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Los (no tan) independientes

La dependencia de los independientes al dinero privado.

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Escrito en OPINIÓN el

Las candidaturas independientes son una realidad que nos guste o no, ha llegado para quedarse. Su irrupción fue un parteaguas en las elecciones de México.  El debate público se ha polarizado entre quienes las consideran el antídoto para purificar la política y quienes las cuestionan desde frentes disímbolos. En este confuso contexto, resulta indispensable valorar la complejidad y ambivalencia de sus consecuencias. Si bien son un influjo de oxígeno para un sistema desprovisto de vitalidad, lejos están de ser la panacea y la solución definitiva a las fallas de nuestra endeble democracia. De sus claroscuros se derivan las siguientes reflexiones.

 

Reivindicación ciudadana

 

En la enmienda del año 2012 al artículo 35 de la Constitución, y en la subsecuente reforma político-electoral de 2014 se aprobaron y normaron las candidaturas independientes a nivel federal. Aquellas mayorías parlamentarias se configuraron no tanto por convicción como por respuesta a los reclamos de una sociedad civil desencantada con sus instituciones representativas. Los partidos tradicionales calcularon que esta medida no pasaría de ser una simbólica concesión para paliar el malestar cívico y que no supondría un riesgo al férreo control que, cartelizados, ejercen sobre las instituciones públicas.

 

Golpe a la partidocracia

 

El mayor mérito de las candidaturas independientes es que han provocado que los partidos políticos se vuelvan prescindibles para acceder a los cargos electivos. El golpe fue perpetrado en donde más le duele a la partidocracia. Quienes se creían dueños de las instituciones públicas y de los destinos de las carreras políticas, ya no monopolizan la representación popular ni palomean quién sí y quién no puede participar. En buena medida, las candidaturas independientes trasladaron esta decisión a la ciudadanía.

 

En efecto, los partidos políticos subestimaron la amenaza que la vía independiente entrañaba para sus posiciones e intereses. En las elecciones de 2015 los reflectores públicos se centraron en la novedad de contar con 126 candidatos independientes. De estos, seis obtuvieron la mayoría de votos: un diputado federal, un diputado local, tres presidentes municipales y un gobernador. Los caballos de Troya traspasaron la muralla.

 

El coletazo

 

El dinosaurio todavía estaba allí. Tan pronto percibió el ingreso de estos extraños, dio un fuerte coletazo. Debido a que los resultados electorales mostraron un significativo respaldo popular a las candidaturas independientes, las legislaturas locales de Baja California Sur, Chihuahua, Puebla, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala y Veracruz –dominadas por los mismos partidos que a nivel federal las aprobaron– establecieron candados a fin de que la amenaza de los independientes no se propagara por sus terruños.

 

Una contrarreforma que sirve para ilustrar los abusos de esta reacción en cadena es la del estado de Puebla. Bajo el argumento de querer proteger a los poblanos de “políticos resentidos con sus partidos disfrazados de candidatos ciudadanos o independientes”, los diputados locales establecieron que para contender, el candidato sin partido habrá de conjuntar el 3% de firmas del padrón electoral, cifra muy distante al 1% que se sugiere como buena práctica a nivel internacional. Por si ello fuera poco, es requisito que los ciudadanos vayan hasta las oficinas distritales del INE y, frente a la presencia intimidante de representantes de partidos, notifiquen su respaldo al candidato independiente. Todo ello ha de ejecutarse en un lapso no mayor a 20 días. Al aumentar a niveles desproporcionales las barreras de acceso y enredar la tramitología, lo que estas legislaciones locales están provocando es que este derecho sea, en los hechos, imposible de ejercer.

 

Suprema Corte de ¿Justicia? de la Nación

 

Fue entonces que los defensores de las candidaturas independientes depositaron sus expectativas en que la Suprema Corte de Justicia de la Nación le corrigiera la plana a los estados anti-independientes. Sin embargo, al pronunciarse en torno a una acción de inconstitucionalidad sobre el caso de Tamaulipas (38/2015), los ministros establecieron que los congresos locales tienen amplia libertad para definir los requisitos que deben cumplir quienes aspiren a postularse como independientes. Con ello inclinaron la balanza a favor de los gobernadores que controlan sus estados como si fueran feudos y a los partidos de oposición como si fueran sus vasallos, dejando a la ciudadanía en una situación de indefensión.

 

El temor a la vía independiente

 

Para entender las distorsiones consumadas al sentido original de la reforma constitucional hay que tener en cuenta que para el PRI la amenaza de las candidaturas independientes no reside en la participación electoral de liderazgos sin partido. Su verdadera preocupación son los incentivos de escisión que estas generan.

 

La disciplina interna del PRI está fundida en hierro. Sin embargo, como quedó constatado con el desprendimiento del actual gobernador de Nuevo León, no es indestructible: la vía independiente es ácido que corroe su unidad. El precedente de Jaime Rodríguez motivará a dirigentes priístas –y del resto de los partidos– a imitarlo en otros estados. A menos, claro está, que los Congresos locales, con sus involuciones legales, les hagan ver que no hay para donde moverse. Que con paciencia y obediencia, la revolución les hará justicia.

 

Ni puros ni impolutos

 

La retórica independiente se sirve de la antipolítica y de la dicotomía ciudadano puro, político corrupto para simplificar la realidad. No hay que irse con la finta. Independientes como el Bronco son dinosaurios disfrazados de troyanos. Del tamaño de la expectativa que levantó su triunfo, será el tamaño de la decepción. Su caracterización de vengador del Lejano Oeste evoca al personaje que Vicente Fox recreó en la alternancia: tan diestro en histrionismo como inepto en la responsabilidad de gobernar.

 

La dependencia de los independientes al dinero privado

 

Al calor de las campañas el Tribunal Federal del Poder Judicial de la Federación se vio obligado a pronunciarse sobre cuestiones de financiamiento a candidatos independientes no previstas en la ley. Sus resoluciones están confeccionando un sistema de financiamiento dual: para los partidos preponderantemente público, mientras que para los candidatos independientes preponderantemente privado.

 

Tratándose del factor que altera en mayor medida la equidad en las contiendas, este incipiente modelo tiene que someterse a una amplia discusión pública y parlamentaria. El hecho de que los candidatos independientes dependan de las aportaciones de privados y del autofinanciamiento, es un sesgo a favor de quienes más dinero tienen. Los candidatos independientes corren el riesgo de quedar capturados en las redes de intereses que los patrocinan.

 

Autoritarismo elástico

 

La elasticidad es una propiedad del régimen actual que le ha permitido adaptarse y transitar a las nuevas circunstancias políticas y habitar en instituciones democráticas sin perder su esencia autoritaria. Incluso es capaz de neutralizar, absorber e incluso revertir a su favor una figura que originalmente pretendía ser democratizadora: las candidaturas independientes.

 

Con el propósito de fragmentar a una oposición que ante el desastre nacional tiene inmejorables posibilidades de convertirse en primera fuerza, no es descabellado suponer que las élites que no quieren que las cosas cambien (y que están conscientes de que los partidos de los que disponen están desgastados) perfilen a falsos-independientes en 2018. Siguiendo la elemental regla de divide y vencerás, podrían poner en marcha una estrategia para pulverizar la indignación en parcelas que, disminuidas en tamaño y fuerza, se vuelvan inofensivas. Como Jesús Silva-Herzog Márquez sostiene en un artículo reciente, paradójicamente los candidatos sin partido pueden ser la salvación del PRI.

 

El espejismo individualista 

 

Sin dejar de reconocer y defender el legítimo derecho de los ciudadanos a acceder a cargos electivos al margen de los partidos, debemos reconocer que la hiper-personalización de la política es una salida falsa a la crisis de representación. La política individualista es espejismo que la posmodernidad ofrece para reemplazar la confianza perdida en las instituciones. Que un “independiente” crea que por sí solo va a cambiar al sistema, además de voluntarismo ingenuo, raya en lo narcisista.

 

La crisis de las instituciones se resuelve fortaleciendo las que sirven y cambiando las que tienen que ser cambiadas. Si los partidos actuales no nos gustan, perfecto. Pero no podemos negar –como ha señalado con insistencia José Woldenberg– que son organizaciones inescapables ahí donde existen elecciones y cuerpos colegiados legislativos. En pocas palabras, los partidos son intrínsecos a las democracias contemporáneas. 

 

Por eso, más allá de las candidaturas independientes (que irónicamente terminan siendo partidos políticos efímeros y personalistas aunque se rehúsen a reconocerse como tales), la verdadera salida a la crisis de representación es abrir el sistema de partidos a nuevos colectivos que den voz y visibilidad a todas esas franjas de la sociedad que hoy no se sienten representadas. El problema es que los que ya están adentro no quieren que ingresen los de afuera. Prefieren administrar y usufructuar los restos de un sistema agonizante antes que aceptar una competencia revitalizadora con verdaderos antagonismos.

 

En suma

 

El devenir de las candidaturas independientes se debate entre el impulso democratizador de una sociedad que reclama nuevas modalidades de participación política y la inercia de una cultura autoritaria que quiere acabar con estas, o bien, manipularlas a su favor. Las candidaturas independientes no son la purificación ni la encarnación del bien, pero tampoco son una estafa o un plan con maña. Hay que comprenderlas simplemente por lo que son: una nueva vía que permite a ciudadanos –buenos o malos, honestos o corruptos, políticos profesionales o de nuevo ingreso– postularse a un cargo electivo al margen de los partidos políticos. Ni más ni menos.

 

@EncinasN