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¡Todxs a la marcha!

La ciudadanía se informa cada vez más sobre las políticas de drogas y las consecuencias que generan en su vida cotidiana.

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Escrito en OPINIÓN el

Desde 2001, en Ciudad de México, el primer sábado de mayo se realiza la Marcha del Día Mundial por la Liberación de la Mariguana. Se trata de un acto de ejercicio ciudadano en el que se apela a los derechos humanos, como la salud y el libre desarrollo de la personalidad, para argumentar y legitimar demandas claras y concretas, a saber: la inclusión de las y los usuarios de la cannabis en el diseño de las políticas de drogas y el fin de la criminalización a los consumidores. Este sábado 7 de mayo no será la excepción y la cita es a las 15:00 hrs. en la Alameda Central.

 

Año con año a la marcha se adhieren más convocantes y participantes. En esta fiesta cívica no sólo concurren aguerridos y clásicos activistas, sino que en ella también participan organizaciones de la sociedad civil que se han consolidado como actores ciudadanos, tanto por su lucha por el respeto a los derechos humanos, como por su capacidad de construir y proponer iniciativas de reforma, instrumentos de política pública y fomentar debates con evidencia científica. Sin duda, esta diversidad y riqueza fortalece a la marcha en términos ideológicos y políticos y ofrece pistas acerca de lo amplio de la base ciudadana que día con día se informa más sobre sus políticas de drogas y las consecuencias que generan en su vida cotidiana.

 

Pero más allá del tema concreto por el cual se convoca, la marcha de hoy sábado simboliza procesos y discusiones de más largo alcance.

 

Por un lado, esta manifestación de protesta resulta ser un episodio de un movimiento social de alcance mundial que lentamente se consolida en su organización y movilización, pese a fuertes tropiezos. Un movimiento que paulatinamente ha logrado reestructurar y refinar cada vez más sus demandas y propuestas y que, en algunos países con más éxito que en otros, coloca en la discusión pública los temas que le preocupan a una parte de la sociedad.

 

Por otro lado, la marcha es un episodio de un movimiento (compuesto por ciudadanos, activistas, académicos y políticos) socialmente comprometido y crítico de la crisis humanitaria que ha generado la desastrosa estrategia punitiva de control de sustancias psicotrópicas y que ha provocado las olas de violencia y debilidad institucional que padecemos. Un movimiento que simboliza la convergencia a nivel mundial de visiones críticas sobre el régimen prohibicionista y que, por ejemplo, ha logrado cambios concretos como las reformas regulatorias del mercado cannábico en Estados Unidos de América o el posicionamiento de diversos países a favor de un cambio en el modelo actual.

 

Finalmente, la marcha de hoy es un episodio de un movimiento que articula sus propuestas con mayor evidencia científica, que propicia un debate más informado y desideologizado y que presta atención a esos terribles efectos sociales de las políticas de drogas actuales como la criminalización de consumidores, las muertes por consumo, el encarcelamiento de pequeños productores, las altas tasas de homicidios, y el largo etcétera que todos conocemos.

 

En México, la actual coyuntura de discusión pública sobre qué hacer con la cannabis (con su uso, comercialización y producción) se inscribe, sin duda, dentro de esta tendencia mundial. Los múltiples debates en medios de comunicación, en foros convocados por asociaciones civiles -y, aquellos organizados por el Ejecutivo Federal y el Congreso-, la fundamental participación de representantes mexicanos en la sesión especial de UNGASS y el discurso presidencial, que si bien a regañadientes y con titubeos, representa un punto de quiebre para el actual paradigma prohibicionista, son resultado y expresión de este movimiento.

 

En síntesis. La marcha de hoy por la cannabis y, en general, las discusiones sobre reformas y replanteamiento de políticas de drogas se articulan cada vez más como un gran movimiento social de corte mundial. Un movimiento con sus propias características, demandas, identidades y formas de organizarse. Para algunos, un movimiento sui generis, quizá del tipo de los llamados nuevos movimientos sociales. En efecto, a diferencia de lo que ocurría con los viejos movimientos de masas, lo que presenciamos no es el inicio de cambio revolucionario para instaurar un régimen político, claramente arraigado en una clase social con una identidad ortodoxa, sino un movimiento de individuos que provienen de los más diversos sectores sociales, con un ánimo de contribuir, desde sus trincheras, a esos cambios graduales que contribuyan al bienestar y respeto de los derechos fundamentales.

 

Charles Tilly, ese genial estudioso de los movimientos sociales, decía que estos debían cumplir con tres características: 1) la realización de campañas, entendidas como el esfuerzo transparente y colectivo para posicionar en la opinión pública los temas a debatir, los problemas a solucionar y las propuestas de cambio a adoptar, de tal suerte que la ciudadanía se informe sobre los asuntos de interés público y las elites políticas se percaten del potencial de conflicto que enfrentan; 2) un repertorio de protesta que va, desde las peticiones de apoyo como las organizadas en plataformas como change.org, hasta las marchas, las reuniones y manifestaciones en universidades, parques, glorietas, y espacios públicos en general; y 3) demostraciones de valor, de unidad, de número y de compromiso, como aquellas que se logran en las marchas de protesta.

 

La marcha de hoy, no sólo es para discutir el tema de la Cannabis. Es un ejercicio cívico de mayor alcance. Es para ejercer nuestros derechos y construirnos como ciudadanos; es para fomentar la discusión de un problema público y llamar la atención de las autoridades para su solución; y es también una forma de manifestar nuestro compromiso moral y ético con las víctimas de las actuales políticas de drogas que por sus resultados han demostrado ser ineficientes y con la protección de nuestros derechos fundamentales. 

 

@EdgarGuerraB

@OpinionLSR