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Los partidos minusválidos

Por: Roberto Rock L.

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Escrito en OPINIÓN el

La administración Peña Nieto se ha echado a cuestas la singular tarea de dar vida artificial a los partidos con los que debería rivalizar.

 

PAN, PRD y Partido Verde, por citar a los más visibles, exhiben discapacidades mayores, nutridas por fracturas internas, corrupción e incompetencia de sus grupos dirigentes.  Sin la ayuda del gobierno federal se fragmentarían y ahogarían en medio de escándalos. Al final, simplemente se desmoronarían.  

 

Parte de la estrategia para sacar a flote a quienes difícilmente pueden ser tenidos como opositores, el círculo cercano a Los Pinos ha debido frenar a su propio partido, el PRI, vaciándolo de iniciativa. El Institucional vive sus propias tensiones por la disciplina impuesta desde afuera, el desdén a viejos liderazgos y porque ha tenido que ceder espacios políticos cuando ya están a la vista las elecciones del próximo año.

 

Una revisión de la ruta cursada hacia el virtual desmoronamiento de los partidos en México apunta en dos sentidos: El Pacto por México desdibujó el espectro político del país. A ese efecto quizá no calculado, se sumó un extraño patrón: la mayoría de los líderes partidistas opositores que participaron en el Pacto se embarcaron en ese mismo periodo en negocios que son ya un secreto a voces.

 

En el PRD siempre se supo que el ex dirigente Jesús Ortega imponía internamente proveedores de material para campañas a precios inflados, pero esas eran travesuras inocentes si se comparan con el actual despliegue de intereses mercantiles de “Los Chuchos”, cuyo operador financiero de “Los Chuchos”, el diputado Luis Cházaro, exhibe sus propios despilfarros personales que incluyen el manejo del exclusivo club en la colonia Polanco de la ciudad de México. Un lugar dotado de media docena de lujosos salones privados por donde desfilan personalidades diversas, lo mismo líderes partidistas que legisladores que funcionarios públicos.

 

Poco se sabe que la selección de esa casona de Julio Verne -para convertirla tras una remodelación millonaria, en el coto de “Los Chuchos” y sus amigos- obedeció a que se halla literalmente a unos pasos de la oficina alterna del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, de quien la jerarquía perredista quiere estar cerca “para lo que se ofrezca”. Toma no más de 10 minutos desplazarse también desde ahí a Los Pinos.

 

La crisis por la masacre de estudiantes en Iguala echó leña a la descomposición perredista, que atrapó en el arranque de su gestión al actual dirigente, Carlos Navarrete. El tendría que romper con “Los Chuchos” –como lo hizo ya Miguel Barbosa, desde el  Senado- a fin de tener la convocatoria necesaria para rearmar al que todavía es el órgano partidista más importante de la izquierda mexicana.

 

Si Navarrete no puede salir avante de la debacle del grupo que lo proyectó a su actual puesto, correrá el riesgo de desvanecerse  políticamente,  dirigir al PRD hacia la extinción y entregar amplias  porciones de sus bases a Morena, de Andrés Manuel López Obrador, hasta ahora el único ganador en la tragedia del sistema partidista mexicano.

 

En el PAN, Gustavo Madero regresará a la presidencia sólo para ser un líder de trapo, entregado al poder de los gobernadores que se repartieron las posiciones en la nueva dirigencia de Acción Nacional. En el otoño habrá nuevo dirigente y el más perfilado es el actual gobernador de Sonora, Guillermo Padrés. Su mediocridad política, sus compromisos y negocios no representarán un obstáculo, al contrario. Será un dirigente dócil para todos, dentro y fuera del partido.

 

Otros liderazgos panistas retozan haciendo negocios. Disfrutan de concesiones de casinos, montan despachos de cabildeo, pactan licitaciones. En esto destacan legisladores, que se han asociado con colega de otros partidos, el Verde incluido.

 

En esa espesa salsa de contradicciones medran personajes como el gobernador panista de Puebla, Rafael Moreno Valle,  quien patrocina acercamientos de PAN y PRD para concertar alianzas electorales.  Construye así pactos en una franja estrecha, pues la administración Peña Nieto empieza ya a marcar distancia del ex priísta.

 

Escenas tan sólo que quizá acaben integrando una crónica anticipada del desmantelamiento de los partidos políticos tradicionales en el país.

 

robertorock@lasillarota.com