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Nuevo INE: el reto y la ruta de la Ley

Tenemos una nueva autoridad nacional en materia de elecciones: el Instituto Nacional Electoral. Su extraordinario reto está en no olvidar la penosa historia de defraudación electoral mexicana, asumir lo mejor del anterior IFE y respetar el espíritu de la reforma constitucional que le dio origen, las razones que motivaron su transformación en órgano nacional

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Escrito en OPINIÓN el

 

 

El IFE fue configurado tratando de erradicar un elemento nocivo en la vida de la democracia y es la desconfianza de la sociedad en las elecciones. La desconfianza suspicaz en la limpieza de nuestros procesos electorales tiene una larga data en nuestro país.   Surgió desde las primeras elecciones que celebramos en el siglo XIX como nación independiente. En aquel siglo México padeció diversos planes militares encabezados por los candidatos perdedores que desconocieron los resultados electorales acusándolos de fraudulentos que se convertían en asonadas militares.

La Revolución Mexicana tuvo como razón eficiente las elecciones que se celebraron en 1910 para darle por enésima vez una reelección más a Porfirio Díaz. Madero convocó a las armas por el fraude electoral del que dijo haber sido víctima, de las malas prácticas y así se inició una etapa de violencia que duró más de diez años en la que murieron cientos de miles de mexicanos.

Acción Nacional desde su fundación enarboló la necesidad nacional de partidos de ciudadanos y a procesos electorales honestos que los votos fuesen contados y contasen.   Fue acérrimo crítico de las elecciones que se dieron en 1940 que la sociedad de entonces, las calificó de fraudulentas. Durante casi sesenta años el PAN participó en elecciones que fueron un amasijo de tropelías, simulaciones, inequidades y una serie de experiencias que habitaron aquel mundo truculento que propició la impotencia del ciudadano y la desconfianza de poder ser artífice de cambios políticos pacíficos.

La lucha por la Democracia se convirtió en una de las razones de ser del PAN. En burla a nuestra lucha infatigable, nos llamaron los místicos del voto. Cuando no ingenuos y otros consideraron que servíamos de comparsa para legitimar a un sistema profundamente antidemocrático. Luchamos contra un partido de Estado que en el colmo de la desvergüenza del fraude electoral, lo calificó como patriótico.

Combatimos contra las mil y una forma de burlar la voluntad ciudadana, operaciones ratón loco, urnas embarazadas, tortuguismo, quema de actas, adulteración de actas de escrutinio entre otras canalladas. Alquimia electoral fue el nombre que la picaresca le dio a toda esa serie de satrapías priístas. Fue una lucha contra la simulación, la desviación de recursos públicos al partido de Estado y miles de figuras que hoy son la muestra para el país de la vergüenza nacional.

Luchamos con el poder de la verdad, promovimos el deber ser como un lugar a llegar y no dejamos de desenmascarar la mentira que enquistada en el poder era una burla al ciudadano y difundía de elecciones sólo para legitimarse en el exterior.

Por eso desde las primeras negociaciones del PAN con el Gobierno de Carlos Salinas establecimos como condición la necesidad de un órgano ciudadano que supervisara las elecciones, tribunal electoral, credencial con fotografía, integrantes de las mesas de votaciones. Hemos hecho de la democracia un medio indispensable para que el ciudadano participe, elija, exprese su deseo sobre los problemas más ingentes de la sociedad. Una democracia política que consolidada será un impulso para un cambio democrático de estructuras ya sean sociales o económicas.

El IFE fue árbitro en momentos cruciales que pusieron a prueba la voluntad de cambio. Le tocó ser el regulador en las elecciones que dieron la alternancia después de setenta años de un partido de Estado. Fue el árbitro en las elecciones más competitivas que hemos vivido donde el candidato triunfador se levantó con pequeños márgenes de diferencia.

Pero ese IFE, no tuvo todas las mejores calificaciones favorables; fue cómplice de una campaña dispendiosa. Amparado con la ley como escudo a la vida sin riesgos, fue medroso. Olvidó que así como había sido firme en momentos claves de dos elecciones históricas fue blandengue ante una campaña cuyo candidato fue construida su popularidad por el duopolio televisivo. Hubo una queja que mostró el rostro del verdadero PRI, el marrullero de siempre y fue el caso de MONEX en donde el IFE le “sacó” a su responsabilidad y entró en el laberinto de hablar y no decir nada. Se encogió y buscó la invisibilidad y en tanto asumió esta falta de coraje, alimentó al monstruoso cáncer de la desconfianza.

Por eso al nuevo INE debemos exigir que asuma su papel de árbitro con la entereza que la historia secular del fraude electoral reclama. Que sus posicionamientos no abonen una vez más en el tumor que nos corroe y carcome como cuerpo social: la desconfianza en los procesos electorales. Queremos que este nuevo instituto sea un promotor de la verdad. Un árbitro que desde luego busque la legalidad y la legitimidad en los procesos electorales. Que no descienda al temor reverencial cuando les llame el Ejecutivo ya sea el Secretario de Gobernación o el mismísimo Presidente de la República. Que recuerden siempre que ustedes se deben a los anhelos del pueblo y que ustedes por sus antecedentes deben cuidar la fama del instituto y el propio honor.

El INE surgió por dos realidades del México, no moderno sino del que no quiere morir. Uno de la indebida participación de los virreyes o caciques de los estados como son los Gobernadores que imponen a comisionados electorales quienes no actúan con energía frente a las tropelías de estos sátrapas. El segundo motivo fue erradicar las campañas ocultas como las de promoción de imagen o construcción de candidaturas. Por eso se dieron nuevas facultades al INE para que vigile y en su caso atraiga aquellos casos que exhiben irregularidades como fueron los bochornosos casos de Veracruz, Quintana Roo o la experiencia tristemente célebre de MONEX.

Del nuevo INE que surgió, sin problemas en su integración, esperamos consolide lo mejor del anterior instituto pero también es de exigírsele que no olvide las causas que dieron razón de ser a la nueva normatividad. Que tenemos el deber de ser valientes para defender la democracia y que más que ser ciegos y sordos ejecutores, seamos justos promotores de la verdad.

Desde el Poder Legislativo tendrán los nuevos consejeros aliados cuando se luche para fortalecer la democracia del país. Pero también sus críticos cuando no sean consecuentes con las necesidades del país y la normatividad electoral por venir en estas dos próximas semanas.

La reforma político-electoral que modificó varios artículos de la Constitución en noviembre del año pasado, dejó una enorme carga reglamentaria al Congreso mexicano. Los legisladores nos impusimos el plazo de 90 días, a partir de la publicación del decreto constitucional, para producir la legislación secundaria.

Aunque los tres principales partidos políticos presentaron diversas iniciativas para desarrollar la tarea reglamentaria, el gran asunto será armonizar esos proyectos y concretar el objetivo fundamental de la reforma: una nueva autoridad nacional electoral. Sin embargo, este objetivo terminó en un modelo híbrido, pues la nueva autoridad nacional seguirá coexistiendo con órganos electorales estatales; sus competencias, atribuciones y facultades quedan al desarrollo de la legislación secundaria, pero también a la decisión de la mayoría calificada del nuevo INE.

La Legislación que surja será relevante, le dará el contenido específico a los trazos delineados en los principios constitucionales y en el amplio articulado transitorio. Por lo menos tres nuevas leyes. La Ley General que regule los partidos políticos nacionales y locales; la Ley general que desarrolle las facultades del INE y los procedimientos electorales y la Ley general en materia de delitos electorales. El asunto es de suma importancia para la vida del país, su armonía social. Se trata de las reglas de la disputa política por el poder en México, y sería un error crucial no hacerla con cuidado, precisión y rigor técnico. Ni más ni menos se trata de la hoja de ruta para el nuevo INE. Las indefiniciones o lagunas legales, contribuyen a la litigiosidad de los procesos electorales y todo ello, a la confusión y la desconfianza ciudadana.

@Javier_Corral