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Trascender sin dependencia

La independencia siempre fue mi deseo; la dependencia siempre fue mi destino. Paul Verlaine.

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Escrito en OPINIÓN el

Principio de vida: Toda obra humana busca la trascendencia. No importa de qué obra estemos hablando. Los padres vemos a los hijos cómo un atisbo a la eternidad y el medio por el cual una parte de nosotros puede trascender nuestra envoltura mortal. El pintor plasma sus trazos en el entendido de que lo que realiza es un mensaje que dejará atrás su propio tiempo y logrará conectarse con aquellos que habitan el futuro. Los políticos realizan obras y emiten principios pensando en cómo regirán los días y sociedades  que aún no llegan. Los próceres dan su vida en aras de una visión social ideal que vale la pena el sacrificio personal y heredará mejor vida a otros.

Esto último lo podemos atestiguar en la historia de los personajes que de tan familiares ya no vemos claramente como Hidalgo, Morelos y Fray Servando Teresa de Mier por mencionar algunos.  Su idea de la “nación mexicana” se ha ido desvaneciendo poco a poco con el tiempo y la fuerza de la globalización.

Y esto por desgracia es aún más cierto en aspectos de cultura masiva que en ninguna otra esfera. Tomemos al cine por ejemplo.

Ya desde hace 2010 las autoridades sabían, gracias a las encuestas realizadas por ellos mismos, que el 90% de los asistentes a las salas cinematográficas  de nuestro país nunca habían pagado un boleto para ver una producción nacional. Así como lo lee, nueve de cada diez mexicanos que van al cine no consumen cine nacional. Y aunque esas cifras son de hace cuatro años (Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales) la situación en realidad no parece mejorar demasiado con  el paso del tiempo.

De acuerdo con el anuario estadístico del cine mexicano 2013  publicado por IMCINE, el documento más reciente de su tipo (Anuario Estadístico de Cine),  el total de asistencia a las salas de cine fue de 248 millones de espectadores, una cifra nada despreciable. De esta cifra solamente el 12% de ellos entraron a una sala para ver una película mexicana. Solo 30.1 millones.

Y esto empeora si sumamos un dato más: 49.8% (15.2 millones) de esos espectadores que vieron  cine de manufactura mexicana asistieron a ver  No se Aceptan Devoluciones (Derbez, 2013), dejando a todas las demás producciones  nacionales, 100 en números redondos, repartiéndose las migajas de un trozo de pastel de por si pequeño.

El tamaño real del pastelito de los ingresos cinematográficos alcanzó el año pasado 11 mil 860 millones de pesos en total, de los cuales 10 mil 437 fueron ganados por películas extranjeras, en su gran mayoría de nuestro vecino del norte. Por eso nos toca un trozo tan pequeño y migajas.

Pero dejemos de documentar nuestro optimismo con datos alegres y vayamos a un ejercicio que está destinado a deprimir al más optimista de los lectores al comprobar que nuestro cine no parece mantener el prestigio que nombres del pasado le dieron.

Para empezar  y sin tomarse demasiado tiempo trate de relacionar los siguientes cinco nombres con una película  que  conozca o haya ido a ver: James Cameron, Robert Pattinson, Zoe Zaldaña, Hugh Jackman, Scarlett Johansson. Estoy seguro que al menos tres, si no es que todos ellos, son reconocibles para usted y se sabe alguna cinta en la que hayan participado recientemente.

Ahora haga el mismo ejercicio con los siguientes nombres: Diego Quemada-Diez, Lisa Owen, María Renée Prudencio, Gael García, Amat Escalante.

Estoy seguro que de esa quinteta solo hay un nombre que la gran mayoría de nosotros reconocemos sin esfuerzo y eso se debe a que es el actor con mejor prensa internacional de nuestro país en los últimos 20 años. No importa que todos los demás nombres pertenezcan a creadores laureados por la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas con el Ariel 2014 y el de García Bernal no haya aparecido en la lista de estos triunfadores.

Como mencionamos al principio, nadie trabaja y crea algo con la intención de ser intrascendente en su ambiente y su tiempo. Los cineastas de nuestro país conforman un  grupo que viven para trascender, es su motor y su objetivo como artistas y creadores.

¿Pero qué clase de independencia  y trascendencia se puede obtener si nosotros como la audiencia que somos no los apoyamos, no participamos y no buscamos averiguar que nos ofrece el cine que ellos hacen?

Y es por eso que el cine nacional se encuentra condenado  a un doble camino. O intentan repetir fórmulas traídas del extranjero, lo que implica no desarrollar ni la creatividad ni el mercado, olvidando que el cine es algo más que comedias maletonas  y buscando un éxito comercial regular,  o exploran su propio mundo interior y la identidad de todo lo que pasa en nuestro contrastante y hermoso país sin que nadie los conozca fuera de un círculo cerrado de cinéfilos de hueso duro y algunos intelectuales.

Por eso mi invitación en estas fechas de gritos y festejos es para que declaremos nuestra propia independencia  de las grandes cintas extranjeras y le demos a nuestros cineastas una oportunidad para que ya no siga la cine-dependencia. Asómese a la cartelera y busque alguna película nacional y vaya a verla. Eso es mejor que emborracharnos enfundados en la verde y gritar viva México después de ir a ver una mala película de aventuras espaciales hecha en otro país. Ayudemos al arte cinematográfico de México a trascender y generar una nueva nación mexicana desde la pantalla de plata.

 

eduardohiguerabonfil@gmail.com

@HigueraB