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“Tapar el pozo” como política pública en la justicia cotidiana

Los foros sobre Justicia Cotidiana han sido ricos en historias y reflexiones sobre los problemas.

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Escrito en OPINIÓN el

En alguna columna previa, referí  que en Ciudad Juárez hace no más de cinco años entre las ocho de la noche y dos de la mañana el número de llamadas a los teléfonos 066 y 086 se incrementaba notablemente. Lo interesante de esto es que la mayor parte de los llamados correspondía a problemas de violencia intrafamiliar y no a las balaceras. Este dato dice que el tejido familiar, el más elemental y básico de una sociedad como la mexicana está afectado y que puede tener alguna relación con la situación de convivencia social, inseguridad y delincuencia, en esa parte de la frontera.

 

En los foros sobre Justicia Cotidiana organizados por el CIDE y casi una veintena de instituciones, se han ido coleccionando historias como la de Ciudad Juárez. Aun cuando, por ejemplo, en Guanajuato se trató la “Justicia administrativa” y en Tijuana la “Justicia familiar”, la separación de temas, no significa que se trate de realidades distintas. Si en una se trató la inseguridad en las calles y en otra la violencia intrafamiliar no implica que una no tenga que ver con la otra. Por el contrario.

 

Ilustro el punto:

 

En un clásico de Mark H. Moore (profesor de la Kennedy School de Harvard), Gestión estratégica y creación de valor en el sector público (Paidós1998),  presenta como caso el siguiente: La Directora de una biblioteca pública tiene como preocupación el incremento de visitantes escolares a partir de las tres de la tarde y hasta las seis. El lapso coincide con la salida de los niños de la escuela y el regreso de sus madres del trabajo: la biblioteca se convierte en la cuidadora de los escuincles. El problema de la Directora son los libros revueltos, y, por tanto, la necesidad de ordenar, reapilar, orientar, y la insuficiencia del personal. Aquí dejo el ejemplo de Moore.

 

Ciudad Juárez alguna vez la ciudad del pleno empleo en el modelo maquilador y la ciudad de Moore tienen en común que hijos de madres trabajadoras tienen que hacer algo con el tiempo entre que aquellos salen de la escuela y estas llegan a la casa. La diferencia está entre lo que los niños hacen sea en Ciudad Juárez o sea en la otra ciudad.

 

En un ilustrativo estudio Aberto Aziz (CIESAS)  “Violencia y destrucción en una periferia urbana: el caso de Ciudad Juárez” expone como parte del drama la ausencia de guarderías, escuelas, centros de salud en los lugares de vivienda de las trabajadoras. Según datos del 2011, dice el artículo 30% de los adolescentes estaba fuera del sistema escolar.

 

Si elucubráramos una ecuación en la que hay un contexto familiar que repele y el otro citadino que no da alternativas, el resultado es el de mayores oportunidades para la violencia.

 

La diferencia entre Ciudad Juárez y la Ciudad de Moore (que según dice es lo que realmente pasaba en varias ciudades norteamericanas) es que en la primera no tenían una biblioteca a la cual ir, ni un campo deportivo, ni a un centro cultural. La diferencia está en la ausencia de políticas públicas para la calidad de vida.

 

Desde las políticas del IMSS que pudo establecer guarderías o CONACULTA bibliotecas, o el gobierno estatal escuelas, o el gobierno municipal servicios públicos y espacios públicos decentes.

 

El fracaso son las oportunidades perdidas, diría alguien que ahora no recuerdo.

 

Luego de la matanza de Salvárcar, el Programa “Todos somos Juárez”, volcó iniciativas y recursos para hacer algo de lo que no se había hecho: Infraestructura urbana, centros deportivos, etcétera. El problema, dice bien Aziz, no por construir escuelas, los adolescentes van a regresar a las aulas. Los costos de revertir, de reconstruir tejidos sociales son muy altos.

 

Los foros sobre Justicia Cotidiana han sido ricos en historias y reflexiones sobre los problemas. En algunos casos, como en Ciudad Juárez, se trata de testimonios en los que hay que tapar el pozo luego del niño ahogado. En otros se trata de oportunidades que todavía no se pierden. En el horizonte está, por supuesto, la meta aspiracional de hacer que los derechos humanos de papel sean una realidad. Pero tal fin pasa por una Constitución de las responsabilidades.

 

“Tapar el pozo” como política pública remedial, no es más que asumir tardíamente las responsabilidades. Que el IMSS establezca una guardería luego de la crisis es hacer algo que pudo hacer oportunamente; o que el Gobierno municipal prevea, establezca y mantenga espacios públicos al ordenar el crecimiento urbano tienen que ver con la justicia cotidiana.

 

Hace apenas unos días me enteré de la próxima apertura de una librería del Fondo de Cultura Económica en Apatzingán. Confieso que me pareció una gran iniciativa. Las librerías del Fondo siempre me han parecido remedios para todo mal (casi tan buenas como el mezcal). Imaginar una de ellas en Apatzingán me pareció una muestra de responsabilidad del Fondo como institución pública: Llevar los libros no solamente donde hay demanda, sino donde hay necesidad.

 

La sociedad de los derechos es la sociedad de las responsabilidades. Los problemas de la justicia cotidiana, así como los “grandes” problemas de la justicia en México, tienen en común algún problema de falla en la responsabilidad, sea por corrupción, sea por negligencia, sea por ineptitud.

 

En ese mismo sentido, el Sistema Nacional Anticorrupción es una pieza fundamental. Tiene que ver con tapar el pozo en tiempos en que la voracidad de los políticos llega al cinismo, pero también tiene que ver con aprovechar la experiencia.

 

Si bien el fracaso tiene que ver con las oportunidades perdidas; también tiene que ver con la oportunidad de empezar de nuevo, con más inteligencia, diría Ford.

 

@jrxopa