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Politizar o grillar

El interés público ya no es el interés común, sino el que despierta curiosidad.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Reconozco que he fallado en plantear mi preocupación política de fondo. Hasta hoy la gente cree que estoy en contra de los candidatos independientes y a favor de los partidos; así de maniqueo.

 

Para mí, el problema no es instrumental. Partidos e independientes son al fin y al cabo instrumentos de la democracia. Fachada, no contenido. La democracia no existe sin la deliberación y la acción política, y esa toca a los ciudadanos. Así, el problema es la política en sí misma; su degradación extrema e imparable. Política en tanto entendimiento y acción colectivos, y cuanto subsistencia de los hombres en una sociedad en diversidad, libertad e igualdad.

 

La forma de participación política que hoy se vende como paradigma aniquila el espacio que hace posible la relación entre los hombres. Atomiza, excluye e individualiza, no relaciona. Difumina al sujeto de la democracia (al ciudadano) en mónada.

 

El verdadero problema es de sociabilidad, cualidad y habilidad de ser sociable, y, si se me permite, de sociabilización, acción y efecto de sociabilizar. En el fondo estamos hablando de no perder nuestra capacidad de politizar, es decir, de dar orientación y contenido a nuestros pensamientos y acciones. Nuevamente, si me permiten, hacer vida de nuestro existir. Y no hablo de grillar, hacer ruido y saltar de un cargo a otro, sino de dotar de razón y sentido a nuestra convivencia.

 

Como Hannah Arendt en los 50s, hoy tenemos que preguntarnos si “¿tiene la política todavía sentido?”.

 

La antipolítica campea por el mundo en una huida a la impotencia en la que confabulan la entelequia del mercado sabio, la atomización social y la individualización extrema en la venta de una ciudadanía sin dolor (léase sin participación) y de una política sin polis y sin zoon politikon.

 

La política es voluntad común en acción; voluntad en comunidad que se basa en la comunicación, entendimiento y concierto entre los hombres.

 

Hoy el espacio público, que no es en sí ni automáticamente político, ha perdido su significado de ámbito para sucesos colectivos y compartidos, y es un medio virtual de exposición de vidas privadas, escándalos e intereses particulares que llenan, sí, el espacio de la atención pública, pero con irrelevancias. El propio concepto de interés ha sido reducido a curiosidad o posibilidad de despertar curiosidad. El interés público ya no es el interés común, sino el que despierta curiosidad.

 

El discurso que acompaña a la acción en el quehacer político ha dejado de ser la comunicación y el intercambio de las diversas perspectivas de la realidad que nos une y separa. El mundo que hay entre los hombres, lo público, ha dejado de así ser objeto de discernimiento.

 

Pero no sólo el discurso ha perdido contenido y significado, también el espacio que media la relación entre los hombres. La política se da entre hombres. No es el hombre sino el mundo que existen entre los hombres y que hace posible su convivencia lo que nutre de contenido y razón a la política. Al perder el espacio su significado relacional, hay masa informe, no sociedad; agregación y amontonamiento, no organicidad.

 

Sin deliberación y sin ámbito de relación, deviene imposible el concierto de voluntades.

 

Y ésta es una realidad global. El modelo de desarrollo imperante destruye estructuras colectivas y resta poder a las instituciones políticas para hacer frente al libre juego del capital y las finanzas. El mercado, en su sabiduría, disuelve lazos societales y de reciprocidad. Ya lo dijo Thatcher: “La sociedad no existe”, existen individuos. El colofón lo conocemos: consumidores amaestrados, no ciudadanos; atomización y aislamiento, no sociedad. La precarización antes de ser económica es política.

 

Poder y política ya no están unidos en un mismo Leviatán. La política, en tanto capacidad de decidir, se globalizó, es decir, se desconectó de los costos sociales. El poder, cuanto capacidad de hacer, quedó confinado a estados-nación impotentes, ajenos a los centros de decisión, rehenes de sus chantajes y reducidos a funciones policiales que aseguren seguridad a la inversión. El verdadero poder, globalizado, está libre de todo control político; la política, por su parte, ha sido castrada, sometida a la voracidad del mercado y reducida a lo local.

 

Resumo: La política huye en retirada, botargas políticas y movimientos de solidaridad negativa ganan territorios a los partidos tradicionales, ahogados en sus propias, miasmas. La política ha optado por ser una especie más de entretenimiento: ineficaz e inocua. La participación política, en palabras de Bauman, es dominada por el “soft-activismo” de quienes creen que “hacer un clic en una petición de Facebook cuenta como acto político”. Las primaveras políticas aún tienen que demostrar que pueden construir y no sólo derruir.

 

Los cimientos de la solidaridad social y responsabilidad comunitaria están minados. Nos une el “precariado” (Guy Standing), condición extrema de desintegración, pulverización y atomización. El odio priva como mercancía política. Exclusión y superfluidad social definen nuestros tiempos; tiempos de desechos humanos.

 

Concluyo con Bauman: “Una política manifiestamente impotente y en esencia preocupada por mantener a sus sujetos a distancia, progresivamente gestionada por asesores de imagen y directores de escena y sesiones fotográficas, y cada vez más alejada de las preocupaciones y los problemas cotidianos de las bases, apenas resulta atractiva para individuos con visiones y proyectos que van más allá de la próxima fecha de las elecciones, individuos indispensables para ser líderes políticos, diferentes a los operarios de maquinaria política. Los líderes políticos potenciales siguen naciendo; es el deterioro de unas estructuras políticas progresivamente decadentes e impotentes lo que impiden que lleguen a la madurez…”.

 

¿Tiene aún sentido la política? No lo tiene ni tendrá en tanto no le dotemos de uno; en cuanto no la llenamos de hombres en relación, por lo que hace a contenido, acción y desiderátum.

 

@LUISFARIASM