Main logo

Mutatis mutandis o cómo destrozar una buena historia

Actualmente, el afán por generar franquicias cinematográficas lucrativas basadas en literatura fantástica y popular da al traste con el trabajo de excelentes narradores que trabajaron con la letra, a veces en solitario y a veces en alianza con la imagen impresa. El cine comercial de nuestros días se ha convertido en un gran desfile de re-interpretaciones y “nuevas versiones” inútiles de sagas maravillosas que debieron permanecer entre las hojas de libros o cómics.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Por supuesto que el gatillo principal de esta afirmación es el estreno en nuestro país de la más reciente película de estudios Marvel, X-Men: Days of Future Past (Singer, 2014). En esta entrega de la franquicia cinematográfica,  los superhéroes mutantes se enfrentan a uno de los elementos narrativos básicos de la historieta: un posible futuro apocalíptico (varios en realidad) que debe ser detenido por los Xmen, algo que a pesar de las aparentes victorias del equipo en cada arco de historia nunca parece ser evitable del todo pues reaparece una y otra vez, cada vez más amenazador y más difícil de contrarrestar.

Si nos quedamos ahí todo está bien, cada medio tiene su propio lenguaje y debe adaptar las cosas a sus recursos expresivos. Sin embargo, hay un gran problema. La tendencia de adaptaciones y extensiones de historias fantásticas para el cine que fueron originalmente  novelas o cómics seriados tiene una exagerada falta de respeto a los elementos mínimos de la historia original, siempre con el afán de transformarla en el producto más comercial que sea posible.

Por ejemplo, y sin que esto sea un spoiler de la trama de la película en sí, en la versión original del cómic publicada en 1981, realizada por el excelente equipo creativo de Chris Claremont y John Byrne, Wolverine no es el personaje central de la historia ya que él se limita a ser el guía de un grupo de Xmen en el lejano 2013, lo que lo lleva a morir a manos de los robots centinelas que se han apoderado del planeta.

Sin embargo, los realizadores  de la película que se encuentra en el cine decidieron que el viajero del tiempo, el héroe de toda la historia y por supuesto el centro de toda la mercadotecnia relacionada con la película sea Hugh Grant, es decir Wolverine. Tanto es así que la película bien podría pertenecer a la franquicia del mutante con garras.

Y esta tendencia se ha vuelto más y más acentuada con el tiempo y las presiones de un éxito comercial en el circuito de las películas de metahumanos y fantasía heroica. Por ejemplo, como hemos mencionado  en este espacio anteriormente, el primer libro que publicó J. R. R: Tolkien sobre la tierra media, El Hobbit, fue siempre un libro de aventuras infantiles. Nada más que una semilla que florecería tras muchos años en la trilogía de El Señor de los Anillos.

En el cine la trilogía The Lord of the Rings (Jackson, 2001, 2002 y 2003) respetó  en gran medida la historia y los personajes que se describían en las novelas originales. Al sumarle una excelente producción, fotografía y todas las posibilidades que la tecnología podía aportar en esos días, dieron un espectacular resultado, tanto en lo visual como en la taquilla.

Sin embargo, la ambición rompió el saco. Ya desde el momento en que el cineasta mexicano Guillermo del Toro se separó por diferencias creativas irreconciliables del proyecto para la producción del Hobbit se veía venir que no íbamos a tener una buena segunda parte.

El resultado fue que la dinámica hollywoodense obligó a convertir un libro que escasamente alcanza un tercio de extensión de cualquiera de las novelas que son parte de la trilogía literaria original en tres películas de excesiva extensión, siguiendo el esquema de la anterior trilogía.

Esto llevó a introducir en la pantalla de plata a personajes que no existían, situaciones completamente nuevas y que rompen con la trama original del libro, y también a atiborrar  el tiempo de proyección con peleas innecesarias, tomas y efectos CGI a cada paso tratando de convertir la historia infantil en una especie de Rambo y El rey Arturo se encuentran en la tierra media, todo con la única con la finalidad de ganar más dinero.

Y ya mejor ni mencionamos los casos de Harry Potter o los juegos del hambre, donde el esquema de creatividad se basa más en la búsqueda de fórmulas que aseguren el ingreso económico sin importar la narración de una historia que vale la pena en diversos medios y para distintos públicos.

Quizá por esta razón los estudios Disney están buscando un enfoque diferente en la creación de nuevas historias para la pantalla grande y en lugar de hacer remakes completos o tratar de estirar las historias ad nausea. Una fórmula que al mismo tiempo trata de buscar un punto medio que satisfaga los requisitos comerciales, se apoye en su propio universo imaginario y trate de  ser original en la forma de narrarlo.

La primera prueba de ello lo encontramos en la entrañable Saving Mr. Banks (Hancock, 2013), donde se retoma la historia de Mary Poppins contada a través de la relación que desarrollan Walt Disney y P. L. Travers, autores de sus versiones cinematográficas y literarias respectivamente.

El segundo ejemplo de este trabajo de recreación, uno que me da mucha curiosidad, lo veremos en menos de una semana en los cines de nuestra ciudad, al encarnar Angelina Jolie a una de las malvadas mejor logradas de la etapa inicial de los estudios Disney, la  villana de la clásica de Sleeping Beauty (Geronimi, 1959), el hada malvada: Maléfica.

Por desgracia esta forma de abordar los viejos personajes y sus historias no es la regla hoy en día. Ya se habla de películas que son derivados de la historia original de Harry Potter, por ejemplo, y donde ni siquiera sabemos si el personaje principal tendrá cabida. También está el caso  de la serie de libros y exitosa serie de HBO, Game of Thrones, que se rumora que generará para 2016 una película ubicada en su universo.

El problema de esto radica en algo muy sencillo: la gente se cansa de ver constantemente historias que son demasiado parecidas y muchos, aunque no conozcan las obras escritas se aburren con tantos añadidos en la pantalla, pues no tienen ninguna función real en lo que se cuenta.

Incluso el dicho en latín (Mutatis mutandis: cambiar lo que se tiene que cambiar) que se usa para definir las historias de los Xmen en sus cómics pierde gran parte de su sentido cuando lo sometemos a los procesos desgastadores de la maquinaria del star system.

¿Para qué cambiar tanto si no se busca más que la ganancia económica?

 

eduardohiguerabonfil@gmail.com

@HigueraB