Main logo

París: ¿El principio?

¿Cuáles son las razones para una guerra? ¿Agravios? ¿De quién a quién? ¿Diversidad cultural? ¿Fundamentalismos?

Por
Escrito en OPINIÓN el

Lo ha dicho en diversas ocasiones. La primera vez se escuchó desproporcionado y se atribuyó a un  estado de ánimo catártico luego de los atentados del viernes 13 de noviembre en Paris; adelante el presidente francés, François Hollande, retomó la afirmación frente a medios de comunicación y más tarde la puso en la mesa del Parlamento en una ceremonia excepcional en Versalles: “Nuestra patria está en guerra”, que es decir: “Francia esté en guerra”, exclamó. 

 

Por supuesto, la sola mención de que puede haber una Tercera Guerra Mundial aterroriza a todos. Los horrores de una contienda así son indescriptibles y con toda frecuencia mueren tantos inocentes que al final de cuentas quienes declaran las guerras salen ilesos, no quienes viven su vida lejos del gran poder, sin pena ni gloria. En todo caso, después de eso ya nada es igual para nadie.

 

Horas después, fuerzas de la República Francesa atacaron bastiones del Estado Islámico en un despliegue de poder e indignación extrema. 

 

Luego, en un video puesto en redes sociales, voceros del grupo terrorista de ISIS (Yihadistas) lanzaron una grave amenaza en contra de Francia, Australia, Canadá y Estados Unidos, aunque se refirieron a todos aquellos países que –dicen ahí- contribuyen a intervenir y agredir al Estado Islámico: la amenaza yihadista es la del terrorismo; la amenaza occidental es la de la guerra…

 

Ninguna de las partes está dispuesta a ceder y sí están dispuestas a todo. ¿Qué es todo? ¿Cuáles son los límites de la dignidad y el respeto y cuáles los del odio y la violencia criminal? ¿Se olvida acaso que durante las guerras ocurridas en Europa tan sólo en el siglo pasado murieron millones de inocentes, se reconfiguró la geografía del mundo y se construyeron diques y muros de indignidad y vergüenza? ¿Quién ganó en esas guerras? ¿Quiénes perdieron?

 

Se ignora la proporción y fortaleza de ISIS, pero sí se conoce su capacidad para hacer daño criminal. Ocho terroristas suicidas en París son una muestra. Y en Líbano. Y en Bagdad. Su furia es indescriptible en contra de Occidente, particularmente aquellos países que han intervenido en la vida política y social de su zona de influencia; éstos son su objetivo principal, aunque nada les detendrá si quieren desahogarse en zonas estratégicas occidentales: países aliados aunque sin vela en aquel entierro.

 

De pronto, por todo el mundo han surgido voces que recriminan a Occidente que ‘primero hayan empañado el espejo y luego sienten que no está claro’; reclaman su actitud indignada frente a países en los que han contribuido a cultivar células beligerantes. Vladimir Putin, dijo el lunes 16 de noviembre, en la reunión del G-20 en Turquía que algunos países que estaban ahí, en la mesa, financian a estas células.

 

Aun así, en todo el mundo occidental surgen muestras de apoyo y solidaridad con Francia. Bien. Mientras tropas francesas bombardean espacios yihadistas en Siria; y Rusia apoya y Estados Unidos está dispuesto y Gran Bretaña advierte peligro en su país y amenaza, como Alemania…

 

¿Cuáles son las razones para una guerra? ¿Agravios? ¿De quién a quién? ¿Diversidad cultural? ¿Fundamentalismos? ¿Intereses de geografía estratégica? ¿Predominio mundial? ¿Religión? ¿Cultura? ¿Raza? ¿Todo?...  ¿Economía de guerra?... ¿Petróleo? ¿Quién tiene la razón ahí? Si se trata de guerra: nadie.

 

Durante años los agravios han sido muchos. El orgullo occidental aquel de la cumbre en las islas Azores el 16 de marzo de 2003 promovida por un presidente estadounidense mediocre como fue George W. Bush Jr, con Tony Blair de la Gran Bretaña, el colado José María Aznar de España y José Manuel Durão Barroso de Portugal, por entonces dirigente de la Unión Europea, determinó la Invasión de Irak el 20 de marzo de 2003. De entonces a la fecha todo ha ido a peor en el mundo.

 

Nada justifica el terrorismo yihadista, de Al Qaeda o células distintas desde distintos países del Medio Oriente. El exceso al que han llegado es reprobable por todas razones, pero sobre todo porque en un tono de cobardía y como muestra de su indignidad y locura atentan de forma criminal en contra de gente inocente que vive y deja vivir. Su estado demencial es de tal grado que hoy mismo son ellos el peligro para sí mismos pues están dispuestos a su propia extinción…

 

La guerra es dolor fuerte. Y como si las lecciones del pasado no le hubieran mostrado a la humanidad sus riesgos mortales, insiste el ser humano en dejar de ser humano para convertirse en la fiera que creyó haber dejado de ser.

 

Hoy la amenaza es grande. De nueva cuenta estamos en el umbral de acontecimientos que pueden ser funestos. A la situación extrema que vive cada país –como es el caso mexicano en donde la muerte parece tener permiso-, se suma ahora el grito beligerante de ¡Guerra!

 

Y sin embargo hay en la multitud que no es gobierno una voluntad racional de querer vivir en paz. El grito unánime cuando ocurrió París-13 fue el de “¡No a la guerra!” en contraposición a lo dicho por el presidente Hollande y los murmullos de los mandatarios europeos y el estadounidense.

 

Hay una multitud que sabe que no todos los musulmanes son terroristas y que muchos de ellos contribuyeron a salvar occidentales cristianos. No a la guerra. Sí a la paz es la consigna de la mayoría…

 

¿La escucharán las dos partes en conflicto? ¿Se escucharán ellos mismos en su instinto natural de salvación? Nadie quiere la guerra, pero sí el respeto. Nadie quiere matar, pero sí vivir en paz. ¿Cómo se consigue?... Acaso Juárez tuvo y tiene razón.

 

@joelhsantiago