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Pinotepa Nacional, redes sociales y discrecionalidad moral

¿Podemos imaginar algo más injusto que un asesinato a sangre fría de una familia que carga a su bebé en brazos?

Por
Escrito en OPINIÓN el

En memoria de Marcos Pano,

Alba Isabel Colón y

Juan Alberto Pano Ramos.

Que descansen en paz.

 

 

Hasta hace unos días, esta columna estaba destinada a discutir algunas de las dificultades para obtener información actualizada de la SCJN en su página de internet. El asesinato de una pareja con su bebé de nueve meses en Pinotepa Nacional cambió el rumbo de mis reflexiones. No pretendo hacer un recuento de lo mucho que me dolió la imagen, sino explicar sociológica y filosóficamente por qué el hecho, la imagen y las reacciones en redes sociales son alarmantes.

 

Sin ánimo de hacer un juicio paralelo me pregunto: ¿Podemos imaginar algo más injusto que un asesinato a sangre fría de una familia que carga a su bebé en brazos? Gracias a que la creatividad humana para la crueldad parece infinita, me puedo imaginar un gran número de barbaries que quizá puedan resultar mucho peores, con todo, aunque el grado de crueldad pueda ser mucho mayor, la injusticia de un asesinato así me sigue resultando incuestionable.

 

Pero parece que la repetición ad nauseam de imágenes de asesinatos, decapitados, descuartizados y un largo etcétera ha terminado por hacer estragos en nuestra psicología social. Si pensamos el escándalo incesante que provocaron en redes sociales los asesinatos de los caricaturistas de Charlie Hebdo, los atentados en París o la tragedia humanitaria de la migración de la población Siria y la comparamos con los comentarios que ha provocado la imagen del asesinato de la familia Pano Colón el fin de semana en Oaxaca, nos encontramos con un silencio escalofriante.

 

No es que nadie diga nada, sino que la reacción es desmesuradamente menos intensa si la comparamos con las tragedias internacionales antes mencionadas. Por alguna razón que seguramente podrán explicar mejor psicólogas o psicólogos sociales, las personas en México manifestaron con mucha mayor energía la tristeza o coraje que les daban las tragedias del otro lado del Atlántico.

 

No aspiro a dar una explicación científica de este comportamiento, ni tampoco a explicar de forma contundente por qué redes sociales como Facebook tienen políticas selectivas sobre las injusticias en las que se involucran. Lo que puedo hacer, es señalar que lo que hemos visto en redes sociales podría ser indicativo de una distorsión ética y de una carencia de cultura de derechos preocupante.

 

Es significativo que la constante violación al derecho a la vida y a la libertad como seguridad se haya normalizado en nuestra cultura, mientras la violencia en Francia o en Siria nos parezca aterradora. Pero lo cierto es que no es una cuestión de afinidad por lo extranjero, pues tampoco hubo escándalo en las redes sociales mexicanas por los conflictos de violencia racial en Estados Unidos en años anteriores (Ferguson, etcétera), ni tampoco ha habido campañas ruidosas que denuncien la tragedia económica y humanitaria que se vive en Haití hace siglos (literalmente siglos).

 

Es por eso que afirmo que nos encontramos ante una distorsión ética, una especie de ética selectiva en la que condenamos algunas injusticias de forma enérgica, mientras otras apenas si nos tocan. Desde luego, en la configuración de esta realidad juegan tanto las políticas selectivas de las redes sociales, como las de los medios de comunicación. No se nos olvide, los top trending no se hacen solo con la iniciativa ciudadana, sino con fuertes campañas mediáticas. Pero eso no quita que, como sociedad, jugamos el juego de la discrecionalidad ética.

 

En filosofía del derecho se ha insistido desde hace ya mucho tiempo que uno de los grandes méritos del derecho moderno ha sido el de haberse diferenciado de la moral. Gracias a ello, el derecho ya no funge como una institución que dicta cuál es la vida buena, sino que genera las condiciones para que cada quien elija qué creencias y prácticas se ajustan mejor a lo que individualmente se considera como vida buena. Así las cosas, el derecho se entendería como una institución que garantiza la libertad. Pero de ello no debe concluirse que el derecho es inmoral o que no hay ningún presupuesto ético en su construcción. Los derechos humanos, por ejemplo, son tanto éticos como jurídicos.

 

De tal suerte, nuestra discrecionalidad ética, nos lleva también a una selectividad jurídica al menos en el plano social. Supongo que parte de lo que nos llevó a conmovernos hasta el llanto por la foto del cuerpo de Aylán yaciendo inerte en las playas turcas fue la empatía con los padres, así como la sensación de impotencia ante la tragedia de un inocente. Supongo a la vez que una especie de sensibilidad jurídica también nos retumbaba en el corazón y en la cabeza con frases como ¡qué injusticia!

 

Pero si carecemos de la primera sensibilidad, de la empatía humana pues, seguramente careceremos de la segunda, la sensibilidad jurídica. No es del todo descabellado decir que la falta de empatía con las víctimas de la crueldad, muy probablemente lleva a la insensibilidad jurídica.

 

Nos gusta pensar que en algo andaban metidos para que les pasara, es decir, nos gusta afirmar que aunque se trate de un hecho terrible, quizá haya algo detrás que lo explique y le quite lo espeluznante al retrato. Así despersonalizamos a las víctimas y de paso nos liberamos de la carga ética y jurídica de la imagen y el hecho. Pero esto no es una acusación a los otros, sino una actitud que reconozco también en mí, una acción que he realizado otras veces con tal de seguir con mis asuntos.

 

Una patología social de la que también participo y que cada día me genera más sinsabores. Si el asesinato a sangre fría de un bebé indefenso, no nos despierta una sensación insoportable de injusticia, entonces es imposible esperar que les heredemos a nuestros hijos algo mejor que la incertidumbre del estado de naturaleza.  

 

@BordeJuridico

 

El autor es Octavio Martínez Michel @Octavio_MMichel

 

Maestro en Filosofía Política por la UAM Iztapalapa y doctorante por la misma Universidad. Dirigió Borde Jurídico de agosto de 2013 a agosto de 2015, actualmente se desempeña como Investigador Asociado del proyecto. Es profesor de la Escuela Libre de Derecho y del Claustro de Sor Juana. Su investigación está enfocada en la teoría de la justicia y la teoría del estado.

 

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