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Lo incómodo de volar en un avión

El diseño y la innovación tecnológica han operado y servido para las máquinas, no para las personas.

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Escrito en OPINIÓN el

Hace más o menos quince años, es decir un tiempo considerable, recuerdo que estaba en la Ciudad de México, por allí del mes de enero o febrero. El frío no se hacía esperar y recuerdo que amanecí sintiéndolo con mayor rigor ese día que otros. Estaba en la cama y vi que mi celular de aquella época había vibrado, y cuando me percaté, me di cuenta que había recibido un mensaje de texto. Yo no sabía lo que era eso. Me lo había enviado una amiga desde Torreón, Coahuila para saludarme.

 

Antes de ese mensaje, ella solía marcarme, dejar que sonara una vez, y colgar. Era una manera de hacer “chequeos”. Yo hacía lo mismo para corresponder, indicando que todo estaba bien. No queríamos contestarle el uno al otro porque eso significaría que tendríamos que pagar la llamada y, por supuesto, en esa época de estudiantes nadie quería gastar dinero y tener que comprar más fichas para ponerle al teléfono celular, a menos que fuera extremadamente necesario.

 

Hoy por hoy pienso en ello y al escribir mi artículo veo a mi lado el “Smartphone” con que cuento ahora. Está por demás narrar todo lo que se puede hacer con el celular, pero desde hacer transferencias bancarias, monitorear mi pulso y las calorías que voy quemando durante el día, descargar música en vivo y transferirla vía “Bluetooth” a mis audífonos, y si me apuran, uno puede hacer todo eso mientras consulta un mapa en una perdida ciudad europea en sus vacaciones, al tiempo de checar el clima y publicar fotografías al instante, mientras puede hablar en vivo con sus parientes del otro lado del mundo. Así las cosas.

 

Pero más allá de sentirme viejo por pertenecer a una generación que le tocó atestiguar el radical cambio tecnológico e innovador de la telefonía celular, lo que quiero traer a la mesa en esta ocasión es el tema de los avances que hemos tenido. Tenía yo un amigo diplomático que ahora vive en París, y me contaba que una de sus frustraciones más grandes era precisamente que el ser humano había evolucionado cada vez en sus comunicaciones y transportes.

 

Ahora los aviones son cada vez más poderosos, más grandes, más fuertes (vean la nota del Airbus 380 de dos pisos que recién acaba de inaugurar su vuelo a la Ciudad de México desde la Ciudad Luz); pero que la innovación tecnológica de los aviones no operaba a favor de las personas, porque cada vez es más caro, más complicado y más difícil para una persona volar. Los asientos son cada vez más pequeños, los precios son cada vez más elevados y las maletas que se documentan cada vez cuestan más. Ahora ni siquiera la comida a bordo de una aeronave es gratis: hay que pagar por todo. Es decir, el diseño y la innovación tecnológica han operado y servido para las máquinas, no para las personas.

 

Y esto me recuerda muchas cosas y creo que tiene una aplicación directa con otros ámbitos de la vida humana. Una de ellas, la más significativa para mí: la política y las relaciones sociales e internacionales. Pondré un ejemplo burdo: apenas el jueves pasado por la noche se llevó a cabo otro debate entre los precandidatos del Partido Republicano a la Presidencia de Estados Unidos y las posturas de todos ellos se han vuelto más radicales, más extremas y menos tolerantes.

 

Hablan de tener el mejor ejército y el mejor sistema de inteligencia del mundo y de cómo así van a destruir a los terroristas. Hablan de tener los mejores sistemas tecnológicos del planeta, y de cómo podrían supervisar a los inmigrantes legales que venimos a Estados Unidos con drones, como si fuéramos paquetes de FedEx o de UPS para no exceder nuestro tiempo permitido aquí. La pregunta que me surge entonces es la misma que me hacía mi amigo el diplomático: ¿A quién sirve la tecnología? ¿A la persona?

 

La respuesta es no. El mundo ha evolucionado a pasos agigantados y el cambio tecnológico no se ha hecho esperar. Pero solamente ha servido a ciertos propósitos, porque cada vez la relación entre personas, entre partidos, entre naciones es más difícil. Cada vez estamos más lejos. Cada vez es más caro y más complicado; tal como sucede con las aeronaves de hoy en día. ¿De qué sirve entonces tener tantos mecanismos de vanguardia, si los seres humanos estamos más lejos unos de otros? ¿De qué le sirve a Estados Unidos tener sistemas de vigilancia de última generación, si no son capaces de entender las diferencias culturales y aceptar al que es diferente? No importa si son musulmanes, mexicanos, inmigrantes, etcétera. 

 

La tecnología jamás podrá sustituir la esencia de la persona ni la labor que le corresponde a ésta en ninguno de sus ámbitos. Tenemos una larga tarea que resolver y más vale que pongamos manos a la obra cuanto antes. Si nosotros no hacemos que la tecnología, la innovación y los avances modernos trabajen para nosotros, y para las causas humanas, nacionales o internacionales, vamos a ser nosotros los que estemos al servicio de la tecnología. Mal negocio para nosotros, sin importar de qué país seamos.

 

@fedeling