El Presidente de Estados Unidos se coloca a sí mismo en una posición sumamente complicada. Una posición imposible, diría yo porque sus declaraciones, lejos de llamar a la cordura y a la racionalidad, generan exactamente lo contrario. Producen temor, radicalismo y escepticismo en la personas (en Estados Unidos y fuera de este país también). El lunes por la mañana decidió emitir un “twitt” en el que afirmaba que todas aquellas encuestas negativas sobre él y sus acciones eran falsas. Esto equivale a decir que todo aquello que se dice de nosotros, que no nos agrada o que resulta negativo en cierta medida, es falso, y que solamente aquellas cosas positivas son valiosas, son verídicas y por supuestos, factuales. Lo demás es desechable. Sin embargo no ofrece ningún tipo de prueba de ninguna especie, sino solamente son sus dichos.
Por ejemplo, la semana pasada un juez federal de Seattle bloqueó su Orden Ejecutiva en contra de la migración de 7 países de medio oriente (el famoso “Travel Ban”) para prevenir cualquier tipo de entrada de personas “non-grata” a los Estados Unidos. El Poder Judicial consideró que la orden era discriminatoria y decidió frenarla y restituir el criterio anterior para permitir la entrada de los nacionales de dichos países a la Unión Americana. Y hasta el lunes en la tarde, la orden se había confirmado por una Corte de Apelaciones, pendiente de escuchar argumentos a favor y en contra. En nuestros países, donde existe una división de poderes, esto se conoce como “pesos y contrapesos” (checks and balances, en inglés). El Presidente no tiene poder absoluto y sus contrapesos son los otros poderes. Allí la diferencia con un monarca, por ejemplo. ¿Qué sucedió después de eso? Pues que el Presidente decidió arremeter contra el juez y culparlo de los potenciales actos que pudieran cometerse en el país relativos a la seguridad de las personas y de la seguridad nacional; más aún, lo llamo un “dizque” juez.
Las críticas hacia Trump son brutales por parte de muchos ciudadanos y organizaciones. Este tipo de declaraciones poco respetuosas al Poder Judicial no son bien vistas ni permitidas por la clase política en Estados Unidos (pero debemos entender que estamos en terreno desconocido, en donde las viejas reglas de lo que está bien o mal, de lo que políticamente es correcto o incorrecto no se aplican más). Todo lo que conocíamos o sabíamos está “de cabeza” porque las cosas ya no funcionan como lo hacían antes, y tenemos que entender el nuevo “orden” mundial y geopolítico.
Pero lo que tenemos que entender también es lo siguiente: si el Presidente Trump quisiera ganar el respeto de aquellos que no votaron por él o que no apoyan sus acciones, tampoco la tendría tan difícil, porque hay mucha gente que estaría dispuesta a darle el beneficio de la duda (no implica mi opinión respecto al contenido de sus acciones, con el cual estoy totalmente en desacuerdo) pero creo que en Estados Unidos mucha gente está en contra de él precisamente por su actitud reaccionaria (es decir, por sus reacciones a lo que sucede, más que por los hechos que propone).
Veamos por ejemplo: burlarse de un juez federal, o decir que todas aquellas encuestas negativas son falsas es como pólvora enervante para un sector de la población que no comulga con sus ideas (muchos, muchísimos mexicanos podríamos ser contados entre ellos). Pero recordemos que incluso en aquellas encuestas que él mismo tacha como falsas, hay un 47% (aproximadamente) de personas que apoyan sus acciones. El hecho que no tenga 90 o 100% de apoyo no quiere decir que su base esté vulnerada: casi la mitad de los encuestados están de acuerdo con él. Si en lugar de desacreditar la opinión de los contrarios, se abriera y los escuchara, quizá esa gente estaría más dispuesta a concederle algo de razón (como digo, sin importar si la tiene o no en realidad).
Un ejemplo interesante hubiera sido el siguiente: ¿qué hubiera pasado si al día siguiente de la mega marcha de las mujeres en Washington y en diversas ciudades de Estados Unidos hubiese dicho algo como esto: “entiendo y escucho, y haremos algo juntos todos al respecto”? Quizá su base de apoyo sería mayor. El problema es que no está pensando o “twitteando” como estadista, sino como celebridad. Está pensando en términos absolutos: “o me apoyan todos – el 100% - o las cosas están mal y las hechos son falsos”, “o México paga el muro o rompo relaciones con ellos”, etc.
La verdad es que si pudiéramos preguntar a la gente, parte de lo que le molesta a los ciudadanos de Estados Unidos sobre su Presidente es su propia actitud respecto a las molestias que ya de por sí genera: es como una profecía auto cumplida. El problema es que para salir de allí tiene que estar dispuesto realmente a negociar, y no solamente a aniquilar a los que considera sus enemigos y adversarios. Peor aún: inclusos a sus aliados.