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Última llamada para sobrevivir el 2018

Por Roberto Rock L.

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Escrito en OPINIÓN el

Líderes de los principales partidos políticos, PRI, PAN, PRD y aun Morena, arribaron, en el sorprendente lapso de 150 días, a consensos para sacar adelante la nueva Constitución de la Ciudad de México. Aterrizaron temas que en otros ámbitos del país llevan años estancados.

 

Los constituyentes lograron votaciones por mayoría en temas como la revocación de mandato y el quitarle al Poder Judicial la mina de corrupción que representa su presupuesto y el nombramiento de jueces. Hablar de ello a nivel federal o en los estados puede representar hoy una herejía.

 

Sin embargo, en la medida en que se estrechan los márgenes de maniobra para la administración de Peña Nieto, en el conjunto del espectro partidista, político y ciudadano parecen crecer cada semana los espacios en donde se discuten salidas para una crisis que amaga llevarnos a un 2018 con gran ingobernabilidad, en donde las actuales reglas del juego hagan a todos perder y la nación sea conducida al borde del precipicio.

 

Es difícil imaginarlo, pero no resulta imposible que en el país se esté extendiendo un consenso de múltiples fuerzas y actores, convencidos de que es urgente un cambio de modelo de gobierno, una manera diferente para integrar mayorías dentro y fuera del Congreso federal, a fin de librar a la cosa pública de lo que parece una tragedia inminente.

 

Una larga serie de encuestas serias ha llevado a abrigar la conclusión de que sin un cambio, cualquiera que gane la Presidencia de la República el próximo año rebasará apenas el 30% de la votación, con una estrechísima diferencia con respecto a sus principales adversarios.

 

Eso representa el riesgo claro de una crisis mayor a la vivida en los comicios presidenciales de 2006 cuando una diferencia cercana a 0.5% entre Felipe Calderón, finalmente ganador, y Andrés Manuel López Obrador llevó al país a una polarización de la que aún está lejos de salir.

 

Apenas el viernes pasado se llevó a cabo un nuevo encuentro de personajes disímbolos, de varios partidos y perfiles públicos, para alertar sobre que se puede estar encarando la última llamada para cambiar un modelo de gobierno que ya no parece viable en manos de ningún partido.

 

El Palacio de Minería de la Ciudad de México albergó lo mismo a Cuauhtémoc Cárdenas que a Manlio Fabio Beltrones y Diego Fernández de Cevallos, actores con diversas trayectorias partidistas; que a José Woldenberg, uno de los hombres públicos más sólidos del país; a Pedro Salazar, Diego Valadés y Francisco Valdés Ugarte, con amplio reconocimiento académico.

 

Todos ellos alertaron que la frontera para un cambio de fondo se halla cada vez más cerca, y que después de ella podría haber sólo incertidumbre, una especie de voladero político y social.

 

Esa frontera, en términos jurídicos, está marcada en este mismo mes, con el inicio en unos días de un nuevo periodo de sesiones del Congreso federal, que debería discutir no una reforma electoral como las practicadas con ajustes paulatinos, según lo inició en los años 70 Jesús Reyes Heroles y se profundizó en los 90 con la modificación sucesiva del órgano regulador de comicios ahora denominado Instituto Nacional Electoral.

 

Lo que se plantean son transformaciones en la forma de gobierno, creando coaliciones que otorguen equilibrio y responsabilidad compartida -gobernabilidad, pues- en una tarea que ahora parece en un atolladero y que ahí seguirá, sin importar el partido que gane, a menos que varias fuerzas se pongan de acuerdo en una agenda central, doten de mayor poder a los contrapesos y otorguen más espacios a la voz de los ciudadanos en la supervisión de la cosa pública.

 

Una faceta de estos escenarios lo representa sin duda la posibilidad de que exista una segunda vuelta en la elección presidencial, a fin de que el próximo huésped de Los Pinos tenga una base de legitimidad de al menos la mitad más uno de los votantes, lo que no ha ocurrido en comicios de este tipo en los últimos 25 años, salvo en el forzadísimo caso de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), cuya obsesión de superar el 50% de la votación llevó a la crisis de cuando el sistema se “cayó” y se “calló”.

 

De acuerdo con la Constitución, una vez iniciado el calendario electoral en el Congreso ya no pueden emprender enmiendas a la carta magna en este campo. El proceso para elegir nuevo presidente culmina en junio de 2018, pero iniciará en octubre de este mismo año, por lo que no alcanzaría el tiempo para que los legisladores federales intenten algo en el periodo de trabajo que da inicio en septiembre.

 

Hay que asumir que Beltrones Rivera es una voz importante dentro del PRI y que alcanza a un sector sustantivo en su partido. Sus reclamos a favor de reformas de fondo en este tema no son coyunturales sino que datan de al menos una década. En este momento es muy difícil determinar qué nivel de atención alcanzan estas ideas en el círculo cercano al presidente Peña Nieto, pero ante la falta de indicios sólidos, habría que asumir por ahora que es muy bajo.

 

En el Partido Acción Nacional hace tiempo que el debate sobre causas fundamentales se ejerce en forma marginal, en el mejor de los casos. La apuesta de Ricardo Anaya, líder nacional panista, para ser el candidato presidencial por su partido el próximo año estuvo representada en la Constituyente de la Ciudad de México por Santiago Creel, quien coordinó a una bancada que dejó entrever una notable polarización en el blanquiazul. Ello llevó a ese grupo parlamentario constituyente a apoyar la inclusión en la nueva Constitución de la figura del matrimonio igualitario, un tabú en la historia entera de ese partido.

 

Un actor central en todo este escenario es Andrés Manuel López Obrador, virtual candidato presidencial por tercera ocasión, ahora en el 2018, por la vía de Morena y en una probable coalición. Su silencio en este tema sugiere que él no cree necesarias estas transformaciones, lo que supondría que está convencido que los peligros se conjurarán si él llega al poder. O que una nueva crisis constitucional como la que protagonizó en 2006 le daría ventaja en una negociación. Ambos escenarios resultan sumamente arriesgados. (robertorock@hotmail.com).