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Mitzitón, el alma

Hoy estuve en Mitzitón y lo llevo en el alma, en el corazón… en la mente.

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Escrito en OPINIÓN el

Silbaba el cohete en su ascenso frente a la montaña la que, a su vez, expandía sobre el valle su brisa fresca, su olor a pino. Mi cuerpo pueblerino se bañaba con el frescor y llovizna de la mañana. Me empapaba de Chiapas. Frente, a mis espaldas y a los costados, 50 botellas de posh (aguardiante) descansaban sobre las mesas de madera, tapizadas con juncia… esperaban… esperaban el comienzo de la fiesta.

 

Audaz, solitario un cohete, otro y… otro más surtía el horizonte de fuego, fugaz, y rompía el horizonte que se entreabría al resplandor rojizo del carrizo cargado de pólvora que al tronar, y desgajarse en cascada, formaba figuras en el grisáceo cielo.

 

El frío de la montaña y su leve vaho bajaba a las matas de maíz, sembradas a mediados de abril. Una mujer camina dando saltitos. Lleva en su mano derecha un atado de flores y, en la izquierda, a un niño que arroja pequeñas piedritas a los charcos del lodoso camino.

 

“Los Sikarios del Aguaje”, un grupo musical de Mitzitón, arrancaron la fiesta con Hermosa Experiencia, una canción de la banda MS y con Fue así, evocaron a Julión Álvarez y luego Soy del rancho, del controvertido Komander. De a 400 pesos la hora musical bien valía la pena pagarlos para bailar y arrinconar el frío que hacía doler las orejas y las fosas nasales de los fuereños.

 

La “China Chang” tiritaba. Se abrazaba. Se elevaba a ratos sobre las puntas de sus pies, se deslizaba de un lado a otro. Y desde los grandes cerros, la bruma. Y el griterío de los niños de la Telesecundaria Miguel Lara Vasallo que terminaban su ciclo escolar. Se habían puesto sus mejores galas: Las niñas con sus chuj, faldas negras, tejidas de lana de borrego y un abrigo; los niños de camina blanca y pantalón negro. Algunos pies descalzos descansaban sobre charcos de agua fría. La pobreza calaba igual que el frío. Hondo.

 

Una indígena me pregunta en voz baja: ¿Siente frío? Me froto las manos y exhalo mi aliento sobre ellas para calentarlas. ¡Sí! Le digo con mi cabeza sin que me saliera la voz. Sonríe la mujer, abre la botella de posh, el aguardiante maya que calienta, según algunos, el corazón. El destilado es una bebida ritual y tradicional de las comunidades tzotziles y tzeltales de los Altos de Chiapas. El primer guaracazo me cae bien. Mi cuerpo reacciona, quema mis entrañas.

 

Pocos o nadie en Mitzitón saben que “Posh” es un adjetivo que significa “Elegante” y que Posh es el sobrenombre que recibió Victoria Beckham dentro de las Spice Girls y que el Peterborough United FC, ??un club de fútbol inglés, es apodado "The Posh" (Los Elegantes). La elegancia en los pueblos indígenas es beber posh y bajarlo con la “Chispa de la vida”, una Coca Cola que no requiere de hielo para estar en esas latitudes bien fría.

 

Evoco aquel fragmento de poema: “Cada noche tengo un sueño en donde de tu amor soy dueño, cada noche duermo junto a tí acariciando tu pelo y besando tus labios soy feliz”. Es de tarde y más que nunca sueño con estar metido dentro de mi cama.

 

Escucho a lo lejos la canción de Titanic: Cada noche sueño contigo… contigo. Sé que aún existes amor… Siempre en la distancia podremos amarnos, sigues en mi sueño, amor. Tú y yo, eterna pasión, siempre habrá una esperanza amor. Si vez en donde tú estés, yo te llevo en el alma, mi alma, te seguirá…”. Las niñas indígenas corean la canción y bailan esa tonada. Dan pequeños pasos, dos a la derecha, dos a la izquierda, tomadas de la mano de sus pequeños chambelanes que danzan con los pies descalzos. Frío… por Dios, el frío.

 

Hoy estuve en Mitzitón y lo llevo en el alma, en el corazón… en la mente. La pertinaz lluvia alaba los tiempos, se cuela por mis poros. La 13:10 horas marca el reloj. Llueve. Es jueves en Mitzitón, Chiapas.

 

Cincuenta botellas de posh ya están listas y el caldo de gallina ya está en su punto. Salud y que venga el primer trago, el primer guaracazo. Que truene el cohete, que surta de palpitante ruido y fuego el cielo, que envuelva el ambiente, que dance la lluvia, que venga el sol y la luna radiante y las flores entreabran sus pétalos a la lluvia.

 

Suspiro profundamente y recuerdo al poeta Enoc Cancino Casahonda y su Canto a Chiapas y mentalmente lo declamo: Chiapas nació en mí con el beso primario en que mi madre marcó el punto inicial del sentimiento. Chiapas creció en mí con los primeros cuentos de mi abuelo, en la voz de mi primer amigo, y en la leyenda de mi primera novia. Desde entonces, Chiapas es en mi sangre, beso, voz y leyenda.

 

Chiapas no es sólo estrella, brisa, luna, marimba y sortilegio. A veces es la indescriptible esencia de una lágrima, algo así como un grito que se apaga y un suspiro de fe que se reprime. Es también el insomnio de la selva besando la palabra de los vientos y el río llorando epopeyas en el torrente de las horas viejas.

 

Comprobé que en Mitzitón aún está la triste la imagen del indio clavada entre la cruz de sus caminos, en los callejones de tierra donde ladra el tiempo y vibra la marimba y donde los cohetes profanan el aire y la montaña.

 

Esta es la bendita tierra de la que estamos hechos los chiapanecos que tenemos un alma de cruz, de mar y de montaña.

 

@JLCastillejos

joseluiscastillejos@gmail.com