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Michoacán: La historia debe repetirse sólo dos veces...

Si bien el plan de acción gubernamental de contención de las autodefensas y de confrontación con las organizaciones criminales desactivó el conflicto, ante la opinión pública, el problema de fondo no se resolvió.

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Escrito en OPINIÓN el

Es una ironía más de nuestra accidentada historia reciente que la gesta de los grupos de autodefensas michoacanas haya devenido en una tragedia regional de alcance nacional y no en una verdadera liberación de la población local de las manos del narcotráfico y las organizaciones criminales. En efecto, a dos años del levantamiento de mujeres y hombres -¡de familias completas!- en la región de Tierra Caliente, el movimiento de autodefensas se ha enmarañado dentro de las redes de connivencia que no pocos pobladores tejieron con el crimen organizado; redes que, sin duda, se impulsaron y consolidaron, hasta lograr penetrar el tejido comunitario y social, gracias al contubernio y complicidad de los criminales con las autoridades políticas y de gobierno.

 

El diagnóstico, hoy en día, es que ni los esfuerzos del gobierno federal ni la heroica lucha de las autodefensas, como se conocieron, en un primer momento, o de la Fuerza Rural, de acuerdo a la figura jurídica que, más tarde, adoptaron, será suficiente para construir bases mínimas de institucionalidad y de paz social en la región terracalentana; menos aún para garantizar la reconstrucción de la entidad. Y esto es así no solamente porque el problema sea, de suyo, sumamente complejo, que lo es; sino también porque los planes de acción que la Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán ha diseñado y puesto en marcha son insuficientes ante la magnitud del problema, pues la crisis que aqueja a la región ancla muchas de sus raíces en la arena nacional e internacional.

 

Me explico.

 

Las regiones de Tierra Caliente, La Sierra y La Costa de Michoacán, como se ha documentado abundantemente, son tierra fértil para el cultivo, producción y trasiego de drogas ilegales, ya sea por la accidentada geografía y el histórico aislamiento de la entidad, o por la accesibilidad de su puerto Lázaro Cárdenas. Además, el narcotráfico que ahí impera desde la década de los 50 (que, en esa época, tenía como producto base la marihuana) experimentó un giro radical en su estructura como consecuencia de una serie de cambios en el mercado internacional de drogas y de la reconfiguración de las rutas del narcotráfico, allá por la década de los 90. Así, la mayor demanda de cocaína en Estados Unidos y el mayor aprovechamiento de la ruta del Pacífico –ante la clausura de la histórica ruta del Caribe-, convirtieron a la región terracalentana en un “triángulo dorado” que bien pronto y muy bien aprovecharon las organizaciones criminales regionales y nacionales, como los Valencia y Los Arellano Félix, respectivamente.

 

Por lo tanto, obviar la importancia estratégica de la región para el comercio internacional de las drogas es, sencillamente, dejar de lado el problema de fondo; y éste es un asunto que merece una discusión por sí sola. Pero, aún con plena conciencia de este hecho, ¿qué herramientas tendría la Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán, por más plenipotenciaria que fuese, para rearticular este comercio o, al menos, para librar a la entidad de la mira del tráfico internacional de drogas? Esta tarea desborda las atribuciones de cualquier comisión, pues es tema de una verdadera política de drogas que, además, tendría que diseñarse como un programa nacional que se integrara al concierto internacional. Sin embargo, tal como se ha señalado desde el Programa Política de Drogas del CIDE, México carece de esta política de drogas.

 

Esta Comisión podría, eso sí, impulsar el desarrollo social y económico de la región, en un ánimo de contrarrestar el desempleo y la pobreza endémicos y con esto disminuir la producción de un ejército de parados que, casi en bloque, se integra cotidianamente a los grupos delincuenciales. Esta tarea ha sido, como lo muestran los discursos y documentos oficiales, un objetivo toral en la pacificación de Michoacán. Un año, sin embargo, es insuficiente para revertir una tendencia histórica de marginalización de una región que, desde las reformas estructurales del Salinismo, ha padecido los efectos negativos de la apertura económica, la liberalización del comercio, y los recortes al gasto público. La estrategia de la Comisión, para que fuese funcional y diese resultados positivos, sólo tendría viabilidad si se constituyese en una pieza más de un engranaje que funcionara en todo el país y que articulara el desarrollo económico, la inversión en educación e innovación tecnológica, el ataque real a la corrupción, etcétera… Tarea más que difícil para estos tiempos.

 

Por si esto fuera poco, las estrategias a corto y mediano plazo que la Comisión ha empleado para contener a las autodefensas y confrontar a las organizaciones criminales abrevan en una tradición de ejercicio de gobierno que hoy en día resulta anacrónica.

 

En un primer momento, desde el gobierno federal se construyó un plan de contención de las autodefensas. Dado que el levantamiento michoacano en febrero de 2013 y la pretensión de liberar Apatzingán en marzo de 2014 fue interpretado por la opinión pública y por un sector del gobierno federal como una insurrección social en potencia –un diagnóstico recurrente por parte del gobierno mexicano ante los movimientos y grupos organizados-, para la Comisión resultó evidente que había que parar, a toda costa, el vertiginoso recorrido de las autodefensas y, por tanto, desactivarlas in situ y de inmediato.

 

Para esto, sin embargo, se adoptó la doctrina dejad hacer, dejad pasar. En efecto, desactivar a las autodefensas implicaba desarticular las organizaciones criminales, una tarea ante la cual el Estado había fracasado en esa región, como era evidente. De ahí que se permitió que fuesen las propias autodefensas, con sus informantes y su conocimiento clave de la zona y de los grupos criminales, quienes “liberaran” poblaciones enteras de Tierra Caliente. ¡No parecía mala idea! Y si bien hubo resultados concretos, también es cierto que -tal y como apuntan los informes de inteligencia más recientes- miembros de organizaciones criminales (como Los Viagras, por ejemplo) se “infiltraron” dentro de las autodefensas.

 

Cabe decir que tal infiltración, muy probablemente, constituyó parte de la estrategia de confrontación del gobierno federal con las organizaciones criminales. Durante décadas, el narcotráfico en México había sido, en parte, controlado y regulado por el Estado mexicano a través de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Sin embargo, los cambios en el mercado, ya señalados, en la década de los 90 detonó una reconfiguración de las organizaciones criminales que, a partir de entonces, rompieron su relación de subordinación ante el Estado y adoptaron una relación de directa confrontación con el resultado que ya conocemos: Un Estado parcialmente “capturado” y una sociedad expoliada de sus recursos o involucrada en sus actividades. De ahí, quizás, la permisividad frente a los infiltrados, pues se pensó que, a la vieja usanza, se podrían utilizar para controlar y encauzar, con fines de restablecimiento de cierta paz social, a sectores completos del crimen organizado. Hoy en día esos grupos criminales resurgen y se enfrentan en La Ruana y Apatzingán.

 

De esta forma, si bien el plan de acción gubernamental de contención de las autodefensas y de confrontación con las organizaciones criminales desactivó el conflicto, ante la opinión pública, el problema de fondo no se resolvió, en parte por sus raíces estructurales, como hemos visto, y en parte por la precipitación en el diagnóstico elaborado desde la propia Comisión –de un movimiento insurrecto- y su decisión de recurrir a fórmulas desgastadas para enfrentar a las organizaciones criminales.

 

En síntesis, para reconstruir la institucionalidad y la paz social de Michoacán es necesaria una estrategia integral que, definitivamente, desborda las competencias y recursos de una Comisión; de una Comisión que, además, falla en sus diagnósticos y soluciones. No repitamos la historia más de dos veces...

 

@EdgarGuerraB