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Los pelafustanes del periodismo

El pelafustán es maleducado, soez e impertinente. El pelafustán declama disfrutar en todo momento de las pequeñas cosas.

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Escrito en OPINIÓN el

Improvisados y anti-éticos, los pelafustanes del periodismo van en aumento. En algunos rincones del sureste mexicano estos se han convertido en verdaderas lacras y asaltantes de caminos que dejaron de lado, o más bien no conocieron, los principios básicos del periodismo.

 

La Real Academia los define como “pelagatos”, insignificantes y mediocres. Para los políticos esta plebe de “comunicadores” son ladronzuelos de poco monto que un día reciben dinero y al otro atacan al político que los prohijó temporalmente.

 

Entre los pelafustanes no hay códigos de conducta, valores éticos, declaraciones de principios, obligaciones y valores que sí tienen aquellos que ejercen, desde el periodismo, la lucha por preservar la libertad de expresión.

 

En un recorrido por municipios del centro y norte de Chiapas observé cómo algunos “comunicadores” carentes de educación y escrúpulos, grabadora en mano, abordan a los políticos, los insultan, les gritan, los llaman ladrones o los provocan preguntándoles si son homosexuales, si han robado o tienen nexos con el narcotráfico. Y las respuestas no se han hecho esperar: más de algún político los ha encarado a puñetazo limpio.

 

Las personas que aspiran a un cargo de elección popular tienen que optar por dos vías: un trabajo de puerta a puerta, abriendo conciencias, recorriendo brechas, conociendo la pobreza de la gente y gestionándoles apoyos, sin “coberturas de prensa” y, la otra, soportar a los “periodistas” de marras para no ser linchados ante la “opinión pública”. Tienen, desde luego, que llevar en las alforjas fajos de billetes para repartir sino tendrán que atenerse a las consecuencias y a las “madrizas” en pequeños medios de comunicación que sólo circulan entre unos cuántos pero donde se destila veneno, demasiado veneno.

 

En algunas regiones del sur mexicano los códigos de conducta, las declaraciones y principios que debe tener cualquier medio de comunicación son letra muerta. Aquí está presente la “pelafustanería”. Fito Paniagua es un periodista que estudió comunicación social en la Universidad Nacional del Nordeste e integra el staff del medio DataChaco. Él halló un trabajo desarrollado por la Asociación Caminos Escabrosos, una organización creada con el fin de desprestigiar públicamente a los pelafustanes y revela que lo que acontece por estas tierras no es privativo de México. También hay casos en otras naciones latinoamericanas.

 

Refiere el estudio que el pelafustán casi siempre se define como una persona simple, desinteresada por las cuestiones profundas de la existencia; su afán es disfrutar sin restricciones de este corto paso por la Tierra. En rigor, el pelafustán es un tilingo (Persona insustancial, que dice tonterías y suele comportarse pésimamente).

 

El pelafustán se dice frontal, espontáneo; declara despreciar los ambages y, con frecuencia, no mide sus palabras. En rigor, el pelafustán es maleducado, soez e impertinente. El pelafustán declama disfrutar en todo momento de las pequeñas cosas. En rigor, el pelafustán es un ser insustancial; sólo él puede hallar el sabor de la vida camino a la verdulería, según la apreciación del Paniagua.

 

Y es cierto: el pelafustán, en general, desprecia el arte, la literatura y todo aquello vinculado con la satisfacción intelectual y espiritual. Estos no pueden, de ninguna manera, garantizar la verdad, obtener información para difundirla con precisión, exactitud y pulcritud. Más bien la utilizan para chantajear a políticos y no pueden decirse que son voces independientes.

 

No tienen escrúpulos. Van de un lado a otro. No conocen las palabras lealtad o respeto y apoyan a  cualquier político de cualquier afiliación política, siempre y cuando haya billetes de por medio. Así de grotesca están las cosas sin que haya equidad o imparcialidad en sus publicaciones.

 

La objetividad con los pelafustanes no es posible, y ni la desean y describen en sus ataques una brutalidad extrema que lleva a los políticos, empresarios y sociedad en general a desconfiar de ellos. De ahí que la sociedad en general no tenga respeto por los periodistas y sólo los vean como un grupo de vividores que utilizan la credencial de prensa para chantajear o enriquecerse.

 

He corroborado que muchas publicaciones son hirientes en palabras o imágenes y los “comunicadores” no asumen su responsabilidad para ejercer un periodismo responsable. Aunque hay un marco jurídico y social, al que deben ceñirse los periodistas, muchos de estos no tienen la mínima idea de lo que se trata.

 

No todos los comunicadores son malos en los municipios de Chiapas, Oaxaca, Veracruz o Tabasco pero hay muchos pelafustanes en diversos municipios donde creen que con solo andar con un chaleco con la palabra de “prensa” les abre las puertas al paraíso del billete.

 

Los políticos y la sociedad en general debiera cerrarle la puerta a los pelagatos, a los asaltantes con grabadora. Si queremos un país limpio, transparente comencemos por denunciar a quienes desde sus pasquines o páginas de Internet difaman, extorsionan, presionan, chantajea.

 

Faltan Ombudsman o defensores del lector, televidente o radioescuchas. Si esto existiera y se aprobara la colegiación y profesionalización de los periodistas como requisitos para ejercer el periodismo, otra cosa sería.

 

Mientras tanto, no queda de otra, que seguir soportando a pelafustanes panfleteros.

 

joseluiscastillejos@gmail.com

@JLCastillejos