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Una imagen por definir

El cine mexicano se encuentra en profunda deuda con la imagen de los pueblos indígenas, una imagen que aún tenemos que definir con justicia y honestidad.

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Escrito en OPINIÓN el

En ocasiones se ha comparado a México con un mosaico conformado por piedras de diferentes procedencias y tipos, de esta forma  se trata de hacer visible la diversidad fabulosa de los diferentes pueblos, naciones y etnias contenidos dentro de él. El cine también ha contribuido en éste aspecto particular del imaginario colectivo, en honor a la celebración de los pueblos originales haremos una revisión mínima de películas que tratan la relación y choque  entre las culturas que desde hace más de 500 años conviven en los mismos territorios.

Y es que la dramática y convulsa relación que se ha marcado casi toda la historia  de los pueblos indígenas desde el período de la expansión de la cultura europea en el continente americano, llamado por algunos la conquista, ha nutrido la imaginación de guionistas, directores, documentalistas, actores y directores de  todo el mundo.

Las contradicciones y cortas visiones  que caracterizaron durante casi todo el siglo XX al discurso oficial de nuestro país se ven claramente reflejados en las piezas “clásicas” de la época de oro” del cine nacional.

Antecesores directas del melodrama televisivo que se atestigua en la telenovelas, los protagonistas indígenas de las películas mexicanas de ese período educaron a varias generaciones en una versión cursi, extrañamente romántica e idealizada, en la que el mundo oficial y real eran completamente diferentes y se encontraban, por lo tanto, condenados a la separación y la falta de entendimiento mutuo.

En el caso de La Perla (Fernández, 1947) se relata la historia de un buzo buscador de almejas que, de forma súbita, se encuentra con la posibilidad de romper su ciclo de precaria supervivencia al encontrar una perla. Este hallazgo desencadena una serie de evento e infortunios que convencen al pescador a regresar su tesoro a la profundidad del agua, aceptando de forma tácita el hecho de que existe un orden natural, el indio es pobre y no puede manejar se en el mundo material del conquistador, y tratar de revertirlo es ir contra natura y conduce a una irremediable situación de desgracia. Quizá el hecho de que la historia se base en una novela escrita por John Steinbeck tiene que ver con el fatalismo en que se basa.

 

Por otro lado podemos atestiguar que, para los cineastas de entonces, los pueblos conformados por etnias indígenas eran moral y emocionalmente inmaduros y manipulables. Tal como podemos atestiguar en otra  famosa película de éste tipo de producciones: María Candelaria (Fernández, 1944). En esta la “india” representada por Dolores del Río, es víctima de los celos, los juicios morales de una turba incapaz de razonar y, en especial, del choque de los mundos modernos y antiguo, representado por una pintura de desnudo y la “barbarie” de su propia sociedad.

 

Finalmente, cierra el ciclo de la trilogía de piezas “indias” vistas por todos los mexicanos la que fuera la última película de Pedro Infante, Tizoc (Rodríguez, 1957). Aquí la lejanía de las culturas está retratada de cuerpo entero, sumando además varios aspectos de machismo rampante al argumento para completar el círculo de intolerancias de la pantalla grande de nuestro país. En pocas palabras es el cenit del desconocimiento y de la incomprensión cinematográfica mexicana ante los indígenas.

Si le parece exagerada esta afirmación lo invito a que hagamos junto una revisión un poco más profunda del argumento. Tizoc vive protegido por un padrino y un religioso blancos y occidentales, lo cual suma al odio étnico que sienten por los otros indígenas. Su medio ambiente es de cacerías y de personas que son incapaces de hablar español pero se comunican trinando como pájaros, que además recurren a brujos charlatanes con el fin de asesinarlo. Al mismo tiempo podemos ver como Tizoc se enamora de una mujer que parece la reencarnación de la virgen del pueblo y que no es más que una rebelde ante los designios matrimoniales y machistas de su padre y futuro marido. Una mujer que a pesar de aparentar independencia e inteligencia se doblega por completo  y perdona una infidelidad para casarse con el hombre elegido por la sociedad y su padre, un militar machista y prejuicioso.

Pocas películas han sido tan benévolamente tratadas por la imaginación colectiva de nuestro país, y pocas películas han sido tan poco criticadas por sus rasgos discriminatorios, machistas, de negación de igualdad entre etnias o géneros como ésta.

No me malentiendan, no me encuentro a favor de volver el cien que trata este tipo de temáticas algo prohibido o perseguido, pero creo que es necesario establecer una nueva visión crítica y honesta sobre los conceptos morales de éstas y otras historias.

Para un servidor, el cine mexicano se encuentra en profunda deuda con la imagen de los pueblos indígenas, una imagen que aún tenemos que definir con justicia y honestidad.

 

eduardohiguerabonfil@gmail.com

@HigueraB