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Más pobreza: daños colaterales del cambio climático

Para mitigar los efectos del cambio climático se requiere tomar medidas en el corto plazo.

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Escrito en OPINIÓN el

El tsunami en el sudeste asiático del 2004, el huracán Katrina en Estados Unidos en el 2005, El ciclón Nargis en Birmania en el 2008, la onda de calor durante el 2003 y 2010 en Europa y Rusia respectivamente, el terremoto de Haití en el 2010, ¿Recuerdan sus devastadoras consecuencias? ¿Qué podemos aprender de esto?

 

Empecemos por una lección de vulnerabilidad, algo a lo que todos estamos expuestos de una forma u otra; un desastre natural evidencia más debilidades en los gobiernos que los daños materiales y las pérdidas económicas que genera en sí, además de las alarmantes cifras de muertos, desaparecidos y desplazamientos a causa de estos eventos, también contribuye a la pobreza extrema.

 

El Informe sobre Desastres Mundiales del año 2000 estima que durante ese año 256 millones de personas se vieron afectadas por desastres (tanto climáticos como geofísicos), lo cual representa una cifra superior al promedio anual de 211 millones registrado durante los años noventa.

 

Entre 1901 y 1910 se registraron 82 desastres naturales, entre 2003 y 2012 se registraron 4 mil.

 

El Banco Mundial advierte que todos sufriremos los efectos del cambio climático, pero en especial los pobres, en la medida en que los fenómenos naturales se sigan incrementando en frecuencia y violencia, así como la inseguridad alimentaria, la crisis de agua y energía, los riesgos de salud también se irán agravando. http://bit.ly/1zTeWAy

 

La vulnerabilidad y la pobreza toman una intrínseca relación en cuanto a la crisis ambiental, al incrementar exponencialmente el riesgo en la integridad de este sector poblacional debido a las carencias que padecen y las limitaciones en el acceso a bienes y servicios básicos, donde incluso la forma en que viven contraviene los derechos humanos.

 

Se estima que la tasa de pobreza económica a nivel mundial oscila en 2,700 millones de personas, y los pobres son cada vez más pobres, incapaces de afrontar los fenómenos extremos climatológicos, agravando su situación actual.

 

Hay dos vertientes importantes a tomar en consideración en el binomio de cambio climático-pobreza, la primera es el movimiento de población, creando así los refugiados climáticos.

 

La comunidad científica se ha dedicado a determinar las consecuencias del cambio climático en términos de fenómenos meteorológicos violentos, elevación del mar, alteración de los patrones de precipitaciones, pero no se ha invertido lo suficiente en analizar las consecuencias del cambio climático en las poblaciones humanas.

 

A mediados de los noventa, el número de refugiados medioambientales superó al conjunto de los refugiados por persecución política y guerras con un total de 25 millones de personas.

 

A raíz de esto, organismos ambientales y de derechos humanos han realizado intervenciones ante los gobiernos, sin embargo, las políticas internacionales no contemplan la figura del refugiado ambiental o migrante climático, y por lo tanto no se ofrece un asilo u “hogar” como tal a quienes padecen la necesidad de retirarse involuntariamente de sus lugares de origen por razones climáticas.

 

Uno de los escenarios que se ha contemplado serán los papeles invertidos entre los países desarrollados, que serán los más afectados por su emisión de gases de efecto invernadero, los que podría llegar a convertirlos en refugiados climáticos en los países que están en vías de desarrollo.

 

También se debe tener en cuenta que la migración forzosa se convierte en un factor que socava el desarrollo, al incrementar la presión en las demandas de infraestructura y servicios, repercute en la economía, y compromete los indicadores de salud, educación y estabilidad, de ahí la postura de algunos gobiernos respecto a abrir sus fronteras.

 

La segunda vertiente, es la competencia por los recursos. El incremento de la temperatura y su consecuente efecto sobre las actividades agrícolas ponen en riesgo el suministro alimentario de regiones o incluso países completos, lo que llega a desembocar en conflictos civiles y la sobrecarga de los ecosistemas disponibles.

 

Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, afirmó el año pasado en un encuentro con el Papa Francisco, que luchar contra el cambio climático es “una cuestión moral, de justicia social, de derechos humanos y de ética fundamental”.

 

El Papa ha expresado su preocupación por proteger tanto a las poblaciones vulnerables como al planeta y la importancia de sumar fuerzas, no sólo desde la ciencia y la política, también desde la fe. http://bit.ly/2aRnseK  

 

Intereses geopolíticos han impedido regular las emisiones de gases de invernadero, la reducción en el uso de combustibles fósiles y la apuesta por energías alternativas, el control de los desechos tecnológicos y otras sustancias contaminantes los cuales ponen en riesgo los sistemas naturales y humanos; el primer paso para superar esto es la inclusión y el desarrollo de economías sustentables.

 

Para mitigar los efectos del cambio climático se requiere tomar medidas en el corto plazo; incrementar la inversión en energías renovables, apostar por las economías de bajas emisiones de carbono, prevenir desde la gestión de riesgos e invertir e innovar en las estrategias que protejan a las comunidades más vulnerables. Las acciones por hacer son muchas, pero el cambiar está en prestar atención. Por eso el cuestionamiento es si ¿tenemos conciencia de los riesgos y amenazas existentes y si tenemos la voluntad para tomar las decisiones procedentes? En nosotros está trabajar por nuestra seguridad, bienestar y prosperidad.

 

simon@inprincipioeratverbum.com.mx

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