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Más allá de las apariencias

No existe una devaluación mayor que la de la política y de los políticos.

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Escrito en OPINIÓN el

La cercanía y vertiginosidad del acontecer nos impide ver los grandes movimientos a escala planetaria.

 

El día a día nos pierde en la selva de lo intrascendente: Sillas que corrompen en Nuevo León y mobiliario que desaparece en las Delegaciones del DF; deudas y quiebras en todas las finanzas públicas; dimes y diretes sobre Derechos Humanos de agencias y agendas variopintas y confrontadas, defensas interesadas de independientes y mascaradas de combates a la corrupción. La lista de asuntos de relumbrón, frívolos y fugaces podría alargarse hasta el infinito.

 

Pero si intentamos ver más allá de las apariencias, podremos observar un devenir con claras líneas de conducción, cuyas tendencias podrían venir a atemperar la incertidumbre y vértigo que nos atenaza.

 

Mas allá de las apariencias vemos que los Estados-nación han quedado incapacitados para atender fenómenos de escala global: narcotráfico, flujo de capitales, de información y de armas; tergiversación y manipulación mediáticas; diásporas generalizadas, desigualdad, globalización de la pobreza, crisis económicas recurrentes y cambio climático, entre otros. El poder real, globalizado y, por ende, extraterritorializado e invisible, como la mano del mercado que hoy todo lo gobierna, nunca antes estuvo más alejado de la política.

 

De allí el desencanto democrático. Podemos elegir, sí, pero nuestros electos son cada vez menos eficaces para resolver los grandes problemas de nuestra convivencia. No es sólo que nuestros políticos se hayan achicado y sean hoy más estrellas de espectáculo que estadistas, sino que la capacidad real del Estado también se ha minimizado. No existe una devaluación mayor que la de la política y de los políticos; no sólo por los excesos, corruptelas y excentricidades de aquéllos, sino por los acotamientos globales de los alcances de la primera.

 

Lo mismo pasa con nuestros partidos. No es que hallamos encontrado en los independientes la gran solución, sino que todas las estructuras comunitarias están bajo un bombardeo feroz, de suerte de aislar a los individuos de cualquier instrumento superior que nos permita enfrentar juntos problemas que nos son comunes. Bourdieu ha definido “las teoría y practicas neoliberales como un programa destinado a destruir las estructuras colectivas capaces de resistirse a la lógica del mercado puro”.

 

Por eso Drucker sostiene que “la sociedad ya no salva” y la Thatcher afirmó que “la sociedad no existe”. Así, el neoliberalismo entiende al individuo como “la no sociedad”. De allí que familia, clan, clase, sindicato y partidos sean objeto del más pertinaz desmantelamiento. En palabras de Stuart Hall, el mercado, esa mano invisible y globalizada, “disuelve los lazos de sociabilidad y reciprocidad.

 

Socava profundamente la naturaleza misma del compromiso y de las obligaciones sociales”. Cualquiera diría que independiza, en esta moda febril de independientes que nos aqueja, cuando en realidad aísla y condena. Lo cual, aunado a la concentración de la riqueza y la globalización de la miseria y la incertidumbre, nos lleva a la precarización.

 

Con la ruptura de los lazos del Estado-nación resurgen ismos religiosos, étnicos, lingüísticos y tribales. Los conflictos así esparcidos, explotan en exclusión y migración, y todos estos fenómenos en su conjunto detonan demandas de una seguridad autoritaria, segregación social y conculcación de derechos humanos que terminamos agradeciendo por nuestra seguridad, en vez de demandando por nuestra libertad. Baste con ver que hoy, en los filtros de seguridad de los aeropuertos lo único que falta es que nos realicen exámenes proctológicos.

 

La autoridad y la ley mismas son objeto de desprecio. El dato no es menor, ante los embates invisibles de un mundo de incertidumbres e inseguridades en áreas tan diversas como trabajo, familia, conocimientos, aptitudes, etc., el individuo, aislado y alienado, no tiene ley efectiva que lo defienda ni Estado o autoridad suficiente que haga valer la ley. Intente Usted tratar de cobrar una deuda o reclamar un servicio a una de las grandes corporaciones globales o sus agentes financieros y verá lo desamparados que estamos ante la sabiduría del mercado (Whatever that means).

 

Ante todo ello, debemos de entender que por debajo del piso firme que creemos pisar se mueve un magma que transita hacia nuevas formas de asociación social y organización política.

 

Frente a ese movimiento planetario, las modas de independientes, la quiebra de las democracias, la insuficiencia del Estado, la esterilidad de las soberanías y el desdibujamiento de los lazos comunitarios no son más que la sintomatología del cambio verdadero y profundo que bulle en las entrañas de nuestro ser social.

 

No es la primera vez que la humanidad se ve sitiada, pero sí el estreno de un sitio a escala planetaria. Como en todas las otras ocasiones, la humanidad habrá de salir fortalecida y mejorada.

 

@LUISFARIASM