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Odiosas comparaciones

Ni la abundancia y el exceso de comida en América, ni la austeridad e incomodidad en espacios vitales de Europa.

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Escrito en OPINIÓN el

Durante la semana pasada tuve oportunidad de atender varios compromisos laborales en los Países Bajos. Holanda me parece que es un país fascinante y aunque ya lo había visitado antes, ahora lo miré con ojos distintos. Me refiero –efectivamente– a las odiosas comparaciones entre América y Europa. Quienes ya han visitado el viejo continente seguramente encontrarán esta colaboración como tediosa e incluso obvia, pero quiero aclarar que siempre vale la pena hacer un alto en el camino para reflexionar y los viajes son un excelente pretexto para ello. 

 

La primera gran diferencia que quiero traer a colación es el sentido de austeridad versus el sentido de la abundancia. Quizá esta sea la diferencia más clara y evidente a los ojos de todo mundo. Creo que todos tenemos claro que en Estados Unidos todo es en grande. Las porciones de comida son inmensas, las carreteras son enormes, los vasos en que se sirven las cervezas o los refrescos (desde el mismísimo concepto del “refill” que tanto daño hace) hasta las porciones “extra grandes” en la comida rápida.

 

Para nadie es un secreto que en Europa, quizá por su propia esencia e historia, permea un sentido de austeridad generalizado. Los espacios son mucho más pequeños, las porciones de comida y hasta el tamaño del café que se sirve. Quizá en ello hay un sentimiento de ahorro para cuando los tiempos no pintan tan optimistamente. Por supuesto sin dejar de lado inclusive las distancias: En Europa se puede estar en otro país en menos de 4 horas en automóvil o a una hora en avión.

 

En Estados Unidos (y en América en general) se puede volar en avión durante 4 horas seguidas y se sigue estando en el mismo país (por ejemplo de Nueva York a Los Ángeles, o de Cancún a Tijuana). ¿Cuál sería un impacto real del sentido de austeridad? Se me ocurre que puede ser la obesidad. A mayor austeridad, mayor control en la comida y menos obesidad en la población, por ejemplo.

 

Otra gran diferencia que encuentro y que quizá resulte también obvia (pero por obvia interesante) es el sentimiento de libertad. Por ejemplo, en Estados Unidos se llaman los “campeones de la libertad” y su Presidente tiene el sobrenombre –para ellos mismos– de “Líder del Mundo Libre”. Pero en muchas cosas no son tan libres. Por ejemplo, ya hemos hablado mucho del control del alcohol como en ningún otro lado. No se puede beber alcohol sin mostrar una identificación (yo no digo que le vendan alcohol a menores de edad, sino que si la persona es evidente que tiene más de 18 años, creo que podría ahorrarse el chiste de pedirle su licencia de conducir como medio de identificación, pero no es así para las drogas obviamente).

 

Ya ni qué decir de cosas como la despenalización generalizada de la mariguana en Holanda, donde es legal consumirla en coffeeshops e inclusive se puede comprar en semilla en los mercados de tulipanes. La pregunta entonces es si la libertad es un fenómeno común, o tiene estándares diferentes para unos y para otros.

 

Por último, otra gran diferencia que encuentro es el sentido del “proteccionismo”. Por ejemplo, en Ámsterdam, el tranvía pasa por la calle sin ningún tipo de protección. El municipio asume que cada uno es capaz de cuidarse por sí solo. En Estados Unidos sería impensable. Seguramente ya habría gente que hubiese interpuesto demandas por dicha irresponsabilidad y peligro de los tranvías. En fin, es cuestión de enfoque.

 

¿Cuál visión del mundo y de la realidad es mejor? Ni una ni otra. Ni la abundancia y el exceso de comida en América, ni la austeridad e incomodidad en espacios vitales de Europa. Ni el proteccionismo exacerbado de Estados Unidos, ni el sin cuidado de algunas ciudades europeas. Ni la excesiva regulación, ni el excesivo libertinaje que puede coartar la libertad de otros. Así de difícil es todo esto.

 

Lo valioso es precisamente tomar las experiencias de lo que vivimos y sacar nuestras propias conclusiones. Por último yo me preguntaría: ¿México en qué lado de la moneda se ubica? ¿En dónde quiere estar? ¿Lo tenemos claro o solamente estamos copiando modelos?

 

Copiar modelos no tiene nada de malo, siempre y cuando sea lo que queremos. Pero sí no es lo que México quiere y necesita, entonces las comparaciones seguirán siendo odiosas.

 

@fedeling