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Una mirada al horror

El holocausto también ha dado cabida a películas que sirven como testimonio de la esperanza desesperada ante lo que parece imparable.

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Escrito en OPINIÓN el

 

Algunos capítulos particulares de la historia se han vuelto parte del imaginario colectivo de la humanidad. Uno de éstos lo constituye la Segunda Guerra Mundial y en especial las historias surgidas de los campos de exterminio como Auschwitz, que han calado hondo en la creatividad de los cineastas en su afán de reinterpretar y explorar este paisaje terrible y completamente vergonzoso.

 

Y es que si tenemos el valor de ver lo que permitió la existencia de estos campos veremos al fondo del pozo un reflejo atemorizante de lo que nos podemos volver si no oponemos resistencia y lucha ante la barbarie. Un tema así da para todo tipo de creaciones cinematográficas, desde aparentes comedias hasta desgarradores documentales.

 

Uno de los documentales que más trabajo me ha costado ver sobre los campos de exterminio es el realizado por el equipo de genios encabezado por Alain Nuit et brouillard (1955), su nivel de realismo y el drama que le imprimen obliga a una reflexión pesimista. En este proyecto se le unieron a Resnais en la construcción de una visón cruda y poética los guionistas Jean Cayrol  y Chris Marker, acompañados por la terrible y expresiva batuta de Hanns Eisler. Si usted quiere tener un pequeño roce con aquella pesadilla y tiene estómago fuerte se lo recomiendo. Imagine usted un video de una narco fosa multiplicado por millones y se dará una idea de lo que hablo.

 

 

Sin embargo, el Holocausto y la matanza sistemática de millones también han dado cabida a películas que sirven como testimonio de la entereza y el valor, de la esperanza desesperada ante lo que parece inevitable e imparable, de la dignidad de las personas y su lucha por no renunciar  a su humanidad.

 

En este rubro de películas recuerdo en particular una protagonizada por Williem Dafoe y Edward James Olmos, Triumph of the Spirit (Young, 1989), donde un boxeador deportado al campo de Auschwitz lucha contra la maquinaria Nazi que buscar destruir mucho más que su cuerpo con las únicas partes de sí mismo que son irreductibles: Su mente y espíritu.

 

 

Otra película maravillosa en su hechura, pero devastadora en sus contenidos la constituye la reciente The Boy in the Striped Pyjamas (Herman, 2008), donde la premisa principal trata de convencernos que aun en el infierno la inocencia y amistad puede permanecer y perdurar, aunque se paguen precios muy altos.

 

 

Y hablando de películas que sostienen que nada es imposible, ni siquiera el amor desmesurado y la protección permanente de un niño contra la maquinaria de exterminio, no podemos dejar de mencionar a Roberto Benignini con su emotiva y desmesurada La vita è bella (1997). El director y estrella de esta película nos muestra a un padre que es capaz de soportar cualquier castigo o terror de un campo de concentración con tal de mantener a salvo físicamente a su hijo, pero especialmente a la inocencia del mismo.

 

 

Y podríamos seguir con muchas otras historias, películas sobre escapes, sobre resistencia y de amores imposibles. Películas hermosas y manipuladoras de su audiencia como Schindler´s List (Spielberg, 1993) o violentas y fantasiosas como Inglourious Basterds (Tarantino, 2009). Pero la revisión y reinterpretación de esos lugares de muerte y la guerra que los produjo nunca dejarán de ser un filón para la pantalla grande.

 

La semana que entra se cumple un aniversario más de estos hechos, creo que una buena forma de hacer un homenaje a los muertos y torturados de esos días lo constituye no olvidar y aunque sea, elegir entre todas las opciones ver una película que los recuerde de alguna forma.

 

Final Cut

Me gustaría que este anexo de la columna pudiera ser menos pesimista pero las circunstancias que rodean las nominaciones y triunfos que ha obtenido la quinta realización de Alejandro González Iñarritu, Birdman, lo impiden.

 

No es que no sea importante el hecho de que, por segunda ocasión, “el negro” se encuentre en la antesala de conseguir la dorada estatuilla que otorga la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas del vecino del norte, lo que me preocupa y entristece es el tratamiento en medios nacionales que se le da.

 

Pareciera que no hay ya un director nacional que se levantó el año pasado con el premio, o que Iñarritu es el más importante, y casi único, mexicano en la industria mundial del cine.

 

Todo esto me lleva a preguntarme, ¿será que “el negro” también termine desterrado de la memoria colectiva si gana el Oscar? Si es así, ¿por qué razón?

 

eduardohiguerabonfil@gmail.com

 

@HigueraB