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¿Por qué voy a ir a votar este domingo?

Decir que el voto nulo favorece a una fuerza política en particular es desconocer absolutamente la vida política del país.

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Escrito en OPINIÓN el

En las últimas semanas previas a la elección se ha encendido un debate en torno a la anulación del voto en México. Las razones para anular el voto son varias, pero por encima de todas sobresale un descontento ciudadano y la poca credibilidad en las instituciones y en el sistema político. A pesar de todo ello, estoy convencido de que resulta más sensato y responsable, dadas las condiciones actuales, acudir a votar, que anular el voto, o peor aún, abstenerse de hacerlo.

 

Tengo la plena seguridad, como lo expliqué en mi colaboración: “Problemas del voto nulo como mecanismo de protesta”; que con las reglas actuales, el voto nulo no tiene consecuencias jurídicas, y su efectividad como herramienta de presión o de inconformidad hacia nuestra clase política es al menos cuestionable o debatible.

 

Entiendo y comparto muchas, si no es que todas las razones que esgrimen los anulistas en contra del sistema político, y de la necesidad de replantear o reformar nuestro sistema electoral.

 

Sin embargo, no hay que olvidar que hasta hace unos años, no existía ninguna certeza respecto de la efectividad el voto, es decir de que los votos realmente contaran, y que vivíamos en un esquema político en el que todo transitaba por un partido único. Para remontar esos esquemas fueron necesarias diversas reformas, que tuvieron como trasfondo profundas transformaciones políticas, sociales y me atrevo a decir que hasta culturales.

 

Lo mismo ha sucedido con algunas otras reformas como es el caso de las candidaturas independientes, el acceso a radio y televisión, la reelección legislativa entre otras. Es decir, el tránsito o el camino de esas figuras, desde el reclamo social al sistema legal y político no ha sido ni fácil, ni rápido ni sencillo.

 

En México nunca nadie nos ha regalado absolutamente nada, y por ello me parece difícil ceder o regalar mivoto a una opción que bajo las reglas actuales, no será tomada en cuenta para la conformación de un gobierno, que en cualquier escenario estará tomando decisiones que me impactarán a mi, a mi familia y a mi país los próximos años.

 

Es evidente que la oferta política actual no es muy convincente, e incluso poco atractiva, pero la conformación de los próximos gobiernos tendrá un impacto significativo en los siguientes tres años, y sin duda alguna tendrá alguna repercusión para las elecciones dentro de tres años. Tan sólo en el Distrito Federal se avecinan cambios importantes en las delegaciones políticas y en la Asamblea Legislativa, que pueden impactar en las políticas públicas, los servicios de salud, educación, transporte, en la coordinación entre autoridades, y en lo que es más importante, en todos nosotros los ciudadanos.

 

Lo mismo sucede a nivel federal con la futura conformación de la Cámara de Diputados, por ahí pasan designaciones, propuestas, iniciativas, leyes y decisiones que tienen impacto en nuestras actividades diarias. Ni se diga de las elecciones para gobernador en varios estados del país, en las que incluso algunos candidatos independientes han resultado altamente competitivos.

 

Decir que el voto nulo favorece a una fuerza política en particular es desconocer absolutamente la vida política del país. El PAN, PRI, PRD o cualquier otro partido a nivel nacional, no tiene la misma cara, ni la misma fuerza a nivel local. Cada ciudad, cada región, cada estado es un tablero de fuerzas políticas diferentes.

 

Lo que es evidente y nos dice el sentido común, y para ello podemos prescindir de las estadísticas, las gráficas y las discusiones sesudas, es que el voto nulo favorece a las fuerzas políticas que tengan un voto duro importante, en esa demarcación, ciudad o región.

 

En el fondo del discurso del voto nulo está el reconocimiento a la efectividad del voto. Bajo las reglas actuales cada voto nulo se va a contar y se va a colocar en la bolsa de la estadística electoral, pero ello no va a reducir las prerrogativas de los partidos, ni a establecer mecanismos de control y rendición de cuentas de los gobernantes, ni a castigar realmente a nuestra clase política.

 

Dadas las condiciones actuales de descontento social, el voto no puede legitimar a los gobiernos que vayan a ser electos. El voto es un derecho ciudadano y un mecanismo para elegir civilizadamente a un gobierno, pero ello no implica una carta blanca, para que durante su mandato hagan lo que les dé la gana.

 

Respeto absolutamente la postura de quienes van anular su voto este domingo próximo, y entiendo sus razones. Sin embargo, me parece que dadas las condiciones actuales y las reglas del juego, anular el voto se parece más a saltar por la borda y dejar el barco a la deriva, esperando que la corriente nos lleve a buen puerto.

 

@pacozorrilla