicos, modificando para siempre nuestra relación con los libros y la lectura.

 

Más recientemente han surgido plataformas tecnológicas que coordinan la demanda y oferta de diversos servicios, como Mercado Libre para la venta de toda clase de artículos nuevos y usados,  Airbnb para la renta de departamentos en estancias vacacionales, Uber y Cabify para servicios de transporte privado o Myfixpert para encontrar técnicos en equipo electrónico.

 

En muchos otros casos se ha aprovechado la nueva tecnología para generar aplicaciones que faciliten la búsqueda y comparación de opciones de consumo, generando servicios como despegar.com para boletos de avión y trivago.com para hoteles, que permiten comparar ofertas de distintas proveedores y hacer la compra en línea.

 

Estas nuevas facilidades para los consumidores han generado la transformación de los mercados, que en algunos casos se ha dado de forma natural como ha sido en las agencias de viajes que van siendo desplazadas paulatinamente por la venta directa de boletos y hospedaje por parte de aerolíneas y hoteles, pero más que nada por las aplicaciones que permiten comparar las ofertas de distintos proveedores y comprar en línea.

 

Sin embargo, en otros casos las nuevas formas de hacer negocio han encontrado fuerte resistencia por parte de los jugadores tradicionales, sobre todo en aquellas actividades económicas sujetas a una regulación específica, y más aún si la regulación no ofrece margen de flexibilidad o posibilidad de acomodo para nuevos esquemas de negocio.

 

Una gran parte del debate generado por este fenómeno se ha centrado en determinar si las nuevas ofertas se ajustan a las definiciones tradicionales de los servicios y, en consecuencia, si deben estar sujetas a las mismas reglas. Esto es lo que ha pasado en el caso de Uber, donde se ha dedicado una buena parte del debate a determinar si este nuevo servicio se puede considerar de taxis.

 

Se ha hecho evidente así la dificultad de hacer definiciones que resistan el paso del tiempo, sobre todo considerando que las TIC impactan transversalmente una gran variedad de actividades económicas y potencialmente pueden transformar incluso los mercados más tradicionales.

 

De hecho, las definiciones rígidas pueden ser una camisa de fuerza que dificulte el florecimiento de nuevas formas de satisfacer las necesidades de los consumidores.

 

Por eso vale la pena detenerse y reflexionar si estamos haciendo las preguntas correctas ante estos fenómenos de innovación. ¿Qué es lo relevante en estas circunstancias? ¿Ajustar las viejas definiciones a los nuevos servicios, idear nuevas definiciones o encontrar reglas que no inhiban la innovación y beneficien a los consumidores? La respuesta parece evidente.

 

No obstante, cuando surge una innovación significativa en algún mercado, la reacción más común es buscar mecanismos para seguir usando el mismo marco de referencia a fin de ajustar esta nueva realidad a las definiciones y sistemas del pasado, en vez de buscar nuevas reglas que se adapten a la realidad y necesidades del presente.

 

Pero un fenómeno irruptor en la oferta también pone de manifiesto la emergencia de modificaciones significativas en los hábitos y preferencias de los consumidores, por lo cual es importante estar atentos a dicha evolución  de manera que cualquier ajuste al marco regulatorio responda a la realidad actual del mercado.

 

Por una parte, se debe asegurar que el marco regulatorio sea neutro, en el sentido de que no debe generar ventajas inicuas a ninguna de las distintas opciones mediante las cuales se ofrece un servicio, ya sea la tradicional o la nueva. Pero por otro lado, también es importante que cada una de las obligaciones y los costos impuestos al regulado se encuentren plenamente justificados y que generen un impacto neto positivo en la sociedad, una vez considerados los costos de cumplimiento.

 

Así, si existen servicios o bienes que por efecto de la innovación resultan ser sustitutos, ello no significa que necesariamente tienen que estar sujetos a las mismas reglas si su naturaleza es completamente distinta. Imaginemos que en un futuro cercano se ofrezcan servicios de transporte privado sin conductor (la cual es una nueva realidad posibilitada por las telecomunicaciones), entonces evidentemente no sería razonable exigir una licencia de conducir para este servicio. Lo importante es buscar que la regulación no implique ningún tipo de ventaja que distorsione la competencia entre las distintas opciones, ya sean tradicionales o nuevas.

 

Además, los propios fenómenos de innovación pueden evidenciar que las reglas diseñadas en el pasado ya no son necesarias o que ahora es posible obtener los mismos fines de una forma distinta y menos costosa.

 

Así, la innovación representa al mismo tiempo un reto y una oportunidad de perfeccionar el marco regulatorio, siempre que se evite adoptar posiciones dogmáticas: eliminar lo que ya no sirve, mejorar lo necesario y mantener una mente abierta al cambio teniendo como fin último el bienestar del consumidor.

 

@elenaestavillo 

 

*Las opiniones expresadas son a título personal y no deben entenderse como una posición institucional.